Encascaradas en los límites hogareños ocurren las nueve historias que dan cuerpo a El último intento, conjunto de narraciones que desmienten todo ideal romántico de las relaciones de pareja, a la par que revelan la dinámica real en que ocurren: la del juego.
Todo juego tiene las mismas características, cuando dos o más partes actúan con opuestos, o al menos distintos intereses y deseos, la consecuencia es siempre por fuerza una competencia.
¿Pero cómo sucede esto? Son tan sutiles las travesías de cada individuo como puede apreciarse en este volumen de cuentos. El más elocuente es El juego. Un matrimonio joven va llegando a su departamento luego de hacer las compras. En la puerta del edificio se encuentran a un muchacho que también vive ahí, y el marido suelta casi ingenuamente la pregunta ¿te gusta el vecino, verdad? Poco rato después ella terminará por confesar, en un arrebato de honestidad que sí. La sospecha se ha sembrado. Más tarde él sale con un vecino, al volver se establece un juego de identidades, él finge ser el amante de su mujer, ella se inquieta pero sigue el juego, en el cual terminarán perdiendo y recuperando.
En una casa con jardín, Daniel, el esposo de Victoria, jugará a ser superhéroe. Sin otro súperpoder que el deseo de mantener a su mujer contenta y ayudar a sus hijos a realizarse, empeñará su tranquilidad en impagables préstamos para emprender la restauración del hogar familiar aferrado a la ilusión de que eso les devolverá la felicidad matrimonial. Para sí, solamente reclama un jardín, un espacio que ha ido construyendo poco a poco, el sitio de su más pleno regocijo. Su posibilidad de sobrevivir. Para Victoria nada será suficiente, cada sacrificio solo abre nuevas exigencias, uno calla y cede la otra reclama sin fin. ¿Qué puede detonar y liberar a una pareja así?
Lo primero que hace Juvencio Cruz cada mañana al despertar es estornudar ocho veces consecutivas, mientras su esposa, Minga, riendo los va contando mientras camina por la casa. Lo segundo es recordar que no ha dormido porque ella no tolera la luz de la Luna. Duerme con un martillo, clavos y una cobija que va clavando a lo largo de la noche conforme los rayos se vayan colando. Desde sus años de no dormir, Daniel la observa sonreír cada día, a cualquier hora. Sólo siente odio por ella y apego hacia su machete. Matar o seguir. ¿Cuál es la meta de ese juego?
No es la posibilidad del amor lo que se explora, sino los límites del ser humano para poder conservarse a sí mismo y ser capaz también de acceder a una experiencia marcada por ritos y expectativas. La lucha es terrible en el cuento Planes de boda que es un recorrido a través de las horas previas a que contraigan matrimonio Álvaro y Matilde. Enmarcadas por el anhelo, la ilusión y el amor esas horas también abren las puertas a cada demonio íntimo del protagonista.
Con la pregunta: “¿De veras quiere que le cuente?” inicia el cuento La tía Inés, y en ese instante el lector ya está lanzado a la aventura de saber lo que ahí va a decirse, y al mismo tiempo sabe que le espera una historia poco usual. La narración que se desarrolla entre olores a sábanas de hotel de paso, entre susurros de cuerpos y deseos fervientes. La tía Inés dedicó su vida a trabajar apasionadamente en el hotel El Principal, porque a pesar de llevar una vida provinciana, la tía hacía lo que se le daba la gana. No pudo existir un sitio que le diera más sentido a su existencia. La tía Inés es sin duda un personaje que vive como en un juego de espejos, necesita ver para ser.
El último intento implica navegar por los agujeros negros de los individuos que deciden significar sus vidas desde el amor. Salen a nuestro encuentro hombres y mujeres superados, asfixiados en y por sí mismos, sin que se den cuenta o con toda conciencia de que han debido doblegarse.
Mariel Iribe Zenil nació en Veracruz en 1983, estudió ciencias de la comunicación en la Universidad de Occidente y Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Ha publicado en las antologías: A fin de cuentos (Instituto Municipal de Cultura 2007), La letra en la mirada (Instituto Municipal de Cultura 2009), Cuadernos de periodismo Gonzo (Editorial Almadía, 2011) y Lados B (Editorial NitroPress, 2011). Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa.