La crisis de refugiados ha logrado enconar las relaciones entre los socios europeos. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, acusó al Gobierno de Angela Merkel de invitar a todos los ciudadanos sirios a viajar a su país, y dijo que la crisis era “un problema alemán”. Austria también criticó la política de puertas abiertas. Ahora, es Berlín quien reprocha a Viena su gestión de los miles de personas que cada día llegan a través de la ruta de los Balcanes con la esperanza de obtener la condición de asilado político en Alemania. «El comportamiento de Austria en los últimos días está fuera de lugar», ha criticado el ministro del Interior, Thomas de Maizière, según información de El País.
“Hemos observado que, sin ningún aviso y de noche, se lleva a los refugiados a la frontera alemana, donde se les deja sin provisiones. Austria aceptó ayer volver a un proceso ordinario. Espero que esto ocurra inmediatamente”, añadió en Berlín el político democristiano.
Los reproches del político democristiano llegan cuando el clima entre los dos países ya se había enrarecido. El Gobierno de Baviera –el Estado alemán que hace frontera con Austria, y el que tiene que hacer frente a la mayor afluencia de refugiados- ya había reprochado el martes a sus vecinos la falta de solidaridad. Horst Seehofer, jefe del Gobierno regional, acusó a sus vecinos de dañar las relaciones de vecindad, mientras que su ministro del Interior tildó de “irresponsable” y “escandalosa” la actitud del Gobierno austriaco.
Las decisiones conjuntas de Berlín y Viena han jalonado esta crisis de refugiados. Los jefes de Gobierno de los dos países se pusieron de acuerdo el 5 de septiembre para permitir el paso de miles de refugiados que se agolpaban en la estación de trenes de Budapest. Tan solo una semana más tarde, la canciller dio un giro radical e instauró controles en la frontera con Austria, dejando en suspenso el Tratado de Schengen durante un tiempo indeterminado. Pero desde entonces ha pasado un mes y medio, y la situación está fuera de control.
Merkel trata de defenderse de las acusaciones de su teórico aliado Seehofer, que le ha dado hasta el fin de semana de ultimátum para buscar una solución que bloquee los miles de refugiados que cada día llegan a Baviera. «No hay un botón que se pueda apretar para cerrar el paso. Tenemos que ir paso a paso», se defendió el martes la canciller.
En Austria, el debate en torno al control de la frontera también se ha intensificado en las últimas semanas y esta misma mañana ha desembocado en el anuncio de que el país alpino alzará una valla en puntos de su frontera con Eslovenia, desde donde entran diariamente miles de refugiados, para frenar el flujo de llegadas. Según la ministra del Interior, Johanna Mikl-Leitner, «se trata de asegurar que las entradas al país sean ordenadas y coordinadas, no es cerrar la frontera». En una entrevista en la radio pública Oe1, la ministra ha explicado que ha encargado ya un plan para poner en marcha la medida.
Hasta ahora, Mikl-Leitner y otros ministros del Gobierno austriaco habían evitado hablar sobre «vallar» las fronteras con Eslovenia (ambos miembros de la Unión Europea y del espacio Schengen). El martes, la titular de Interior habló de «barreras técnicas» y hoy ha ido más allá. «Claro que se trata de una valla, pero no estamos hablando de cerrar la frontera», ha insistido.
El canciller austriaco, Werner Faymann, ha matizado poco después las palabras de la ministra y ha destacado que el Gobierno «no vallará Austria», pero tomará medidas de seguridad que no ha detallado «para mejorar el control» de la frontera y aumentará los efectivos policiales.
Bruselas, por su parte, asegura que no ha recibido ninguna notificación del Gobierno austriaco sobre la construcción de una valla que separe ambos países y confía en que los planes de la ministra de Interior austriaca no se llevan a cabo. No obstante, el presidente del brazo ejecutivo de la UE, Jean-Claude Juncker, mantendrá una conversación telefónica esta tarde con el canciller austriaco para analizar la situación.
Austria restableció controles fronterizos con sus vecinos el pasado 16 de septiembre. El reglamento Schengen (de libre circulación de personas) permite la posibilidad de establecer controles en las fronteras siempre y cuando sea de una manera temporal. En primer lugar, Bruselas concede 10 días de controles «si la situación es crítica», definición que queda a libre disposición de cada país. Este período se puede prolongar durante 20 días por un máximo de dos meses. El hecho de que Austria tenga que levantar sus controles en pocas semanas –el 16 de noviembre– hace pensar a la Comisión que la valla entre Austria y Eslovenia no se va a construir.
Pero el Gobierno austriaco gira la vista hacia el conservador húngaro Viktor Orbán, que ha construido una valla de alambre en sus fronteras con Serbia y con Croacia. Una vía que tampoco descartó hace unos días Eslovenia, que afirmó que baraja «salvaguardar los pasos fronterizos con obstáculos físicos».
«Estas últimas semanas, los grupos de inmigrantes se han mostrado más impacientes, agresivos y sensibles» y «se trata de tomar todas las precauciones», ha afirmado la ministra Mikl-Leitner, que el martes visitó el principal punto de control en el sur del país, en la localidad de Spielfeld. Austria asegura que cada día han cruzado la frontera entre 3.000 y 8.000 personas, pero que deben prepararse para un posible incremento.
Mientras, Eslovenia afirma que unos 14.500 migrantes y refugiados aguardan en ese país para alcanzar la frontera con Austria. Desde que el Gobierno húngaro cerrara su frontera con Croacia hace diez días, las rutas que habitualmente seguían para alcanzar el norte de Europa —fundamentalmente Alemania, Austria y Suecia— han variado. En ese tiempo, han entrado en Eslovenia unos 86.500 migrantes y refugiados que buscan continuar su ruta.