El general cartaginés Amílcar Barca, padre del famoso Aníbal, conquistó Hispania como base para robustecer y expandir a Cartago, para volver con fuerza a la pugna con Roma tras la derrota que puso fin a la primera guerra púnica. Desde que, siendo un niño, su padre le hizo jurar odio eterno a Roma, Aníbal soñó con destruir a la gran rival de Cartago, con el fin de vengar a su patria y obtener para ella la supremacía del Mediterráneo.
El general cartaginés, uno de los más grandes estrategas de la historia, a punto estuvo de lograrlo con su arrolladora invasión de Italia en el año 218 a.C., pero la suerte se volvió en su contra. El general romano Publio Cornelio Escipión fue el único hombre que le venció, en la batalla de Zama, en 202 a.C. Esta derrota supuso el fin de Cartago y la retirada del general cartaginés, que abandonaba así su sueño de fundar un imperio que uniera África y Europa.
Hispania emprendió una etapa nueva, una época decisiva. Sin embargo, el legado de los cartagineses fue determinante para la configuración y el carácter de la estructura urbana de Hispania, para su progreso y su proceso cultural y económico, con consecuencias enormes en el terreno de la vida agrícola, el desarrollo de la minería o las industrias derivadas de la pesca.
Restos arqueológicos de la batalla de Baecula.
El Museo Arqueológico de la Comunidad de la Comunidad de Madrid (MAR) acoge, hasta el 12 de enero de 2014, la muestra Fragor Hannibalis. Aníbal en Hispania, la primera exposición monográfica que se organiza sobre Aníbal y su paso por la península Ibérica. Se muestran los resultados más novedosos, algunos inéditos, de las últimas investigaciones sobre la dinastía Barca y sobre la presencia púnica en Hispania.
La muestra, comisariada por Manuel Bendala Galán, catedrático de Arqueología, reúne más de 300 piezas procedentes de diferentes museos nacionales y extranjeros, algunas de ellas presentadas por primera vez al gran público, como los restos de la batalla de Baecula, en Jaén, entre los ejércitos de Aníbal y Escipión.
La trascendencia de este escenario hispano reside en que es el único en el que se ha podido documentar arqueológicamente un campo de batalla de la segunda guerra púnica.