Desatendido PRI en transición; urge rescatar operación política

Al fin humano, limitado y falible, hasta donde sabemos a la luz de los hechos, salvo prueba en contrario, el gobernador electo Alejandro Ismael Murat Hinojosa tiene descuidado y desatendido el fortalecimiento de la estructura sectorial y territorial de su partido, el Revolucionario Institucional (PRI).
Asimismo, tiene descuidado y desatendido el diálogo con las alrededor de 500 organizaciones sociales existentes en las diversas regiones del Estado para darles a conocer que, a querer o no, deben cambiar su modus operandi y vivendi, porque ya no hay ni habrá dinero a manos llenas para sus dirigentes.
Ello no significa, de ninguna manera que no se apoyen los proyectos productivos, debidamente sustentados en los correspondientes expedientes técnicos, pero ya no a fondo perdido, como desafortunadamente se ha venido acostumbrando hasta ahora, con las graves consecuencias del crecimiento exponencial de la deuda pública que suma 20 mil millones de pesos.
Por tal motivo, urge rescatar la otrora, eficaz, eficiente y efectiva, operación política de la vieja clase política oaxaqueña que ayudó a nacer, crecer y desarrollarse, con dinero público, a dichas organizaciones sociales, incluyendo a las más radicales e, incluso, a los grupos armados que operan en Oaxaca.
Como es lógico y natural, entendible, jamás justificable, por cuidar la futura chamba, los integrantes del equipo de transición jamás se atreverán a comentar las fallas u omisiones en que incurre su amigo y futuro Jefe del Poder Ejecutivo Estatal. Quizás lo haga con todo comedimiento Celestino Alonso Álvarez.
Fortalecer y consolidar la fortaleza de la estructura sectorial y territorial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), es indispensable tarea urgente para que sus viejos operadores políticos coadyuven a recuperar la gobernabilidad y la gobernanza, además de abanderar las luchas populares.
Entre éstos eficaces operadores políticos del PRI podemos mencionar, entre muchos otros, a Jaime Larrazábal Bretón, Gregorio Pérez García y Fortino Rivera, quienes hasta ahora, desafortunadamente, están desaprovechados por los dirigentes estatales.
El viejo sistema político mexicano, representado por el PRI, fincó su larga permanencia en el poder presidencial en la estrategia de la operación política, eficaz y eficiente, con todos los partidos y grupos políticos públicos y clandestinos, y en abanderar las luchas populares, lo que dejó de hacer.
A ello se sumaba la amplia y sólida formación político-ideológica en el liberalismo social y la economía mixta, con la activa participación de los sectores público, privado y social; y la movilidad social de sus nuevos cuadros juveniles.
Con estas estrategias, la dictadura perfecta garantizaba a futuro a sus jóvenes militantes una exitosa carrera político-administrativa, a través del activismo permanente en el barrio o colonia, la escuela, los clubes sociales o deportivos, en el trabajo y en la sociedad en general.
El huevo de la serpiente que está terminando por devorar al Partido Revolucionario Institucional, fue incubado por el arribismo trepador de la hoy vieja clase política, bajo el auspicio del populismo izquierdizante del ex presidente Luis Echeverría Álvarez.
Con la incorporación de algunos ex dirigentes del movimiento del 68 y de jóvenes izquierdistas al PRI-gobierno, Echeverría Álvarez, ex secretario de Gobernación del oaxaqueño Gustavo Díaz Ordaz, buscó acallar su conciencia por la brutal represión del 2 de octubre de 1968 y del halconazo del 10 de junio de 1971.
A este primer punto de quiebre, se sumó en mayor medida el también arribismo trepador de los jóvenes efebos tecnócratas de la cofradía de la mano caída durante el gobierno del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado, agravada por la frivolidad de José López Portillo y la escandalosa corrupción de Carlos y Raúl Salinas de Gortari.
La corrupción sin llenadera alguna del hermano incómodo y la vendetta familiar contra Francisco José Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio Murrieta complicó todavía más la otrora solidez que gozaba el PRI, que recibió la puntilla final con la distancia del ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.
Ante la nueva debacle del PRI en México y el inminente alto riesgo que vuelva a perder la elección presidencial en 2018, no necesariamente ante el Mesías Tropical Manuel Andrés López Obrador, Alejandro Murat tiene la gran oportunidad histórica y social de consolidar la fortaleza del PRI desde Oaxaca.
El gobernador electo de Oaxaca tiene a su favor el enorme activo que representa el hecho que el nuevo dirigente nacional del Revolucionario Institucional, Enrique Ochoa Reza, es su amigo y compañero de estudios y departamento al estudiar su postgrado en la Universidad de Columbia.
Esa sólida amistad y confianza debe traducirse cuanto antes en la consolidación del fortalecimiento de la estructura sectorial y territorial del PRI en Oaxaca, a efecto que éste se convierta en garante de la gobernabilidad y gobernanza en el nuevo gobierno oaxaqueño.
Dejar pasar más tiempo implica llegar sin la necesaria y obligada fortaleza a la elección presidencial de 2018 en la que, a querer o no, guste o no, tiene amplias posibilidades, sino de arrasar, sí de ganar la mayoría de las diputaciones federales y senadurías el efecto Peje.
Para nadie es desconocido que Oaxaca se ha convertido en el mayor bastión de Manuel Andrés López Obrador (MALO) y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) por su complicidad con los activistas y milicianos de la Sección XXII de la CNTE.
Alejandro Murat Hinojosa tomará posesión del gobierno de Oaxaca con un enorme bono democrático que tiene que capitalizar a su favor y de su partido, el PRI, en apoyo de su amigo, el presidente Enrique Peña Nieto, y nada mejor para ello que volver sus ojos a las bases de los sectores y movimientos territoriales.

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