La traducción de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos al náhuatl, maya, zapoteco, mixteco y tzotzil, las cinco lenguas indígenas con mayor número de hablantes en el país, es bienvenida y considerada como un gran aporte, pero también es motivo de cuestionamientos.
Se celebra que el Estado mexicano a través de la Comisión Especial Encargada de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución mexicana, del Senado de la República, haya emprendido el proyecto de hacer llegar a los indígenas la Carta Magna en sus lenguas maternas; pero auguran que a punto de concluir los trabajos de dicha comisión, se convierta en un proyecto aislado.
La propuesta es calificada de atinada y como un gran logro por los cinco traductores, pero también varios de ellos cuestionan su continuidad, porque no se trata sólo de traducir y hacer llegar los ejemplares a los espacios culturales y educativos de las comunidades indígenas, sino de hacer una labor de difusión y sobretodo de acompañamiento para que ellos conozcan cabalmente sus derechos y obligaciones.
Sin embargo, no es el único tema que les preocupa, en México hay 68 lenguas, lo que significa que el trabajo apenas empieza. Hay otro asunto aún más serio. Los traductores reiteran los beneficios que puede traer consigo, pero son conscientes de que no se impactará a los más de cuatro millones de hablantes (en conjunto) que hay en las cinco lenguas, porque que sean hablantes no significa que sean lectores en su lengua materna.
Problema de fondo
El maestro Javier Castellanos Martínez, traductor del español al zapoteco, cuestiona el impacto que podrán tener estas traducciones; él comenta que el Estado se ha dedicado a castellanizar a los indígenas y que los logros que presumen en educación es porque los han alfabetizado en castellano; es decir, asegura, que muy pocos leen y escriben en su lengua materna.
“La lengua del indígena mexicano el Estado se ha encargado de nulificarla, de olvidarla. Cuando ellos vean una Constitución en su lengua, seguro que primero la van a ver como una curiosidad y segundo se van a encontrar con el problema de que no la saben leer porque nunca les enseñaron a leer y a escribir en zapoteco”, señala el traductor Javier Castellanos Martínez.
El escritor y traductor asegura que con la publicación en zapoteco, los indígenas se van a cuestionar no haber puesto interés en leer y escribir en su idioma; pero también el Estado deberá cuestionarse sobre “por qué ha sido tan etnocida al generar que estos pueblos no sepan leer y escribir en su idioma en pleno siglo XXI”.
Para Castellanos Martínez “la traducción muestra esta terrible injusticia, este terrible olvido y etnocidio que el Estado mexicano está generando con los pueblos indígenas”.
De la misma opinión es el profesor Zósimo Hernández Ramírez, traductor, junto con Natalio Hernández Hernández, de la Constitución al náhuatl. Él afirma que “el Estado ha jugado un papel de truncar e impedir el desarrollo de los propios idiomas indígenas, son los corresponsables de la pérdida de los idiomas indígenas”.
El coautor de esa versión que fue la que arrancó el proyecto en febrero de este año, asegura: “Muchos indígenas somos analfabetas en nuestro propio idioma, por eso la Constitución debe tener una difusión acompañada de agentes de cambio para que no se pierda este gran esfuerzo, hay que diseñar qué más se puede hacer y saber quién va tomar el reto”.
Difusión y acompañamiento
Justo ese es otro de los temas que más preocupa. El maestro Zósimo Hernández plantea la problemática: “A quién le van a transferir la tarea de hacer llegar las constituciones a donde corresponda, quién va a emprender las acciones de acompañamiento para la lectura del material, porque entiendo que la Comisión del Senado cierra sus funciones el día 8 de diciembre; pero entonces ahora qué sigue”.
No es optimista; el maestro asegura que no va a pasar nada más con las constituciones y que se van a quedar como una acción aislada. “Falta difusión de éstas, pero también faltan las traducciones de los otros idiomas, de los restantes 63, pues son 68 los que se reconocen constitucionalmente”.
También al escritor Feliciano Sánchez Chan, quien realizó la traducción al maya, le preocupa el asunto de la difusión porque con la Constitución puede pasar lo que con otras ediciones. Dice que existen muchos libros escritos en maya y también varios traducidos, pero hacen falta acciones que impulsen al uso y el disfrute de esas obras.
“Esta traducción abre una nueva posibilidad. Muchos dicen que para qué publicar en maya si nadie lee en maya, yo digo que como nadie lee hay que inundar a la península con libros en maya. Cuando nosotros nacimos ni siquiera sabíamos hablar, después se nos enseñó a leer y a escribir en una lengua diferente a la nuestra y demostramos que podemos con eso, por qué no habríamos de hacerlo en nuestro idioma”, enfatiza Sánchez Chan.
Los ejemplos sobran. Castellanos dice que en las comunidades “hay bibliotecas donde se habla lengua indígena, pero si uno las visita va a encontrar mil libros en español y cuatro en zapoteco, más o menos”.
Ausencia de política de Estado
Aunque con matices, unos más críticos como Zósimo Hernández, Javier Castellanos y Feliciano Sánchez, y otros más mesurados, como Lorenzo Hernández López, traductor del español al mixteco, y José Vázquez López, que hizo la versión al tzotzil, los cinco traductores refieren la complejidad de la Constitución; de las distintas concepciones sobre cómo se concibe la construcción del Estado mexicano, de lo injusta que es con “los pueblos originales”, de la falta de derechos de los pueblos indígenas.
Mientras Javier Castellanos dice que “Es una constitución hecha expresamente contra los indígenas”, el profesor Zósimo Hernández afirma que uno de los grandes pendientes de la Constitución es el diseño de los derechos de los pueblos indígenas. “No hay una política de Estado para preservar y reconocer los derechos de los pueblos indígenas y por el contrario, si pareciera haber una política de exterminio”.
En otros priva el optimismo. Para el maestro tzotzil José Vázquez López es muy importante “conocer nuestros derechos, todos los ideales de la constitución, las garantías individuales, pero también las problemáticas”.
Hernández López llama a que la lengua no se pierda. “Es nuestra identidad, nos dice a dónde vamos, quiénes somos. Tenemos la seguridad, porque así hablaron nuestros mayores, los filósofos mixtecos, en la memoria oral dijeron que así tenemos que vivir de acuerdo con nuestra cultura, tradiciones, costumbres, y la Constitución está hablándonos de eso”.
No hay datos de cuántos indígenas mexicanos leen en su lengua materna, ni siquiera lo sabe el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) que ha creado el Catálogo de las lenguas indígenas nacionales y la Ley general de derechos lingüístico de los pueblos indígenas. Las cuatro traducciones (que se suman a la náhuatl) que serán presentadas el próximo miércoles 8 de diciembre, tendrán apenas un tiraje de dos mil ejemplares cada una, para repartirse en una población general de más de cuatro millones de hablantes.