En la pendiente de un lomerío de El Rosario, al sur de Sinaloa, fue descubierto un entierro de características inusitadas para la arqueología del estado, conformado por elementos de las tumbas de tiro del antiguo Occidente de México y ricas ofrendas depositadas en torno a restos óseos. Al parecer, corresponde a personajes importantes de la cultura que antecedió a las ocupaciones conocidas en Chametla, asentamiento prehispánico con características sedentarias más antiguo de esa entidad (de 350 a 450 d.C.) localizada en el Trópico de Cáncer.
El descubrimiento superó las expectativas de la investigación iniciada como un rescate arqueológico, porque al momento de avanzar la excavación comenzaron a surgir vestigios arqueológicos que no se habían visto en Sinaloa, informó el arqueólogo Víctor Joel Santos Ramírez, director del proyecto.
Primero, decenas de figurillas miniatura, de entre 3.5 y 7 centímetros de largo por 3 centímetros de ancho, la mayoría representaciones femeninas y en menor cantidad de personajes tocando instrumentos de viento y de percusión. “En ninguna otra excavación en Chametla se habían encontrado figurillas en tales cantidades y con inusitadas características, lo que hizo pensar que se trataba de una importante ofrenda, por eso decidimos realizar una investigación sistemática de primer nivel; sabíamos que podíamos encontrar elementos más importantes, no nos equivocamos”, dijo.
El arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) explicó que al continuar con la excavación, las cucharillas se toparon con vasijas y figurillas completas de cerámica: dos cuencos invertidos colocados de manera intencional sobre dos platos y la cabeza de una figurilla del tipo “coacoyolitos” (huecas), con pigmento rojo en el rostro, éstos relacionados entre sí; además de otros materiales dispersos y sin relación aparente: gran cantidad de cuentas y pendientes de turquesa o piedra verde, el más grande de 7 centímetros de largo por 2.5 de ancho, un aro de turquesa de 3 centímetros de diámetro, un malacate, un fragmento de cuenco miniatura y lascas de obsidiana verde.
En seguida hallaron lo que correspondería a una ofrenda in situ, piezas colocadas de manera intencional: cuatro figurillas principales dispuestas alrededor de un plato central con aplicaciones de figurillas más pequeñas tomadas por los hombros representando un ritual, y una maqueta de un templo doble colocada al norte de este elemento. Dos de las figurillas principales representan personajes masculinos y dos a femeninos amamantado, una de ellas del tipo “coacoyolitos” con pigmento rojo en el rostro; las figuras femeninas fueron colocadas con los pies debajo del plato central.
El arqueólogo destacó que las cuatro figurillas principales se encontraron mirando hacia el plato, en tanto que dicha escena es similar a las representaciones en las figurillas de la tradición Teuchitlán, también de las culturas del antiguo Occidente de México.
En otro punto de la excavación se encontraron otras piezas cerámicas en asociación: un personaje en trono —similar al de la figura principal que acompaña al plato ritual— y un cuenco invertido con figurillas de tortugas y otros animales, así como otras antropomorfas, varias de ellas colocadas sobre la cabeza del personaje.
Joel Santos advierte que el asiento o trono de estas figurillas tiene forma de bejuco entrelazado, muy parecido a los equipales que hoy en día se fabrican en Jalisco, lo que ha llamado la atención porque éstos son utilizados hasta la fecha por los marakame (sacerdotes huicholes), al presidir algunas ceremonias. El equipal es de origen prehispánico, se encuentra representado en el Códice Mendocino, pero solamente fue conservado entre los huicholes como un símbolo de autoridad, en Chametla lo encontramos por vez primera en una representación prehispánica.
También se halló una asociación de materiales posiblemente de otra ofrenda, integrada por una vasija miniatura de 7 centímetros de diámetro, tres lascas de obsidiana verde y dos malacates color café, una aguja de hueso y una figurilla con la representación de un personaje con los ojos cerrados. En otro punto se localizó una vasija en forma de pie.
Conforme avanzó la excavación los arqueólogos encontraron los primeros indicios de enterramientos humanos: dos maxilares con los dientes completos y algunos fragmentos de cráneos asociados. Entre los maxilares apareció una figurilla de turquesa de 7.3 centímetros de largo por 2.5 de ancho, asociada a 54 cuentas pequeñas del mismo material y aros de hueso muy fragmentados.
Asimismo, hallaron más lascas de obsidiana, malacates, cerámica miniatura y una olla, así como dos figurillas de grandes dimensiones, casi del tamaño de una escultura, con los ojos rasgados (estilo chinesco), propio del periodo Formativo de las culturas ancestrales del Centro y Occidente de México, asociadas a un elemento arquitectónico.
Dicho elemento está construido por piedras de 10 a 25 centímetros y en los tramos mejor conservados se tienen hasta cuatro líneas de piedras. Podría tratarse de los restos de la cimentación de un muro o de un espacio delimitado para el entierro, explicó Joel Santos, al referir que esta es una de las pocas veces que se descubren elementos de arquitectura prehispánica en Sinaloa.
Finalmente, a 1.15 metros de la superficie, en el nivel más profundo de la excavación y al centro del área explorada, los arqueólogos encontraron evidencias de un entierro humano, posiblemente de varios individuos, con los huesos pintados de color rojo. Además se halló una punta de obsidiana verde y la continuación del alineamiento del muro.
El entierro se localizó en un sitio conocido como loma del Tecomate, parte de un extenso lugar de lomeríos conocido como “Tierra del Padre”, donde la arqueóloga Isabel Kelly, en 1935, registró diversas áreas con materiales arqueológicos que en su conjunto conforman el sitio arqueológico más extenso registrado en Sinaloa.
Joel Santos citó estudios anteriores al hallazgo actual, indicativos de que en Chametla están las culturas sedentarias más antiguas de Sinaloa, correspondientes al periodo Tierra del Padre (350 a 450 d.C.) de la cultura Chametla, “ahora este descubrimiento parece tener relación con un asentamiento anterior a esa época. De confirmarse la antigüedad del sitio, las ocupaciones culturales en este lugar se extenderían posiblemente hasta el año 150 a.C., y el entierro que encontramos, denominado Tumba 1 de Chametla, podría pertenecer a los primeros pobladores de esta región cultural”.
El arqueólogo recordó que debido a que en Sinaloa se ubica el Trópico de Cáncer, las condiciones del medio natural cambian pasando esta línea imaginaria, las cuales han sido determinantes en los asentamientos humanos desde la época prehispánica, como lo muestran las características de las civilizaciones que se desarrollaron en el territorio. Es así que la región de Chametla, ubicada al sur del estado, tuvo más relación con las culturas del Occidente que con las norteñas de cazadores-recolectores-pescadores.
“Es de notar que a pesar de que Chametla está cerca del mar, los recursos marinos no están presentes en los materiales arqueológicos que distinguen a esta cultura, sino los correspondientes a las de otras latitudes, como el empleo de piedra verde y obsidiana, además de piezas cerámicas de un alto desarrollo alfarero.
“Por las características del entierro y sus ofrendas, este hallazgo confirmaría la relación cultural que existió en la época prehispánica entre Occidente y el sur de Sinaloa, en una época temprana para ambas regiones, por lo cual, es probable que los restos humanos de la Tumba 1, correspondan a los portadores de una antigua tradición occidental, quienes al asentarse en esta región, fundaron el asentamiento más antiguo encontrado hasta ahora”, concluyó el arqueólogo Joel Santos.
La excavación se realizó con técnicas modernas de fotogrametría, a cargo del arqueólogo Gibrán de la Torre. El lugar del hallazgo ha sido cerrado y está monitoreado por el INAH, los materiales son restaurados y estudiados en el laboratorio de la Zona Arqueológica Las Labradas, en Sinaloa.