CRÓNICA POLÍTICA: Acotar a los presidentes de partido… y Anaya y Avilés

Hay en este momento una especie de linchamiento político en contra de Ricardo Anaya Cortés, presidente nacional del PAN, por su vida llena de comodidades en Estados Unidos donde residen su esposa e hijos, quienes viven en Atlanta en una vivienda de lujo, donde viaja cada fin de semana para verlos, informó el diario El Universal.
Lógicamente a Ricardo Anaya le empiezan a salir sus pecados porque ahora se sitúa como aspirante a la candidatura a la Presidencia de México por el PAN, cuyos triunfos electorales le dan rentabilidad electoral para las próximas elecciones del 2018.
Independientemente de cualquier rentabilidad, cabe formular la siguiente pregunta:
¿Por qué la familia de Anaya reside en Estados Unidos y él hace política en México? ¿Es malinchismo? ¿Desconfianza al sistema educativo mexicano por eso sus tres hijos estudian en uno de los mejores colegios gringos? Ups, el PAN gobernó dos sexenios presidenciales y no hizo nada por mejorar el nivel educativo de los mexicanos.
La clase política desarraiga a sus hijos de México. Pero eso sí, a la vuelta de los años los impulsa para los más altos cargos de elección popular en un país o en una entidad que desconocen. Por eso estamos como estamos, porque los tecnócratas han invadido los órdenes de gobierno sin el mínimo sentimiento hacia la tierra que gobiernan. Claro, es necesario contar con gente preparada, pero no a altos costos políticos.
En fin, retomando el tema. De acuerdo a la información vertida en El Universal, el gasto anual por mantener el estilo de vida de la familia de Ricardo Anaya en Atlanta se calcula en 4 millones 500 mil pesos. Esta cantidad incluye una renta media anual estimada en 2 millones 560 mil pesos; gastos de manutención por 931 mil pesos y
colegiaturas que ascienden a 995 mil pesos. No obstante, el panista rechazó que el estilo de vida que tienen su esposa e hijos sea lujoso. Ups.
Por eso se descuartizan en la mayoría de los partidos políticos por las candidaturas a cargos de elección popular y a dirigencias partidistas. Porque es negocio. ¿O no?
Los legisladores federales deben acotar a los presidentes de los partidos políticos, no solo en el orden federal, sino también estatal y municipal. ¿Cómo? Con reformas a la Ley General de Partidos Políticos.
De entrada, los presidentes partidistas deben ser inelegibles a cargos de elección popular salvo que se separen de la dirigencia por lo menos con un año de anticipación al inicio del proceso electoral donde pretende ser electo.
Claro, los partidos políticos son entidades de interés público y por lo tanto, los presidentes partidistas manejan recursos públicos, de los cuales, por cierto, nunca rinden cuentas claras… sí chinas y muy borrosas. El manejo de recursos públicos se presta a manipular a la militancia y al electorado en general, en beneficio propio.
Por eso, todo mundo se pelea por ser presidente de partido en sus distintos órdenes (con sus excepciones), para usarlo de trampolín para un cargo de elección popular; es decir, para disponer de los recursos financieros y materiales del partido para posicionar su imagen rumbo a una candidatura a diputado federal o local, Senador de la República, presidente municipal o Presidente de México como pretende Ricardo Anaya.
Y es una praxis en todos los partidos políticos.
¿Y AVILÉS?
Por cierto, el presidente del PRI estatal, Alejandro Avilés Álvarez, aspira a ser candidato al Senado de la República. Es sin duda una aspiración legítima. Sin embargo, su posición partidaria lo ubica en ventaja sobre los demás aspirantes que no tengan cargo ni acceso a recursos para posicionar su respectiva imagen en el ánimo del electorado.
Claro, a Avilés le vendría mejor una candidatura plurinominal, que el desgaste y el riesgo que implica disputar una senaduría, máxime cuando la elección se empata a la presidencial.
Otro por cierto: La aparición del nombre de Avilés en la supuesta integración del próximo gabinete de Alejandro Murat, como presidente del PRI estatal, coincide con un run run priista sobre que Avilés se quedaría al frente del partido; es decir, no va al gabinete. ¿Será?
Igual, Alejandro Murat da la sorpresa e incluye a su tocayo en el gabinete en el primerísimo lugar que al parecer le tenía reservado, pues Avilés se expuso a todo por lograr la candidatura a la gubernatura.
Mmm…¿Y por qué los priistas ubican la dirigencia estatal del PRI como parte de la integración del gabinete? ¿Siguen considerando al partido como una dependencia más del Ejecutivo estatal? Mala praxis.
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