La situación en Crimea es “consecuencia de un proceso interno” de Ucrania, según ha trasmitido el ministerio de Exteriores de Rusia a los responsables de la diplomacia de Kiev en una nota que parece un intento de calmar los ánimos, muy exaltados durante la jornada del viernes debido a los movimientos de tropas no identificadas y vehículos militares con la bandera rusa por la península donde tiene su principal base la flota rusa del mar Negro. Los movimientos de carros blindados pertenecientes a este contingente se deben a la necesidad de vigilar “los emplazamientos” de la flota, señala la página de web del ministerio de Exteriores en Moscú -según nota de El PAÍS-.
Alegando que se trataba de un asunto interno ucraniano, el ministerio ruso declinó la propuesta de Kiev de celebrar consultas en el marco del tratado de amistad de 1997, que contempla el diálogo bilateral en el caso de que surjan situaciones que amenacen a la paz o a la seguridad de una de las partes. La diplomacia rusa explica que los movimientos de tropas “se realizan en total consonancia con los acuerdos ruso-ucranianos sobre la Flota del Mar Negro.
El 27 de febrero, una columna de carros blindados con estandartes rusos llegó hasta un puesto de la policía de tráfico en los accesos a Simferópol. Los tripulantes de los blindados explicaron que estaban haciendo maniobras y, tras conversar con los guardas, dieron media vuelta y se alejaron de Simferópol. Los servicios guardafronterizos de Ucrania acusan a Rusia de haber transgredido los acuerdos bilaterales por haberse extralimitado cuando 10 helicópteros de combate penetraron en el espacio aéreo ucranio. Según los servicios guardafronterizos ucranianos Rusia sólo tenía permiso para tres helicópteros pertenecientes a la flota del Mar Negro.
Medios ucranianos señalan que los uniformados han ocupado también la sede de la televisión oficial de Crimea. Un reportero de la agencia Reuters ha visto unos policías antidisturbios ucranios encerrados en el puesto de guardia, con una puerta metálica cerrada y escudos puestos detrás de las ventanas como protección. Un hombre que se ha identificado como un miembro de la flota rusa del Mar Negro ha declarado a Reuters: “Estamos aquí para que no se repita lo que pasó con el Maidán”.
El ministro de Interior de Ucrania, Arsén Avákov, ha denunciado que soldados rusos han rodeado el aeropuerto militar de Sebastópol, cerca de la sede de la flota rusa del mar Negro, algo que Rusia niega. Avákov ha acusado a Moscú de «invasión militar y ocupación», según informa la agencia Reuters.
Avákov ha descrito a los militares que han rodeado el aeródromo de Belbek, en Sebastópol, como fuerzas navales rusas, y a los que están en Simferópol como hombres al servicio de la Federación Rusa, y ha precisado que no ha habido choques ni derramamiento de sangre en ninguna de las dos acciones. «Considero que lo que ha ocurrido es una invasión armada y una ocupación que viola todos los acuerdos y normas internacionales», ha escrito en su página de Facebook.
Por lo menos una parte (o tal vez todos) de los uniformados armados y no identificados que desde el jueves deambulan por la península y se instalan en edificios públicos son miembros de las BERKUT (las tropas de intervención especial ucranianas) que han sido suspendidas de sus funciones por las nuevas autoridades. A los BERKUT de Sebastopol pertenece el grupo que vigila el acceso a la península por el puesto de Chengar y también los que controlan el edificio del parlamento de Crimea, según explicó a esta corresponsal un oficial que dijo llamarse Alec y que era el máximo responsable del puesto de Chengar
A Sebastopol además parecen haber llegado miembros de la BERKUT de otras regiones que se disponían a preparar unidades de autodefensa, según informaciones no confirmadas, pero pausibles, puesto que los miembros de las tropas de élite temen que los nuevos dirigentes ucranianos hagan recaer sobre ellos las responsabilidades plenas por los enfrentamientos en Kiev.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, mantiene silencio sobre las intenciones de Rusia en esta grave situación y tiene que habérselas con muchas presiones, entre ellas las de la misma población de Crimea que está pidiendo que Rusia actúe como su salvadora. La mayoría poblacional rusa de Crimea está muy asustada por los primeros pasos del nuevo régimen (tales como abolir una ley que garantizaba el uso de lenguas regionales y manifestaciones sobre la abolición de la autonomía de la península).
El nuevo presidente en funciones de Ucrania, Alexandr Turchinov, no apareció en Crimea tal como se rumoreaba en Simferópol. Si lo hizo Piotr Poroshenko, diputado de la Rada de Ucrania y el mayor fabricante de chocolates del país. Una multitud de unas quinientas personas, algunas bastante agresivas, rodearon a Porashenko y lo abuchearon mientras el político procedente de Kiev caminaba por las calles de la ciudad, tras haber intentado en vano entrar en el edificio del parlamento. “Crimea para Rusia”, “Rusia, Rusia”, ”Fuera de aquí”, vociferaban los manifestantes.
Varias decenas de soldados de uniforme, con armas y sin identificación alguna, se pasearon por el aeropuerto de Simferópol (la capital de Crimea) desde la mañana, evitando el contacto con los ciudadanos y periodistas que los interpelaban. Disponían de camiones Kamaz (una marca de origen ruso), de los que también fueron eliminados todos los distintivos identificadores.
Los soldados eran muy jóvenes, como indica su complexión física y los atisbos de rostros que asoman tras sus máscaras. Grupos de ucranianos, rusoparlantes oriundos de Crimea, en traje de paisano, formaron una cadena humana para proteger a los uniformados de la excesiva curiosidad del público. Aseguraban no ser militares, sino simples ciudadanos y llevan la cinta de San Jorge (que se ha convertido en un símbolo del patriotismo ruso en los últimos años) prendida a la solapa. “No queremos que vengan aquí esos descerebrados que han provocado tanta violencia en Kiev”, dice uno de ellos.
El aeropuerto funcionó con normalidad y recibió aviones procedentes de Moscú y de Kiev, dice la cajera de unas líneas aéreas. “El único avión que no ha aterrizado es el de Estambul, que se acercó y no se posó, alegando niebla. Tal vez se asustaron”, dijo la funcionaria, que apoya la presencia de uniformados. “Son eslavos que nos protegen para que no nos pase lo que ha pasado en Kiev”, afirma ella también. “Todo funciona con regularidad”, afirma, y señala que “los chicos son muy amables y esta mañana me pidieron información”. El hecho de que hablen en ruso no significa en si mismo nada en Crimea, donde el ruso es la lengua materna del mayor contingente poblacional de la península.
Si los uniformados fueran rusos, a la funcionaria de las líneas aéreas no le importaría, sino todo lo contrario. “Queremos que Rusia nos proteja”, dijo. En la Duma Estatal en Moscú, al mismo tiempo, ingresó un proyecto de ley para que Rusia pueda aceptar a territorios que quieran incorporarse a ella. Este proyecto, sin embargo, no ha sido apoyado por ninguno de los diputados de Rusia Unida, el partido gubernamental. En Moscú se debate actualmente la posibilidad de conceder pasaportes rusos a los miembros de la BERKUT que quieran trasladarse a vivir a Rusia e integrarse en órganos de la policía.
En el paso de Chengar, un oficial sin máscara y en traje de camuflaje que se hace llamar Alec y dice ser de los BERKUT de Sebastopol, confirmó a esta corresponsal que él y sus colegas tienen miedo a tener que cargar con todas las responsabilidades por la violencia que se desató en Kiev. No se fían de las nuevas autoproclamadas autoridades y no creen que éstas puedan llevar a cabo una investigación imparcial.
Tampoco creen que los nuevos dirigentes tengan la voluntad política de investigar los excesos que puedan haber sido cometidos por los radicales que les han llevado al poder y que han usado también la violencia y armas. El oficial dice haber sido enviado él mismo a Kiev para ayudar a mantener el orden público en torno a los edificios de la jefatura del Estado. “No nos dedicamos a reprimir a la población, sino a vigilar los edificios estatales, cumplíamos órdenes”, señaló.
Los BERKUT “forman todavía parte del ministerio del Interior, tenemos acreditaciones vigentes, no nos han despedido, sino que nos han apartado del trabajo de momento”, afirma. Alec cuenta que los BERKUT se someten al “presidente” y que el “presidente” es “Víctor Fiódorovich Yanukóvich”, al que “nadie ha liberado de sus competencias”.
“Somos militares”, prosigue, “No hemos traicionado a nadie, cumplimos exactamente nuestras funciones”. Afirma también que todos los hombres (una veintena) en el puesto son del BERKUT de Sebastópol” y todos ellos “ciudadanos de Ucrania”. Y ahora, ¿Qué van a hacer?”, le pregunto. “Depende de cómo vengan dadas las cartas”, afirma el oficial. “Lucharemos hasta el final porque no nos han dejado otro camino. Pueden decir lo que quieran, pero nosotros no hemos violado la ley”, señala. En el puesto, situado en el estrecho istmo que une el continente a la península, le acompañan decenas de ciudadanos de paisano y grupos de cosacos.