Advertencia individual de Peña a sus colaboradores

* Ya negocia inversiones con Mancera para la capital
* Rubén Moriera rompe públicamente con Humberto

Esta medianoche, cuando en Los Pinos Enrique Peña Nieto reciba con la bandera el mando del país, no empezará una luna de miel.

Su primer acto como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos –no de México, como nos lo quiso piratear Felipe Calderón- será tomar la protesta a los miembros de su gabinete.

Para entonces tendrá el mando absoluto de las fuerzas armadas, de la seguridad pública, y suya será la responsabilidad de garantizar su propia protección en su viaje al Palacio Legislativo y la de todos los mexicanos.

Esta estrategia llevará tiempo, dado el nivel de debilidad en la cual estamos colocados desde hace varios años, sexenios y usted sabe cuántos exactamente.

Quienes no tendrán tiempo serán todos los funcionarios de alto nivel.

Peña Nieto hará un discurso general, mas luego tendrá encuentros privados con varios de sus colaboradores –al menos los más importantes- y les hablará en privado.

El temario es obvio:

Qué espera de ellos.

Qué necesitan.

Digámoslo en términos menos eufemísticos: no habrá tolerancia.

Todos –secretarios de Estado, directores generales, coordinadores- tienen la obligación de ofrecer resultados inmediatos porque el país está casi en situación de emergencia.

Y si alguno no le cree, puede remontarse poco más de siete años y ver qué les pasó a quienes desestimaron este exhorto, surgido también de una ceremonia tras recibir el poder mexiquense de Arturo Montiel.

Sobre quiénes son, usted ha tenido sendos avances en este espacio y los últimos datos simplemente han confirmado a casi todos los mencionados.

Por ello es ocioso volverlos a repetir.

Para eso están otros foros.

MANCERA ROMPE CON LA ESQUIZOFRENIA DE EBRARD

El 15 de noviembre tuvo usted otro avance en este lugar:

Enrique Peña Nieto fue invitado por Miguel Mancera para su investidura como jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF) y el presidente electo estudiaba su asistencia.

Este hecho de alta civilidad marca distancias de ambos personajes:

1.- De Peña Nieto porque deja más de 20 años de desaprovechamiento presidencial para fortalecer el pacto federal, acercarse a los gobernantes estatales, pulsar sus necesidades y sellar planes y programas de colaboración.

Y 2.- de Mancera porque borra la esquizofrenia de Marcelo Ebrard, quien transitó del desconocimiento absoluto del triunfo de Felipe Calderón y su promesa de jamás acercarse, saludarlo y tomarse una fotografía, a invitarlo a la inauguración de la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo (Metro).

Todo eso se romperá el 5 de diciembre.

Aunque Mancera y el jefe del control político de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), Miguel Granados, preparan dos ceremonias, ayer se confirmaba la asistencia de Peña Nieto.

Los dos escenarios eran:

a).- Ceremonia con el testimonio presencial del presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, lo cual implica entregar el local y coordinar la transición bajo el control del Estado Mayor Presidencial (EMP).

Y b).- acto similar al del 5 de diciembre de 2006, casi casi entre perredistas.

Mancera quiere romper con el dogmatismo de su antecesor, realizar una política institucional, de coordinación, de eficiencia gubernativa, y enhorabuena para la ciudad.

Pronto le diré cuál es el plan inmediato, siempre en beneficio del Distrito Federal y en especial de los más pobres.

Un adelanto: el punto de partida de dinero federal a la urbe se anunciará en la primera quincena de diciembre.

Peña Nieto, a su vez, aspira a romper la polarización y la parálisis nacionales originadas por los conflictos electorales de 2006 y acentuada, quién lo dijera, desde las altas posiciones de la administración pública federal, aunque los símbolos de esas fuerzas –Acción Nacional (PAN)-Partido de la Revolución Democrática (PRD)- sean pareja de sábanas y sin compromisos ideológicos en los odios nocturnos al priísmo.

HUMBERTO MOREIRA AFILA LANZAS POR LA TRAICION

Se esperaba la confirmación del rompimiento, pero no tan virulento.

El gobernador coahuilense Rubén Moreira Valdés mostró en su primer informe cuán distante está de su antecesor y hermano Humberto Moreira Valdés.

La lealtad no duró ni un año.

Tres perlas de Rubén:

1.- Coahuila no se volverá a endeudar ni vamos a comprometer el interés futuro de los coahuilenses –dijo en el Congreso del estado al entregar su segundo informe de gobierno.

2.- “Antes nadie se encargaba de la seguridad y alguien se tenía que encargar”, manifestó después en el Teatro Nazas de Torreón, justo la ciudad donde en 2010 Humberto Moreira Valdés se presentó como rockstar y se aupó a la presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Y 3.- en el pasado se impulsaron programas insostenibles, los cuales presumía y presume Humberto porque están enfocados hacia el abatimiento de la pobreza.

Con esas frases Rubén desacreditó la política administrativa de su hermano Humberto y la entrega de la seguridad pública a elementos de las fuerzas armadas enviados por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

Este panorama ya lo tenían los lectores de Teléfono Rojo desde el 10 de octubre, cuando publicamos la columna Moreira vs Moreira, el gran pleito de familia.

El 26 de octubre abundamos: Moreira vs Moreira: milicia o policía civil asociada al narco.

Más allá de los discursos, hay dos hechos inocultables: la violencia crece en Coahuila y el secuestro y asesinato del hijo del ex gobernador, José Eduardo Moreira.

No cierre este capítulo.

Seguirá porque Humberto siente la puñalada de un hermano al cual llevó al poder contra la oposición de todo el priísmo y la condena pública de la ex dirigente Beatriz Paredes.

No se sorprenda si hay la intervención del presidente Enrique Peña Nieto, hasta ahora espectador de este creciente conflicto de imprevisibles consecuencias para Coahuila, el priismo y el país.