La revista Fortune recogió sus momentos favoritos de la carrera de Steve Jobs.
Un ejemplo, la memoria de la computadora Lisa de Apple de 1983 era de 1.7 MB, suficiente para una o dos fotos, y el costo… 10,000 dólares.
¿A qué se refiere la ‘i’? de iMac y de iPod? Cuando Steve Jobs presentó la iMac en 1998 dijo que la letra significa «Internet, individual, instrucción, información e inspiración».
Jobs le compró Pixar a George Lucas por 10 millones de dólares en 1986. Veinte años después, Jobs vendió la compañía a Disney por 7,400 millones de dólares.
Hoy, Jobs posee 7.4% de Disney, lo que significa 4,500 millones de dólares, más del doble de lo que posee en Apple.
El nombre de Steve Jobs aparece en 313 patentes, que hace indiscutible su naturaleza participativa; aunque sería difícil emularla, los gerentes puede aprender de su capacidad de gestionar y delegar.
El mes pasado, el diario The New York Times publicó un artículo que me provocó tanto interés como sorpresa. Mencionaba que Steve Jobs era el inventor de 313 patentes, y que en 10% de ellas aparecía como el primer inventor listado. Casi todas eran patentes de diseño, un abanico que iba de los reproductores MP3 a los adaptadores de corriente, pasando por las escaleras de cristal en las tiendas Apple Store. Una cifra bastante asombrosa para alguien que no tiene una educación formal en diseño o entrenamiento técnico, mucho más si se trata del CEO de una importante corporación.
A los escépticos que se preguntan si Steve realmente participó en las invenciones, les respondo que sí. Con base en mi propia experiencia, la participación de Steve me resulta totalmente creíble. Apple sería estúpida si coloca el nombre de cualquiera en una patente -mucho menos tratándose de un alto perfil como Steve Jobs- si esa persona no hizo ninguna contribución auténtica. Si Apple colocara el nombre de alguien que no aportó nada, no sólo invalidaría la patente, también expondría a la compañía y a la marca a un serio daño si llegara a descubrirse. Apple es muchas cosas, pero no estúpida.
Considerando, pues, que la contribución de Jobs en las patentes es legítima, ¿qué lecciones se desprenden de esto? Dos puntos se destacan: Steve fue el inventor principal en 10% de las 313 patentes citadas que incluyen su nombre, una minoría al fin, pero nada despreciable. En contraste, el diseñador Jonathan Ive aparece como co-inventor en el 64% de esas 313 invenciones.
Por otro lado, podemos aprender de lo que se dice y de lo que se omite. Lo que el artículo del Times no dice es que al prestarle tanta atención al diseño, Steve tuvo que descuidar otros aspectos del negocio. Y a pesar de eso, un análisis cuidadoso de Apple demuestra que esos aspectos «desatendidos» se desempeñaban tan bien como el departamento de diseño. Si uno quiere aprender de Apple y emular a Steve, hay que estudiar cómo delegaba esos otros aspectos del negocio mientras trabajaba con Jonathan y el equipo de diseño. Eso sí se puede copiar, cómo gestionar y delegar cosas que caen fuera de nuestra zona de confort.
Por último, pese a haber intervenido en numerosas patentes, Steve Jobs no era, un diseñador. Ni tampoco, sospecho, se describiría como uno. Cuando habla sobre el éxito de Apple, lo hace en términos de cuidar («curar» en terminología artística) la experiencia del consumidor. Creo que esa es una estupenda forma de verlo. Y si bien yo no lo veo como un diseñador, sí pienso que Jobs es uno de los mejores «curadores» que he conocido. Y por ello, siempre ha tenido mi respeto.