¿Cuántos “Ponchis” habrá en todo el país?

Recuerdo que hace dos días que vi el video del “Ponchis” confesando su modus operandi sentí que esta batalla estaba perdida. No era un puberto contando cómo llevó a su dama al cine para robarle un beso en la parte más melosa de la peli, era un sicario de catorce años narrando cómo ejecutaba a diestra y siniestra, cómo si no encontraba a quien le mandaban matar buscaba a cualquier otra persona y “se la bajaba para poder cobrar el encargo”.

¿Cuántos “Ponchis” habrá en todo el país, cuántos niños que el hambre, la admiración o el pinche destino los lleva a abortar al ser humano que llevan dentro? Y es que lo trágico no es qué vaya a ser de “El Ponchis”, desgraciadamente ya lo perdimos y poniéndonos decadentemente pragmáticos es un sicario del montón, no sabe nada extraordinario, vamos, ni para meterlo al programa de testigos protegidos y pagarle la escuela. Lo trágico son todos los niños que en vez de ver en la televisión “El Chavo del 8” ven cabezas tiradas en el piso y colgados en los puentes peatonales, lo trágico es que los espacios públicos donde las familias puedan convivir y crecer cada vez son menos, lo trágico es acostumbrarnos al miedo y que los niños crezcan con él.
Estamos siendo gestores de una generación que está asociando fuerza con balas, belleza con Anahí y Belinda, adolescencia con Danna Paola, educación con Elba Esther, políticos con Noroña, amor con Enrique y Angélica, sindicato con SME, protesta con APPO, democracia con el PAN, México con caos. (Si más de uno de estos entes o personajes está relacionado con Televisa es pura coincidencia).

Sinceramente con estos referentes no veo cómo podamos sustentar las bases para restablecer nuestro tejido social, para evitar futuros “Ponchis”, para que el narco sea visto con lástima y no como un héroe. Sin embargo, no veo el día en que todo lo mencionado empiece a cambiar, así que estamos obligados a hacer lo mejor que podamos con lo poco útil que tenemos. ¿Cómo empezar? No tengo la menor idea, sólo sé que los que andan por la vida pregonando que tienen la respuesta a todo son parte del problema.

¿Entonces qué camino debemos tomar? ¿En qué partido creer si todos están llenos de escorias abrumadoras y rayos de luz que han olvidado cómo brillar? ¿Qué programa veremos si nuestras televisoras no hacen más que enajenarnos? ¿En qué parque jugaremos sin que las balas crucen nuestra portería de ilusiones, sin que el sube y baja de nuestra esperanza tenga una piedra para nunca subir, sin que el columpio de nuestra voluntad no nos impulse por oxidado y corrupto, sin que la banca de los enamorados no esté invadida por marihuanos que no entienden que para que ese churro llegara a sus manos niños como “El Ponchis” jamás besarán a una dama ni tendrán la oportunidad de entrar a una universidad, de ir con su familia al Zócalo un 15 de septiembre y mojarse con espuma, de sentir esa brisa que de repente nos invade y nos dice que las cosas están bien y estarán mejor? ¿Hacia dónde movernos? ¿En quién creer?

Y creo que la respuesta está en aquello que siempre negamos, aquello que tanto miedo nos da levantar en medio de la tragedia, podredumbre, enajenamiento y devastación que nos rodea: El Teletón (o nosotros mismos).

*Estudiante del ITAM Licenciatura en Ciencia Política