
Ricardo Anaya Cortés nunca fue buen candidato a la Presidencia de la República. ¿Fue? En prestigiadas columnas nacionales se ha comentado la posibilidad de que los partidos integrantes de la coalición “Por México al Frente” lo sustituyan. Entonces ya cántenle Las Golondrinas.
Y apúrense, aún es tiempo de que los partidos ejerzan el derecho de sustituir libremente a sus candidatos. Porque luego del registro formal ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), solo pueden sustituirlos por las siguientes causas: Renuncia, inhabilitación, incapacidad o muerte.
En el primer caso será conforme el plazo legal; después ya no será posible cambiar nombres en la boleta electoral. Así que partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), aceleren la sustitución del candidato presidencial antes de que el escándalo por el lavado de dinero los deje en la lona.
Claro, atendiendo al principio de presunción de inocencia, el panista Ricardo Anaya es inocente hasta que le demuestren lo contrario, y de manera fehaciente; sin menoscabar los principios de estricta legalidad en materia penal. Por el momento, él rechaza la ilicitud de la transacción comercial sobre inmuebles en colusión con el empresario Manuel Barreiro.
Sin embargo, la Procuraduría General de la República (PGR) desde octubre de 2017 abrió una carpeta de investigación por probable lavado de dinero en la cual ambos personajes están involucrados en operaciones mediante empresas fachada, presuntamente en beneficio del panista.
Evidentemente, el caso tiene sesgo electoral porque se da en el contexto del proceso para las elecciones a la Presidencia de la República, aun cuando “alguien” haya denunciado los hechos. Es probable, como dice Anaya Cortés, que el Estado se encuentre atrás de su persecución con el ánimo de bajarlo del supuesto segundo lugar en la preferencia electoral.
Incluso, el panista ha retado a la PGR y al Sistema de Administración Tributaria (SAT) a proceder en su contra si fueran ciertos los hechos que se imputan. Aunque la autoridad tampoco puede actuar cuando el panista quiera; lo hará cuando de la investigación se desprenda haber elementos conforme al nuevo procedimiento penal.
Y la autoridad está investigando.
Independientemente del resultado de la indagatoria, Ricardo Anaya ya se ha hecho acreedor de cierta sanción moral por sus contradicciones, entre las cuales se encuentra el haber negado conocer bien a Manuel Barreiro, pero luego lo aceptó cuando salió a la luz pública que ambos estudiaron juntos la secundaria y la preparatoria en el Instituto Queretano San Javier. Además, el panista aparece bailando en la boda del empresario.
Si lo hubiese jurado, por menos de eso en Estados Unidos ya lo hubieran procesado por perjurio, pues en aquél país la acción de jurar en falso constituye un delito.
Por cierto, otra de las contradicciones de Ricardo Anaya es su predilección por la vida cómoda en el vecino del norte. Dice tenerle profundo amor a México y, sin embargo, tenía viviendo a su familia en un exclusivo fraccionamiento de Georgia, en Atlanta, donde sus hijos asistían a escuela costosa, y los visitaba casi una vez por semana en viajes realizados en avión.
Ups. Es cuando la gente común se pregunta: Y bueno, ¿cómo le hacen los políticos para vivir como reyes? Con todo lo alto del sueldo por cargos públicos y de representación popular, no alcanza para tanto lujo y gasto. Las empresas de los políticos deben de ser verdaderos emporios, de producción 100% rentable e ingresos diarios altísimos.
Nada que ver con los changarros de la iniciativa privada común.
En fin, retomando el tema: La mentira le está haciendo mucho daño a Ricardo Anaya, lastimar a los panistas de cepa, también.
Aparte de su enojo político, Margarita Zavala parece tener razón al tildarlo de “mitómano” cuando apenas en su cuenta de Twitter escribió: “Las mentiras de Anaya rayan en la personalidad múltiple. Es una pena que en el PAN se haya autoimpuesto un mitómano como candidato…”
La mitomanía es definida como “un trastorno psicológico que consiste en mentir de manera compulsiva y patológica; el mitómano falsea la realidad para hacerla más soportable e incluso puede tener una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza.”
Ups, qué delicado y tan grave como el hecho de que un candidato presidencial haya sido acusado de lavado de dinero.
De continuar en la contienda electoral, Ricardo Anaya debería ser sometido a un examen psicológico, lo mismo que todos los candidatos a la Presidencia de la República. Incluso, de propia voluntad, porque no es algo establecido en la ley electoral, pero los mexicanos tienen derecho a conocer la salud mental de quienes aspiran gobernar el país en el próximo sexenio.
Imagínense, somos un país donde prevalecen los políticos corruptos, y aparte de eso ¿trastornados psicológicamente?
La obsesión por el poder debe ser algo relacionado con la mente y con actividades inconfesables.
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