Carlos Mérida..se le rinde homenaje con exposición de su obra gráfica..

“Carlos Mérida era una persona muy tranquila, lo recuerdo siempre trabajando, le gustaba la música —una esclerosis auditiva le hizo perder un oído y dejar sus clases de piano—, todos los días escuchaba sus disco de jazz, pero lo que más recuerdo es una de las frases que le gustaba repetir: ‘hay que dar para recibir’. A México él le dio su obra”, manifestó María Cristina Navas y Mérida, nieta del artista guatemalteco.

Al pintor y escultor, nacionalizado mexicano, se le rinde un homenaje con una exposición de su obra gráfica, titulada Carlos Mérida, en el marco de la XXVIII Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), con sede en el Museo Nacional de Antropología.

Con Guatemala como país invitado en esta edición del evento editorial, la muestra presenta 60 litografías sobre trajes típicos mexicanos que el pintor realizó a finales de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo pasado, así como seis esculturas en bronce de pequeño formato, que buscan ser un puente cultural que hable de la hermandad entre ambas naciones.

En el acto inaugural del montaje gráfico, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Navas y Mérida declaró que su abuelo perteneció a un grupo de artistas para los que México fue una fuente permanente de inspiración. “Carlos Mérida fue un creador que valoró el folclore, no sólo de su país, sino también del que lo recibió con los brazos abiertos, lo cual se aprecia en estas obras tempranas”.

La ex agregada cultural en la Embajada de la República de Guatemala en México, expuso que la obra de Mérida se inscribe en la llamada identidad cultural latinoamericana, aunque siendo de origen guatemalteco y habiendo desarrollado su trabajo aquí en México, encontró modelos e inspiración en el arte popular.

El artista nacido en Quetzaltenango, Guatemala, reconocido por su pintura abstracta, no sólo realizó murales y obras de caballete, también incursionó en otras disciplinas: fue crítico de arte, hizo viñetas para libros, tapices, coreografías para ballet; cuando murió estudiaba el arte electrónico (lo que ahora se llama virtual o gráfico de la computación).

Asimismo, se introdujo en la gráfica, ejemplo de ello son las piezas que se exhiben de las series Vestimenta mexicana (Mexican Costume), título del álbum que Mérida integró para The Pocahontas Press, en 1941, algunas de las cuales se exhibieron en el Art Institute of Chicago ese año. Del mismo interés son los álbumes Danzas de México (1937), Carnival in Mexico (Carnaval en México, 1940) y Trajes regionales mexicanos (1945).

En la exposición destacan obras figurativas en las que todavía no aparece el rasgo geométrico que caracterizó su trabajo, aunque ya se apreciaba cierta simetría.

Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología y curador de la muestra, comentó que la obra gráfica de Mérida le llamó poderosamente la atención por el cuidado que puso el artista en registrar las abstracciones incluidas en el diseño de los textiles mexicanos.

“Es, quizá, el primero de una serie de notables artistas guatemaltecos que enriquecieron con su presencia la vida y las emociones de este país, que dotaron con su obra, de una densidad muy particular, a la cultura mexicana”.

Tras su estancia en París, Francia (1910 a 1914), donde convivió con pintores como Amadeo Modigliani, Pablo Picasso y Diego Rivera, Carlos Mérida se ajustó a un diseño fijo y se interesó por integrar formas y líneas a las más sencillas yuxtaposiciones de color. Al llegar a México en 1919, se unió a lo que se identificaba como Renacimiento mexicano.

“Estudió con decisión las tradiciones originarias del continente en busca de elementos para construir otro arte mexicano y latinoamericano, y produjo algunas de las primeras pinturas al temple con temas indígenas”, explicó.

Las piezas exaltan la alta fidelidad etnológica de la mirada de Mérida y descubren a un artista diferente al de los planos geométricos; su visión devela el arduo trabajo depositado por las diversas comunidades indígenas sobre sus textiles, señaló Saborit.

Carlos Mérida nació en 1891, a los 18 años de edad viajó a París, donde conoció a Jaime Sabartés, intelectual catalán, biógrafo de Picasso, quien lo introdujo en las vanguardias artísticas de la época. Ahí se relacionó con su compatriota, el poeta Luis Cardoza y Aragón, vinculado con los surrealistas, entre quienes estaba Joan Miró, con quien entabló una amistad.

A México llegó con su novia, Dalila Gálvez, joven de la alta burguesía guatemalteca, cuyos padres no aceptaron la relación de su hija con el pintor. Trabajó con los muralistas, principalmente con Diego Rivera. También conoció a Rufino Tamayo con quien tuvo una estrecha relación profesional y de amistad.

Su mayor influencia fueron los trabajos pictóricos de Paul Klee, Vasili Kandinsky y Piet Mondrian, quienes reafirmaron la tendencia de Mérida hacia la forma abstracta.

Entre sus obras hechas en México destacan el mural de acrílico y madera El mundo mágico de los huicholes, que el artista realizó en 1964 en el Museo Nacional de Antropología, así como el gran telón pintado para el antiguo Cine Manacar, titulado Los danzantes.

En la inauguración de la muestra estuvieron el embajador de la República de Guatemala en México, Arturo Romeo Duarte Ortiz; la coordinadora nacional de Difusión del INAH, Leticia Perlasca, y representantes diplomáticos de Brasil y Argentina, además del embajador Carlos Liao, director general de la Oficina Económica y Cultural de Taipéi en México.

La exposición permanecerá hasta noviembre próximo en el corredor que une a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) con el Auditorio Fray Bernardino de Sahagún, del Museo Nacional de Antropología.