Cinco hombres han muerto este jueves en El Cairo en una explosión y en enfrentamientos con la policía en el primer aniversario del golpe Estado que depuso al raïs islamista Mohamed Morsi -según nota de El PAÍS-.
A pesar de haber sido duramente reprimidos, a los simpatizantes de los Hermanos Musulmanes aún les quedan fuerzas para desafiar a las autoridades egipcias. Miles de personas han salido a las calles en diferentes ciudades del país, informa Reuters, en manifestaciones organizadas por la coalición de partidos antigolpe que lidera la Hermandad. La efeméride llega apenas un mes después de la coronación de Abdelfattah al-Sisi, el general que ejecutó el golpe y se impuso claramente en los recientes comicios presidenciales.
Las manifestaciones más concurridas han tenido lugar en barrios periféricos de El Cairo y de Alejandría. La policía, que ha reforzado su dispositivo de seguridad en previsión de las protestas y ha sellado la icónica plaza Tahrir, ha dispersado sin contemplaciones las marchas.
Tres de las víctimas han muerto en El Cairo en enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad, han informado fuentes de seguridad a Reuters. Ha habido disturbios desde en el exclusivo distrito de Mohandiseen hasta áreas más pobres como Haram y Materiya. Las otras dos víctimas murieron cuando estalló una bomba en un piso en Kerdasa, un distrito occidental de El Cairo.
Durante todo el pasado año, la Hermandad, que ha bautizado la jornada de movilizaciones como el “día de la rabia”, ha intentado mantener su pulso con las autoridades en las calles. Sin embargo, estos últimos meses, la brutalidad policial ha conseguido reducir el volumen de las marchas a tan solo varios centenares de personas.
Este jueves, la presencia de manifestantes ha sido mayor; se han contado miles de ellos. El balance de un año de hostigamiento es estremecedor: más de 2.000 personas han muerto en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, mientras que cerca de 20.000 han sido arrestadas, muchas de ellas sometidas a torturas en comisarías y cárceles.
Los activistas y líderes de los Hermanos Musulmanes han sido las principales víctimas de la represión del Estado, pero no las únicas. Tras ser designada como «organización terrorista» el pasado mes de diciembre, todas las actividades de la cofradía han sido prohibidas, y se han congelado los fondos de sus miembros y entidades afines.
Actualmente, toda su cúpula dirigente, incluido el expresidente Morsi, está encarcelada y se enfrenta a una retahíla de procesos judiciales que pueden conllevar unas duras condenas. De hecho, su líder espiritual, Mohamed Badie, ya cuenta con una sentencia firme a la pena de muerte dictada en un macrojuicio que envió a más de 180 personas a la horca. El movimiento, que era tolerado durante la era Mubarak, no sufría un golpe tan duro desde hace más de seis décadas.
Más allá de las manifestaciones, la principal expresión contestataria son los atentados terroristasatribuidos a grupos de inspiración yihadista. Ayer, la explosión de una bomba en un tren de Alejandría causó heridas a cinco personas, según los responsables de seguridad.
Tras un hiato de dos meses, el pasado miércoles se inició una ofensiva con el estallido de cuatro bombas de poca potencia en el metro de El Cairo que provocaron heridas a al menos 6 personas. Los días siguientes, una serie de ataques en la capital y en la península del Sinaí se cobraron la vida de dos civiles egipcios y de ocho policías. Según el Ministerio del Interior, la insurgencia islamista, propulsada por la asonada, ha provocado la muerte de cerca de 500 miembros de las fuerzas de seguridad.
Tras la aprobación de una draconiana ley de manifestaciones a finales del año pasado, el acoso policial y legal se ha ampliado también a los activistas laicos, incluidos algunos símbolos de la Revolución de 2011, como Ahmed Maher o Alaa Abdelfattah. Docenas de jóvenes revolucionarios han sido condenados a largas penas de prisión por el mero hecho de haber participado en «manifestaciones ilegales».
Tampoco los medios de comunicación se han librado de la represión estatal. En un esfuerzo por silenciar cualquier voz disidente, se han clausurado periódicos y televisiones afines a la oposición. Cerca de una veintena de periodistas y colaboradores de la cadena Al Yazira recibieron el mes pasado una dura sentencia de entre siete y diez años de prisión en un juicio con un gran impacto mediático.
Una vez realizados los comicios presidenciales, está previsto que la hoja de ruta de la transición culmine en otoño con la celebración de las elecciones legislativas. El resultado de estos comicios, así como la reacción popular ante los recortes a los subsidios públicos previstas en el presupuesto del Estado, presentado esta misma semana, constituyen los principales desafíos para la consolidación del régimen actual.