Caos y corrupción por cobardía y complicidad

A pesar de ser conocida la sabiduría del refrán “los pueblos tienen los gobiernos que merecen”, no está por demás insistir que los pueblos, también tienen los ciudadanos que merecen.
¿Qué significa la parte complementaria de este adagio popular? Pues, simple y sencillamente que los pueblos tienen, también, los maestros, empresarios, medios y periodistas que merecen.
En otras palabras, queremos reiterar que, si bien es cierto que prioritariamente políticos y servidores públicos son responsables de los pésimos gobiernos, asimismo, lo es el pueblo.
Claro, la responsabilidad es mayor en los sectores sociales ilustrados, no necesariamente más educados integralmente con principios y valores éticos universales, y en los productivos.
Aclaremos paradas para que nuestros malquerientes no descalifiquen nuestra crítica. No nos referimos a ser educados solo con valores morales o religiosos. ¡No, de ninguna manera!
Pueblo y gobierno, son corresponsables del caos económico, político y social, y de la escandalosa corrupción de Gabino Cué y su banda de rateros, que puede sumar 30 mil millones.
Y lo son, sobre todo, insisto, los diversos sectores productivos por elemental lógica, porque son los que tienen más qué perder y porque duele más un golpe en la bolsa que en los testículos.
El problema es que los diferentes sectores empresariales y mayormente instruidos, la Sección XXII de la CNTE y la UABJO, fundamentalmente, se corrompieron e hicieron cómplices.
Los dirigentes y destacados miembros de dichos sectores se prostituyeron. Vendieron no solo su conciencia, sino también su cuerpo y la de su familia, esposas, hijas e hijos, por obras o ventas.
El resto de los oaxaqueños por apatía, indiferencia y cobardía, también se hicieron cómplices. La inmensa mayoría de los oaxaqueños, se convirtió en un pueblo indigno y desgüevado.
Ahí está el caro y pésimo servicio de los bancos, aseguradoras, del servicio telefónico y de internet, especialmente de Telmex, y de las aerolíneas. Casi nadie protesta por apatía y cobardía.
¡Que quede claro, no promovemos la violencia social, que perversamente divide y enfrenta a los pueblos, como lo hacen cotidianamente los partidos y las organizaciones radicales de izquierda!
Pero tampoco pecamos de estúpidos para incurrir en el olvido que desde todos los puntos de vista, ético, moral, legal e, incluso, teológico, tenemos el sagrado derecho a la legítima defensa.
A riesgo de escandalizar a las buenas conciencias que se dan baños de pureza en el sanitario, la legítima defensa, obliga a matar y morir, si es necesario, por la vida, la libertad y la dignidad.
No se trata de hacer apología del delito. Desde luego que no, sino de escudriñar en la causa, motivo y razón, de la debacle que hunde a Oaxaca y los oaxaqueños en un mar de mierda.
Gabino Cué es evidentemente responsable del mayor saqueo, verdaderamente insultante, por asqueroso y criminal. Junto con él su pandilla, encabezada por Jorge Enrique Castillo Díaz.
Pero, también por su amigo de la infancia José Zorrilla de San Martín Diego, por Germán de Jesús Tenorio Vasconcelos, Netzahualcóyotl Salvatierra López y Alberto Vargas Varela.
Perdóneseme utilizar palabras altisonantes que, seguramente, ofenderán a muchos, no solo a los aludidos en la crítica aquí escrita, pero en descargo de mi conciencia, la realidad es más grosera.
Para dar una idea más clara y concreta sobre la dimensión y magnitud de la destrucción real de Oaxaca, baste aludir a las recientes declaraciones del propio José Antonio Toño Estefan Garfias.
En reunión con los medios de comunicación, en un gesto de honestidad poco usual entre los políticos, acusó que “una orgía de ambición” descompuso al gobierno de su amigo Gabino Cué.
Las cosas están tan mal en Oaxaca que ni los fines de semana, sábado y domingo, cesan las protestas por adeudos del desgobernador Gabino Cué y su banda de asaltantes de cuello blanco.
Muy caro paga el agonizante gobernador del esperanzador cambio fallido, aliarse con el diablo de la izquierda magisterial y guerrillera, y de las más de 500 organizaciones sociales radicales.
A pesar de pagar mil millones para cuidar su imagen, los medios de la Ciudad de México, particularmente Televisa y Reforma, arreciaron las denuncias de corrupción en su contra,
Es tal el cambio de actitud en los medios que en la columna Templo Mayor de Reforma llaman con jiribilla “muñeca fea” a Gabino Cué al “esconderse en los rincones” ante tantas deudas.
Nada de extraño en la condición y conducta humanas. Es muy sencillo, fácil y cómodo criticar a toro pasado, no en su momento, a los gobiernos en turno. ¡Muerto el rey, viva el rey!
Éste final debe ser una gran lección de vida para Alejandro Murat, a fin que no se deje llevar por el canto de las sirenas de los eternos aduladores. En política no hay amigos, hay intereses.
La maldición de la anarquía, convertida en principal fuente de riqueza mal habida, no es nada nuevo. El huevo de la serpiente fue puesto en la década de los 70 e incubado por largos 36 años.
El problema de fondo es muy simple, no simplista. La nefasta herencia del paternalismo clientelar de los gobiernos del PRI por 80 años, desmadró emocionalmente a los oaxaqueños.
Al convertir en minusválidos emocionales a todos los sectores, éstos se acostumbraron a estirar la mano y a esperar la solución de todos sus problemas por parte de los gobiernos en turno.
Hábil y perversamente, el populismo comunista de Luis Echeverría, la frivolidad de José López Portillo y el neoliberalismo de los tecnócratas, destruyó la educación y producción agropecuaria.
Es la más diabólica estrategia política para doblegar la dignidad y valor civil de los oaxaqueños. Sin educación de calidad ni autosuficiencia alimentaria, jamás se es verdaderamente libre.
La destrucción de la educación medio superior y superior en la universidad pública, la UABJO, primero, y luego de la educación básica por la Sección XXII de la CNTE, dinamitó a Oaxaca.
Al mismo tiempo, hundió a los oaxaqueños en una espiral de angustia existencial por subsistir. Medio mundo buscó refugiarse laboralmente en el magisterio o en el Gobierno del Estado.
El instinto de supervivencia detonó el acoso sexual laboral en los últimos gobiernos priistas y de la alternancia y sus fiscalistas cómplices para con las mujeres, y después con hombres jóvenes.
Como era lógico y natural la creciente descomposición, especialmente ética y moral, repercutió económica, política y socialmente, y hundió a Oaxaca y a los oaxaqueños en un mar de mierda.
Si la decadencia de Oaxaca ha llevado casi 40 años hasta alcanzar su máxima expresión con Gabino Cué, por sentido común quizás requiramos de un periodo semejante para salir a flote.
Sonó la hora de iniciar la reconstrucción de Oaxaca. Es una de las últimas llamadas antes de un estallido social en el que miles, quizás millones, tengamos que morir para que se salve México.

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