Con la sabia paciencia del profeta Job desde hace varias semanas he esperado pacientemente que las autoridades federales, estatales o municipales o los poderes de facto del crimen organizado, del narcotráfico o de la guerrilla, desbloqueen el número telefónico de mi hogar.
Sin victimizarme ni menos envolverme en la bandera nacional denuncio la intervención telefónica ante el presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza.
Hago extensiva la denuncia a los titulares de las Fuerzas Armadas, General Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda; Secretario de Marina Armada de México, Almirante Vidal Francisco Soberón Sanz; Procurador General de la República, Raúl Cervantes Andrade.
Asimismo, al director general del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) Eugenio Ímaz Gispert, y al Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Luis Raúl González Pérez, así como al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa.
Amplío la denuncia pública al Fiscal General del Estado de Oaxaca, Héctor Joaquín Carrillo Ruiz, al Secretario General de Gobierno, Alejandro Avilés Álvarez, al Defensor de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca, Arturo de Jesús Peimbert Calvo.
Irreverente y contestatario como soy, jamás enemigo de los gobiernos de México y Oaxaca y menos del Estado Mexicano, sé los riesgos personales y familiares que corro. Mi crítica las más de las veces es ácida, pero documentada, sin mentir, porque hacerlo es causal de muerte de los periodistas.
A pesar de conocer muchos secretos de la vida privada y hasta íntima de los funcionarios públicos, soy profundamente respetuoso de éstas. Critico severamente su improvisación e ineptitud, resultante de su ineficacia e ineficiencia y, sobre todo, su escandalosa corrupción.
Ciertamente, no dejo títere con cabeza. Censuro y condeno decisiones y acciones de los funcionarios públicos, federales, estatales y municipales, quienes frecuentemente olvidan que son servidores públicos y que su paso por el máximo poder solo dura seis años.
Critico acremente al imperialismo yanqui. Siguiendo el ejemplo del Maestro José Vasconcelos son antiyanqui, no antinorteamericano. Condeno a su Gobierno, particularmente a Donald Trump, pero respeto al pueblo estadunidense. Envidio su patriotismo y su cultura de la legalidad.
Así también censuro frecuentemente a los plutócratas capitalistas, como a los judíos de los clanes Rockefeller y Rothschild, pero lo hago por igual con el libanés Carlos Slim Helú, por financiar aventuras populistas como la permanente campaña presidencial de Manuel Andrés López Obrador.
No soy cómplice ni socio lavador de dinero del crimen organizado o del narcotráfico. Respeto su Código de Honor. Estoy convencido que muchos de ellos son más honorables que los servidores públicos, porque finca su éxito en el honor y la lealtad, mientras los políticos, lo hacen en la traición.
Tampoco soy adicto a las drogas. A disposición de las autoridades de los tres órdenes de Gobierno está mi historial de exámenes antidoping. Los practico como medida preventiva y como prueba para evitar que al agredirme o atentar en mi contra se me acuse de adicto.
No pecó de fariseo, rasgo mis vestiduras y pongo el grito en el Cielo. Sé que mis denuncias afectan muchos intereses al pisar muchos callos. No peco de ingenuo porque sería estúpido hacerlo. No ignoro que cada Gobierno de México y Oaxaca en turno crea sus nidos de escuchas telefónicas.
Existen diversos reportes de inteligencia que revelan que personajes siniestros como Jorge Franco Vargas, Ángel Benjamín Robles Montoya y Jorge Enrique Castillo Díaz, entre otros, han operado nidos de escucha e intercepción telefónica. ¿O acaso será una de las travesuras del Teniente José Manuel Vera Salinas?
No me preocupa que intervengan mis números telefónicos y de mi familia, pero me ocupa el hecho que como ciudadano, abogado y periodista, tenga derecho constitucional a exigir que se respeten mis derechos humanos a la libertad, a la legalidad, a la seguridad jurídica y a la privacidad e intimidad.
Exijo a todas las autoridades respeto a lo dispuesto por el Artículo 16 Constitucional. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento.
Toda persona tiene derecho a la protección de sus datos personales, al acceso, rectificación y cancelación de los mismos, así como a manifestar su oposición, en los términos que fije la ley, la cual establecerá los supuestos de excepción a los
principios que rijan el tratamiento de datos, por razones de seguridad nacional, disposiciones de orden público, seguridad y salud públicas o para proteger los derechos de terceros.
No tengo nada que ocultar. En mi expediente con el que cuentan las autoridades, sobre todo federales, aparece toda la información sobre mi historia de vida y la de mi familia. Dichas autoridades saben perfectamente bien que soy un ciudadano nacionalista, constitucionalista, profundamente respetuoso de las Instituciones Nacionales.
No soy valiente, soy sí audaz y hasta temerario, pero me da temor que con las intervenciones de mis números telefónicos personales y familiares se vaya creando el ambiente propicio que desencadene una agresión o, lo peor, un atentado en mi contra. Respeto y amo a la muerte, pero le temo.
Hay una serie de detalles que me llaman poderosamente la atención: A sugerencia de un experto en telecomunicaciones cubrí la cámara de mis computadoras para evitar ser grabado a distancia. Un día después, apareció bloqueado el número telefónico fijo o convencional, con la leyenda “línea en uso” y así ha estado. Desde un teléfono móvil llamé dos veces al área de Soporte Técnico de Teléfonos de México y extraña e inexplicablemente nunca dieron respuesta a mi llamada. Y así hemos estado sin servicio telefónico porque el número está bloqueado. No tengo adeudos, el cobro está domiciliado y los pagos se hacen de manera automática.
Me llamó la atención que la noche anterior, fuera de horario normal de trabajo, supuestos técnicos de Telmex metieran mano a la Caja de Registro de la zona en la que se ubica mi domicilio, además que Telmex inmediatamente detecta cualquier falla técnica en cualquier línea telefónica.
No tengo una mente calenturienta que me haga ver moros con tranchete, pero ante la creciente espiral de violencia y asesinatos de periodistas más vale pegar un grito en el Cielo y amarrarse el dedo antes que me lo corten. Amo la vida y sus placeres y quiero seguir disfrutando de éstos.
No tengo cuentas pendientes con la justicia. Frecuentemente el Sistema de Administración Tributaria (SAT) de la Secretaría de Hacienda emite Opiniones Positivas por el pago de impuestos de los ingresos facturados de nuestra empresa familiar, la Revista Mujeres.
Tengo el derecho constitucional de proteger la identidad de mis fuentes en la información que documentan mis denuncias. Después de una vida de trabajo tengo miles de amigos en los diversos niveles de Gobierno federal, estatal y municipal. Me dispensan su confianza y gozo de credibilidad con ellos, invaluables valores intangibles de los periodistas, difíciles de obtener y muy fácil de perder.
alfredo_daguilar@hotmail.com