La violencia contra las mujeres es un delito que tiene que ser sancionado porque la impunidad sigue siendo la mejor protección para quienes la cometen
Más invisible no se puede. Este 25 de noviembre, día que a nivel mundial se pone en el centro la lucha contra la violencia de género, en México (salvo algunas excepciones) no se hizo un recuento serio de este fenómeno que lacera e impide el progreso del país. Mucho menos mereció una reflexión especial en la reunión nacional de procuradores (realizada justamente en esta fecha) a pesar de que los delitos que más se cometen están relacionados con este tipo de violencia y que en ella está el origen en buena medida de esta descomposición social que se está viviendo. Menos aún le pareció importante al presidente. Estaba más interesado en comentar otros asuntos (algunos muy frívolos) que la situación que viven cotidianamente millones de mujeres mexicanas y que exigen políticas públicas más eficaces. Todos, gobierno, medios de comunicación y sociedad, hemos concentrado nuestra atención en la violencia que genera el crimen organizado, la de los ejecutados, persecuciones, daños colaterales, ajustes de cuentas, ocultando con ello aún más la otra violencia, la de género, y que muchos todavía siguen considerando como normal. Como muestra están algunos códigos penales estatales en los que la reparación del daño en caso de violación o secuestro (aunque en ellos se denomine rapto) es el matrimonio. Vaya idea de justicia en la que la salida para la mujer es casarse con su violador o secuestrador. O los que aún mitigan el homicidio de una mujer cuando el hombre lo realizó por cuestiones de “honor”.
Por eso, aprovechando este momento conmemorativo, es indispensable recordar lo elemental. Primero, que la violencia contra las mujeres es un delito que tiene que ser perseguido y sancionado. Que la impunidad sigue siendo la mejor protección para quienes atentan contra la integridad de una mujer. Segundo, que en este país todos los días hay hogares en los que la violencia es una realidad y que ese mal aprendizaje lleva a que niños y niñas pretendan resolver sus conflictos de esa manera (no por la vía del diálogo y la conciliación). Que las mujeres son víctimas de este acoso también en la calle y en el trabajo. Que los estereotipos que se reproducen en la escuela, en el hogar, en los medios, refuerzan la idea de subordinación de las mismas, así como la de que en su cuerpo se pueden librar toda clase de batallas porque no les pertenece, y una serie de prejuicios que alimentan esta situación que socava a la familia y la sociedad. Tercero, que como lo dijo la ministra Olga Sánchez Cordero, las formas más despiadadas de esta violencia son el feminicidio y la trata que han crecido en los últimos años de manera alarmante en el país.
Los datos no mienten: 8 de cada 10 personas que son víctimas de las redes de tráfico con fines sexuales y comerciales son mujeres o niños. La principal causa de lesión en mujeres entre 15 y 45 años tiene que ver con este tipo de violencia. De las denuncias presentadas, 2 de cada 3 tuvieron moretones, 1 de cada diez se desmayó como resultado de los golpes, 1 de cada 20 presentaron cortadas que fue necesario suturar, 1 de cada 20 tuvieron fractura en algún hueso, 1 de cada 40 se hospitalizaron y así en una espiral hasta llegar hasta la muerte. En los últimos tres años se han logrado documentar más de dos mil homicidios que se pueden tipificar claramente como feminicidio. En encuestas realizadas, el 39.7% de las entrevistadas reportan haber recibido una agresión de carácter sexual en la vía pública y el 30% que ha sido víctima de este tipo de acoso en su trabajo. Ya ni hablar de que en los lugares donde hay confrontación entre bandas del crimen organizado los cuerpos de las mujeres se han convertido en botín de guerra. Por ello, lastima el hecho de que combatir esta violencia no sea una prioridad porque se trata de los derechos humanos y de la vida de más de la mitad de la población. Resulta además preocupante que no se entienda que erradicarla debe estar en el primer punto de la orden del día en una agenda de seguridad que tiene como objetivo sentar las bases de una sociedad pacífica y segura. Pero no es así, lo que debería avergonzarnos. Por lo menos.
Ser… o neceser
No creo que la cosa sea tan sencilla como decir: Lázaro ¡levántate y anda! Aunque como reza el poema: “no lo sé de cierto… lo supongo”.