Así lo señala un inquietante estudio del NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) y el Instituto Oceanográfico Scripps, que publica la revista PNAS, de la academia de ciencias de los Estados Unidos.
El trabajo analiza la situación en los últimos 80 años. Es así como entre 1930 y 1970 unas favorables condiciones climáticas y una reducida competencia por el krill hicieron que aumentara el número de esos pingüinos, señala Wayne Trievelpiece, líder del proyecto e investigador de la División de Investigación del Ecosistema Antártico del NOAA.
Explica que gran parte de la abundancia de krill hasta los años 70 se debió a que las ballenas, uno de sus principales depredadores, había disminuido notoriamente por la caza intensiva, pero en los años posteriores los cetáceos comenzaron a recuperarse, lo que se unió a una creciente explotación comercial del crustáceo.
Además, se suman los efectos climáticos derivados del calentamiento global, que han alterado el ecosistema en forma significativa.
Con menos krill para consumir, las dos especies estudiadas redujeron su población.
Al investigador le preocupa en especial el pingüino antártico, el cual se consideraba casi fuera de peligro e, incluso, una especie ganadora con el calentamiento global, ya que sólo se alimenta en aguas libres de hielo durante el invierno.
«Sus poblaciones deberían ser monitoreadas con cuidado, y organizaciones como la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza deberían revisar su estatus de protección. En lugar de estar entre las especies más favorecidas con el cambio climático, podría ser una de las más amenazadas», advierte.
En conversación con El Mercurio, Trievelpiece aclara que aparte de las dos especies de pingüinos estudiadas, el «macarroni», que vive en las islas Georgias del Sur (archipiélago subantártico), también ha experimentado una merma significativa, ya que se alimentaba de krill.
«Ahora depende más del anfípodo (otro crustáceo diminuto) que del krill, pero más del 50% de su población ha disminuido en los últimos 20 años, al igual que las especies de nuestro estudio».
El trabajo de investigación liderado por Trievelpiece ya lleva 30 años y ha contado con el apoyo de expertos chilenos.
«Cuando comenzamos por primera vez nuestra investigación con mi colega Nick Volkman empezamos a trabajar con científicos chilenos en la isla Rey Jorge, en las Shetland del Sur. Nos visitamos y concordamos los protocolos para la investigación», destaca el científico estadounidense.
Para el académico de la Facultad de Veterinaria de la U. de Concepción Daniel González, el trabajo resulta interesante y da mucho para pensar.
«Puede que no sólo se trate de una disminución de la población, sino también es posible que esas aves se estén trasladando a otros lugares», opina. Cuando disminuye el hielo, explica, los pingüinos avanzan hacia el sur, pero la paradoja es que allá tienen menos luz para alimentarse.
Agencia El Universal