México.- El polifacético artista Alejandro Jodorowsky escribió: “La misión del arte es revelarte la grandeza que anida en ti y que ignoras”. Si esto es cierto, acercar el arte a los niños podría ser una garantía para formar adultos más completos, íntegros, críticos y capaces de ver lo mejor habita en ellos y en los demás. A esto le apuestan cinco personas que están dedicando sus vidas a la infancia.
Los cinco conversan con EL UNIVERSAL sobre las distintas labores que desempeñan para enseñarles a los niños dos universos que les resultan ajenos, el del arte y la cultura.
Un piano juguetón
Gabriel Sierra Fincke cree que Dany Fer no percibe que él está ahí, junto a ella, sentados frente al piano. Él toma las manos de la pequeña de siete años y las coloca en las teclas del instrumento, algo ocurre, inexplicable, ella comienza a tocar con naturalidad las notas de un tema que le gusta “Hey Jude”, de The Beatles.
Aunque la música es la conexión que la niña tiene con el mundo y que le ha ayudado a la regeneración de zonas de su cerebro dañadas por la hidrocefalia y otras afectaciones congénitas, Gabriel es tajante: “No soy un terapeuta, es más, mientras estoy con ellos –sus alumnos que rondan entre los 6 y los 40 años de edad, todos con alguna discapacidad como autismo y síndrome de Down– ni siquiera soy maestro, soy sólo una persona que está compartiendo el amor que siente por la música, aunque claro, eventualmente los chicos aprenden a tocar el piano y el yembe”.
El maestro de la Escuela de Iniciación Artística No. 4 del INBA, es creador del Taller de Sensibilización Musical y Piano para Personas con Discapacidad que imparte desde el 2006 y está convencido de que “el arte es el único medio para que el hombre pueda expresar todo lo que hay en su alma”. Desde hace 30 años se dedica a la docencia, pero hace seis conoció a Kalid, un niño con discapacidad mental que quería ser su alumno. Él tuvo que idear una metodología que le permitiera ser su mentor.
“Los números, los colores, nada de eso funcionaba porque son métodos muy rígidos, por eso nació ‘El piano juguetón del gatito pelón’, un cuento que los lleva de la mano para que aprendan a tocar el piano. En el salón de clases no existe el bien o el mal, la perfección o la mediocridad, existen seres humanos que disfrutan de la belleza de la música y que gracias a esa belleza encontramos otra, la que hay en nuestras almas. El espacio que nos creamos entre todos es un lugar libre, en donde nuestras vulnerabilidades están protegidas”, dice.
El lado B del barrio bravo
El abogado Hugo Martínez y la artista visual Valeria Santos conformaron por un genuino interés en contribuir con la sociedad, el Grupo In Situ, Gestión e Intervención Artística para Sitios y Comunidades Específicas Asociación Civil, que surgió en el Reclusorio Femenil Santa Martha Acatitla en el 2008. Después de trabajar con las mujeres, se trasladaron a los tutelares para crear diversas actividades culturales con los jóvenes. La experiencia fue difícil.
“Muchos de los niños que ahí estaban ya habían secuestrado, matado, violado y robado a los 16 años. Le echaban muchas ganas, pero entre ellos había muchos conflictos, una vez nos tocó vivir un motín, nos quedamos encerrados en un salón mientras todos se agarraban a golpes. Empezó a ser muy complicado para nosotros, muy frustrante, así que decidimos acercarnos a los niños antes de que terminaran encerrados por cometer un delito”, cuenta Hugo.
Y se fueron a Tepito. Se instalaron en la Unidad Habitacional Plan Tepito –la zona de los “ricos o de los menos amolados”– para “animar el espacio público”.
Ahí viven muchos de los hijos que comercian en la zona y ninguno, aseguran los promotores culturales, había accedido a una expresión artística. Así que idearon un programa que serviría para dos cosas: acercarlos al campo de la fotografía y a la rica historia de la zona. Brindándoles cámaras estenopeicas, los hicieron recorrer el lugar para que capturaran la mejor esencia de su barrio.
Además, hoy inician un proyecto más: “Jornadas culturales”, con el apoyo del INBA, que consiste en llevar a la unidad durante los siguientes siete meses, actividades como títeres, música y cuentacuentos.
La pareja que vive al sur de la ciudad y está por ver nacer a su primer hijo, tiene claro que con sus proyectos no conseguirán que los infantes se “conviertan en artistas”, pero desean brindarles opciones para acercarse a las más nobles expresiones humanas. Las expectativas de crear un cambio profundo en los pequeños son muy pocas, “pero es mejor intentarlo que no hacer nada”.
“El arte no es para educar”
Reyna Pérez no puede evitar llorar cuando recuerda el día en que, durante una función de la obra Alicia en el País del Ballet, un pequeño con alguna discapacidad comenzó a hablar emocionado, algunos espectadores lo callaban y ella les dijo “no, por favor, déjenlo que se exprese”. “Fue tan conmovedor, verlo sentir nuestra danza”, cuenta.
Ella es maestra y ensayadora de la Compañía Nacional de Danza, y hace 10 años creó la compañía Ardentía para experimentar y darle vuelo a sus inquietudes dancísticas, pero una experiencia personal determinó la ruta de la agrupación.
“Mis hijos estaban chiquitos y no encontré obras de danza que fueran atractivas para ellos, así que decidí crearlas. Empecé el grupo con dos personas –actualmente son 14–, hicimos cosas muy pequeñas y al poco tiempo montamos la coreografía de Alicia, que narra la historia de una niña que va a tomar clases de ballet, con la que hace dos años celebramos 200 representaciones, una cifra rarísima para la danza”, dice.
“Imagón y los cuentos del vagabundo”, “El niño que cabalga asteroides” son otras obras que creó para el público infantil y juvenil por una, en apariencia, sencilla razón: “el arte no es para educar, pero si lo acercas a los niños les darás medios para ser hombres más completos, íntegros”.
Entre letras y un elefante
César Delgado es un hombre conocido en el medio dancístico nacional por sus aportes en la divulgación y la investigación; tras más de 30 años de carrera en el DF decidió volver a su tierra natal, Rosamorada, Nayarit, en donde tenía planeado emprender proyectos culturales y personales.
En eso estaba cuando alguien le pidió que impartiera un taller de literatura a los niños de las escuelas del municipio. Dudó, creía no ser bueno para acercarse a esas criaturas que pueden llorar, gritar, reír a carcajadas, correr y brincar en tan solo unos minutos. Accedió y armó el Taller infantil y juvenil de literatura Rosamorada: tierra de encuentros. La sorpresa, dice, fue mayúscula.
“Rosamorada ha cambiado al igual que todo el estado, no se ha salvado de la violencia que se vive en el país y eso se refleja en los niños. Cuando empezaron a entregarme sus historias leí cosas increíbles, escribían sobre temas muy violentos, como asesinados y secuestrados”.
Cambiar la realidad del municipio, dice, es muy difícil, pero no es imposible cambiar las expectativas de vida de sus habitantes más pequeños. “No he intentado engañarlos, ellos saben lo que ven y viven a diario, pero ahora a través de la literatura han volteado a ver otras cosas como el mar, la cultura, la gastronomía, sus familias”.
Además del Taller, César apoya a la compañía de danza clown Triciclo Rojo para que con su escenario móvil llamado “Elefante polar”, haga una gira por seis municipios de Nayarit, junto con otras dos compañías de danza y música. El dos de mayo en Rosamorada inicia la travesía, ahí los niños compartirán su letras.
Agencia El Universal