Para Marina Goldovskaya existen muchas coincidencias entre el pueblo ruso y el mexicano, entre ellas el profundo cariño por el cine, además de una historia de lucha por la libertad que hace a sus ciudadanos tener una visión más profunda del papel que juega la cultura como conservadora de la memoria.
“En esta visión la expresión del documental tiene un papel preponderante en el siglo XXI”, afirmó la realizadora, quien visita nuestro país para presentar en la Cineteca Nacional el ciclo que lleva su nombre y que se proyectará hasta el 3 de julio.
Después de la proyección de La casa de la calle Arbart, documental donde Marina Goldovskaya muestra la idiosincrasia y problemáticas de la sociedad rusa, a través del microcosmos de los predios compartidos en la Rusia comunista, la cineasta, afirmó que el documental es una de las principales herramientas de la memoria en el siglo XXI y a menudo su financiamiento tiene que hacerse de manera independiente porque toca temas incómodos para el aparato gubernamental.
“En el caso de la producción de La casa de la calle Albert, a principios de los años noventa, nos enfrentamos a la falta de fondos por parte del Estado, porque la idea surgió al ver las condiciones en las que vivían muchas personas hacinadas en los inmuebles de Rusia. Una cinta documental es como un enorme barco al que hay que hacer flotar por todos los medios posibles”.
Afirmó que el documental depende de las relaciones humanas, y por ello siempre carga con flores y dulces para ofrecer a sus entrevistados y protagonistas, para romper el hielo y tratar de ganarse su confianza.
“Ese aspecto humano es vital cuando uno se entromete en la realidad de otras personas, en sus espacios vitales, en su rutina, hay quienes dicen que en mis documentales parece que la cámara es invisible, pero eso se debe precisamente a esa confianza que he logrado captar desde antes. El vínculo profundo con los protagonistas vuelve todo más fácil”.
Dijo que los documentalistas actuales son muy afortunados por la apertura que existe hacia este medio y evocó los tiempos en los que sus trabajos tardaban meses y a veces años para poderse estrenar en un número limitado de salas.
“Mi esposo dice que estoy loca, porque siempre he trabajado con la seguridad de que mis cintas llegarán a un número muy limitado de personas, sin embargo me entusiasma que eso está cambiando, que el documental está siendo aceptado a la par que un filme de ficción, eso trae mucha esperanza a futuro”.
Marina Goldovskaya afirmó que aunque muchas de sus obras fueron creadas en momentos políticos muy difíciles para Rusia y su régimen, en las secuencias a menudos se comprueba que no todo en la vida es blanco y negro.
“Algunas veces he vuelto a ver mis películas y me sorprende encontrar a gente tratando de ser feliz en medio de los tiempos oscuros. Yo creo que el documental es la mejor fórmula para mirar nuestros errores como sociedad, porque si no los vemos una y otra vez, corremos el riesgo de volver a ellos”.
Recordó que se graduó en el Departamento de Cinematografía de Rusia y después fue a trabajar en la televisión pública como asistente, que en ese tiempo era la única ruta para que una mujer pudiera acceder al medio audiovisual en su país.
“Éramos dos mujeres en toda la televisora y nos encargaban los trabajos más duros, desde filmar en la nieve hasta meternos a la profundidad de las minas. Un día nos censuraron por mostrar las condiciones de una fábrica de Rusia donde las personas vivían en condiciones casi de esclavitud, eran temas muy deprimentes, pero nosotras como mujeres dejábamos a un lado la tristeza y el miedo”.
La realizadora aseguró que la música juega un papel vital en sus producciones, porque a menudo complementa y sitúa al espectador en el estado anímico de los personajes.
“Con mis compositores he tenido una relación muy estrecha, a veces edito junto con ellos y armo las secuencias con base en sus partituras. No estoy de acuerdo en que la música no es indispensable en el documental, como lo es en la ficción, ambos lenguajes tienen un espíritu, y donde hay espíritu hay música”.
Con respecto a la crítica que sostienen numerosos cineastas sobre la trivialización que se hace del género documental en las programaciones de espacios televisivos internacionales, Goldovskaya se mostró confiada en que el público tiene hoy una perspectiva más clara de este género.
“El mejor filtro de calidad es el público que sabe reconocer cuando un documental tiene intereses más profundos y cuando está realizado para llenar las programaciones de Discovery o History Channel. Hay muchas variantes en el mundo audiovisual y afortunadamente las personas tienen cada vez más conciencia de lo que está detrás de una obra audiovisual”.
La directora mencionó que el documental continúa siendo una presencia incómoda, por ello los cineastas deben luchar por su permanencia.
“Me han comentado del caso en México del documental titulado Presunto Culpable y el impacto que causó hace unos meses. El documental es un instrumento poderoso que se ha enfrentado siempre a la censura. Jean Luc Godard afirma que las nuevas formas de restarle importancia a una denuncia es diluirla entre muchas, por ello las nuevas generaciones deben seguir cultivando el documental con pasión, fortalecerlo como género, para que cada uno sea único y logre su objetivo”, dijo Marina Goldovskaya.
Las películas que serán proyectadas hasta el 3 de julio en la Sala 4, Arcady Boytler de la Cineteca son Un campesino de Arkhangelsk, Solovski Power, El espejo roto, Los hijos de Iván Kuzmich, El príncipe regresó, Anatoly Rybakov: La historia de Rusia, Tres canciones de la patria y El sabor amargo de la libertad.