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Por: Samanta Nájera Segura
Nutrióloga Clínica, Especialista en Obesidad y Comorbilidades Universidad Iberoamericana, Ciudad de México
Estudiante de la Maestría en Ciencias Médicas y Biológicas Facultad de Medicina y Cirugía, Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca
En México atravesamos una transición epidemiológica que avanza con mayor rapidez de la que nuestros sistemas de salud pueden responder. Las enfermedades cardiometabólicas —diabetes, hipertensión, dislipidemias— se han convertido en una epidemia silenciosa que afecta a millones de personas y compromete la sustentabilidad de la atención médica. En este contexto, la predicción temprana del riesgo adquiere un valor estratégico. Un marcador simple, poco costoso y ampliamente accesible como el índice aterogénico plasmático (AIP) puede convertirse en un aliado fundamental. Este índice, calculado a partir de triglicéridos y colesterol HDL, permite estimar el riesgo cardiometabólico incluso en personas sin obesidad aparente. En nuestra publicación más reciente en Frontiers in Endocrinology, demostramos que un AIP elevado se asocia con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en adultos sin obesidad. La relevancia es clara: el exceso de peso ya no es la única señal de alerta. El riesgo metabólico puede estar presente en personas con peso “normal”, y sin embargo invisibles para los sistemas de tamizaje tradicionales. Los datos de la ENSANUT (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición) Continua 2023 confirman la magnitud del problema: tres de cada cuatro adultos mexicanos tienen exceso de peso y el 18.3 % vive con diabetes, en muchos casos sin diagnóstico. En Oaxaca la realidad es aún más preocupante: 40.1 % de obesidad y 19.2 % de diabetes tipo 2. Estas cifras no son solo estadísticas; son familias enfrentando gastos catastróficos, comunidades sin acceso a tratamientos y un sistema de salud presionado hasta el límite. El panorama internacional refuerza esta visión. En abril de 2025, un consenso liderado por The Lancet Diabetes & Endocrinology redefinió la obesidad como una enfermedad crónica, progresiva y multifactorial. Esta redefinición clínica rompe con la idea de que el peso corporal es el único criterio para estimar riesgo. Una persona puede no tener obesidad visible, pero aun así estar en alto riesgo metabólico. Aquí es donde el AIP cobra relevancia para México. Incorporarlo en la práctica clínica y en programas comunitarios permitiría identificar a individuos en riesgo antes de que desarrollen diabetes o complicaciones cardiovasculares. Es una herramienta sencilla que puede aplicarse en comunidades marginadas, donde los recursos diagnósticos son limitados, y que ayudaría a reducir inequidades en salud. Desde la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca asumimos el reto de producir ciencia con pertinencia cultural y aplicación práctica. Pero la evidencia por sí sola no basta. Se requiere voluntad política para que marcadores como el AIP sean integrados en políticas de salud pública y programas de detección temprana. México no puede seguir diagnosticando la diabetes tarde, cuando ya hay daño irreversible. El mensaje es claro: no podemos seguir esperando a que el exceso de peso sea la única señal de alerta. La prevención debe ser más fina, más inclusiva y más equitativa. El AIP es una de esas llaves que, con visión y compromiso, puede abrirnos la puerta hacia un futuro con menos diabetes y más salud.
Samanta Nájera Segura
Nutrióloga Clínica Especialista en Obesidad y Comorbilidades, Universidad Iberoamericana Ciudad de México
Estudiante de la maestría en Ciencias Médicas y Biológicas, Facultad de Medicina y Cirugía, Universidad Autónoma «Benito Juárez» de Oaxaca.
Email: A2282600@correo.uia.mx
Referencia
Nájera-Segura, N. S., & Cabrera-Fuentes, H. A. (2025). Commentary: The atherogenic index of plasma is associated with an increased risk of diabetes in non-obese adults: a cohort study. Frontiers in Endocrinology, 16, 1605942. https://doi.org/10.3389/fendo.2025.1605942
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