«Me gustaría que mi madre estuviera aquí», señaló el escritor peruano Mario Vargas Llosa en su discurso de recepción del premio Nobel de Literatura 2010 en Estocolmo titulado «Elogio de la lectura y la ficción».
Además, el autor recordó a su abuelo, que «celebraba» sus versos y al tío Lucho, «que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura en aquel tiempo alimentara tan mal a sus cultores».
Vargas Llosa relató que no era fácil contar historias cuando inició su carrera, pero gracias a la influencia de diversos autores pudo continuar.
«Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma la estructura y la escritura lo que engrandece o empobrece los temas. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo comprimetidos con la actualidad pueden cambiar el curso de la historia», detalló.
El autor también mencionó a Balzac, Thomas Mann, Conrad, Malraux, Camus y Orwell.
«Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos unirían en la oscuridad, son innumerables», explicó.
Aunque en un principio se preguntó si estaba bien dedicarse a la literatura en un país como Perú, sumido en la pobreza, a la distancia cree que tomó una buena decisión.
Los escritores y la literatura le enseñaron que «aún en las peores circunstancias hay esperanza y que vale la pena vivir».
«Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, y el espíritu crítico motor del progreso ni siquiera existiría», aseguró.
«Leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. La vida tal como es, no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto… Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola. Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible. La vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana», aseguró.
En su discurso también agradeció todo lo que la cultura francesa le dejó. Del cine, a la literatura y el teatro.