En el marco de la 31 edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) llevó a cabo la mesa de diálogo ¿Crisis de la civilización? Retos y perspectivas del mundo contemporáneo, actividad académica que partió del cuestionamiento acerca de qué puede hacerse para “prevenir, resistir o evitar la debacle civilizatoria” que hasta ahora parece caracterizar al siglo XXI.
El encargado de conducir la charla sobre los alcances de la crisis global fue el antropólogo Diego Prieto Hernández, director general del INAH y autor del citado planteamiento, quien estuvo acompañado de panelistas como el sociólogo Roger Bartra; el escritor y coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Jorge Volpi; el economista y politólogo Rolando Cordera, y el internacionalista Mario Núñez.
Como un primer comentario, el titular del instituto distinguió tres grandes problemáticas no resueltas por las sociedades contemporáneas, que incluso “parecen agravarse a diario sin que muchos hagan algo al respecto o siquiera tomen conciencia de ellas”. La primera tiene que ver con el aumento de la pobreza, la desigualdad y la exclusión de grupos humanos específicos, como los inmigrantes o los refugiados.
La segunda, dijo, es la relacionada con el deterioro medioambiental y la creciente escasez de recursos naturales no renovables; y la tercera, derivada de las dos anteriores, se vincula con una creciente violencia social, y en el contexto geopolítico con el regreso de amenazas como los conflictos bélicos intercontinentales y los ataques nucleares que, se creía, habían cesado respectivamente con la Guerra Fría y la Segunda Guerra Mundial.
A estas problemáticas, Roger Bartra añadió el factor de una melancolía generalizada en la sociedad occidental, causada “por la percepción de vivir en un mundo fracturado e incongruente”, señal de que hemos entrado a una época dominada por un capitalismo tardío, cuyos signos recién empiezan a ser estudiados por las ciencias sociales.
Señaló que estos nuevos tiempos han derivado en un desencanto de la sociedad civil hacia la democracia y la política, cuya consecuencia más grave es que en la mente de muchos, los regímenes dictatoriales parecen hoy la solución más adecuada a las crisis. “Una autocracia se presenta como más eficiente, ya que puede mantener en forma estable a tecnocracias y burocracias entrenadas para dirigir las finanzas y la economía por buen camino. Además, son capaces de controlar los medios de comunicación”.
Jorge Volpi, quien coincidió con Bartra sobre esa nostalgia característica de las sociedades actuales de occidente, misma que genera en éstas la idea de que existió un pasado mejor, es decir, “si se asume que hoy estamos en decadencia, ello implica suponer que hubo una época de esplendor”.
El autor de Memorial del engaño citó como ejemplo el lema de campaña del presidente norteamericano Donald Trump: “Make America great again”, con el cual otorgó a muchos de los votantes de su país la idea de que su elección significaría “volver a colocar a Estados Unidos del lado correcto de la historia, es decir, regresar al tiempo utópico en el que la sociedad estadounidense era guiada por el convencimiento de que estaba salvando al mundo del gran enemigo que era el nacionalsocialismo alemán, o luego de ello, el régimen opresor soviético”.
Respecto al plano mexicano, Rolando Cordera y Mario Núñez destacaron que la crisis civilizatoria produce otros fenómenos como la falta de la empatía hacia las problemáticas del otro. Situaciones concretas, expusieron, como la violencia derivada del combate al narcotráfico en los últimos 17 años, o bien, los casos de feminicidios en distintas entidades del país, crean en la población dos reacciones: una, relacionada con un sentimiento de ‘indefensión’, y otra, aún más grave, que es la falta de empatía hacia el dolor ajeno.
Pese a este panorama abrumador, los ponentes reconocieron como el inicio de una solución a la autocrítica tanto individual como colectiva. Así, de cara a los procesos electorales de 2018, indicaron que el voto de la ciudadanía debe alejarse de la superficialidad y recaer en un análisis de lo que buscamos como individuos y como sociedad.
Es cierto que la democracia, finalizó Jorge Volpi, no ofrece soluciones rápidas ni tampoco únicas, “es fragmentaria y lenta, pero es sin duda el único sistema que permite corregir las problemáticas comunes a partir de valores como la tolerancia, y de derechos como la libre expresión de ideas”.