Nadie duda que los libros que editó el impresor Juan Pablos en la Nueva España, entre 1539 y 1560, son joyas bibliográficas, pero en lo que nadie se ha puesto de acuerdo es en la cantidad de impresos, en los títulos, en cuántos ejemplares hizo, y dónde está, si es que todavía existe, el primer impreso que se hizo en estas tierras.
Pero incluso en ese primer impreso aún no hay acuerdo. Hay quien dice que fue la famosa Escala espiritual para subir al cielo, de Juan Clímaco; otros bibliófilos aseguran que fue la Breve y mas compendiosa doctrina christiana en lengua mexicana y castellana, que contiene las cosas mas necesarias de nuestra sancta fe catholica, para el aprovechamiento destos indios naturales y salvacion de sus animas, escrita por Fray Juan de Zumárraga; las dos sólo se conocen por referencia.
Veinticuatro de esas joyas bibliográficas y otras tantas de colegas impresores del siglo XVI de la Nueva España están a punto de convertirse en documentos de consulta pública virtual, gracias a que la Biblioteca Cervantina del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey trabaja en su digitalización.
Daniel Sanabria, coordinador operativo de Patrimonio Cultural del Tecnológico de Monterrey, asegura que este año podrían concluir la digitalización de los impresos mexicanos del siglo XVI, que son parte esencial de su Fondo Reservado y orgullo de esa institución.
“La idea es tenerlos todas en línea, editados con el software que utilizó la British Library, y poder lanzar un sitio adecuado para darle realce a esta rica colección. Es complicado, no es fácil, hay materiales muy delicados, son del siglo XVI, sin embargo, las condiciones de conservación son óptimas”, señala Sanabria.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Sanabria afirma que lo complicado del proyecto es que cada impreso digitalizado estará acompañado de un guión escrito que también podrá ser escuchado.
“En el guión habrá datos del contexto de la obra, quién la hizo, qué comentarios hay sobre ella, también no hay que perder de vista que los impresos varían en el idioma, una gran parte están en latín, hay algunas en lenguas indígenas o ediciones bilingües y en castellano”, agrega Sanabria.
Algunos impresos de Juan Pablos se han exhibido pero con la digitalización llegarán a un público mucho más amplio. “El punto esencial del proyecto es darle la difusión como colección, creemos que estará listo para finales de este año”.
Reescribiendo la historia
En 1539, cuando Juan Pablos salió de Sevilla acompañado por su esposa Jerónima Gutiérrez y por dos operarios -un prensista negro llamado Pedro y un cajista, Gil Barbero-, para instalar en la Nueva España la primera imprenta de América, comenzó la larga historia del libro en México que ha sido muy estudiada por investigadores nacionales e internacionales, especialmente los textos del siglo XVI.
María Isabel Grañén Porrúa, estudiosa del impreso mexicano del siglo XVI y autora del libro Los grabados en la obra de Juan Pablos, ha catalogado 45 libros impresos por Juan Pablos, la mayoría con grabados, que se encuentran en archivos y bibliotecas de todo el mundo.
Sanabria asegura que “Juan Pablos, tanto como editor a nombre de Juan Cromberger como a título propio, editó 35 títulos en México”, de los cuales 24 forman parte del fondo reservado del Tec.
Y es que la Biblioteca Cervantina tiene la más importante colección de impresos mexicanos del siglo XVI, son 63; igual cantidad de obras posee la John Carter Brown Library de la Brown University.
Lo confirma la investigadora de la UNAM, Rosa María Fernández de Zamora en su libro Los impresos mexicanos del siglo XVI: su presencia en el patrimonio cultural del nuevo siglo, donde documenta 124 impresos originales, del siglo XVI, de impresores como Juan Pablos -a nombre de Juan Cromberger y a título personal-, Pedro Ocharte, Antonio de Espinosa, Pedro Balli y Melchor Ocharte.
En ese trabajo, la doctora en bibliotecología documenta el destino que han tenido dichos impresos, título, autor, año de impresión, cuántos son obras únicas, cuáles son los hallazgos y cuántos ejemplares existen de cada uno.
No se sabe cuántos impresos hizo Juan Pablos; se sabe que fueron pocos, pues murió muy pronto, en 1560, que pasó por periodos de penuria por conseguir papel y tinta, y que la primera imprenta de América estuvo en riesgo de desaparecer cuando murió Cromberger en 1540, a un año de la llegada de Juan Pablos a América.
Esas joyas que han sido tesoros de bibliófilos como Joaquín García Icazbalceta, José Toribio Medina, Genaro García y Salvador Ugarte tienen distinto paradero como la Biblioteca Cervantina del Tec de Monterrey, el Archivo General de la Nación, el Archivo Histórico del DF, la Biblioteca Nacional de México, la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, el Centro de Estudios Históricos Carso.
Y en varios archivos y bibliotecas del extranjero, como el Archivo General de Indias, el Archivo General de Protocolos de Sevilla, la Biblioteca John Carter Brown, la Biblioteca Británica y la Nacional de Madrid.
Piezas en la casa del impresor
Lo que sí se sabe es cuál fue el último de Pablos, Manuale Sacramentorum secundum usum eclesiae Mexicanae, un libro que María Isabel Grañén describe como “el libro más bello salido de la primera imprenta mexicana”, del que hay sólo dos ejemplares, uno en la Biblioteca Británica y otro en la Colección Nattie Lee Benson, en la Universidad Texas.
En tanto, la obra más antigua que se conoce y han podido consultar es el Manual de adultos, impreso en 1540, pero sólo se han localizado dos hojas que se conservan en la Biblioteca Nacional de España.
Grañén Porrúa dice que Juan Pablos usó material viejo como las imprentas sevillanas en siglo XV. “Podemos ver cómo él fue usando los grabados, cómo fue poniendo las orlas, cómo las retocó, cómo el grabado se gastaba y lo volvió a hacer. Se ve cómo hay influencia del trabajo elaborado en Sevilla que está en los impresos novohispanos y cómo de pronto hay sorpresas, grabados muy bellos a partir de 1553”.
Otras obras de gran belleza, dice Rosario Paez, jefa del Departamento del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, son Recognitio summularum y la Dialectica resolutio, de Fray Alonso de la Veracruz, impresos por Pablos en 1554 y que son los impresos más antiguos de los cinco que resguarda esa institución.
“Es un trabajo precioso, con carátula a una tinta, grabados de alegorías y en ellas la referencia clara de los impreso de la época, que debían tener una imagen alusiva a la orden a la que pertenece el autor, en este caso de Fray Alonso. Están impresos a dos columnas, las letras capitulares muy bien elaboradas, el papel hecho de algodón”.
Paez afirma que Juan Pablos, como impresor independiente, no tuvo gran producción, pero su mérito fue haber sido el primer impresor, no la gran producción que haya generado, “enfrentó problemas de papel, no tenía para comprarlo”.
¿Incunables americanos?
Sobre si son o no incunables los impresos mexicanos del siglo XVI, aún hay polémica; Sanabria dice que lo son y como tal fueron inscritos como Memoria del Mundo por la UNESCO en 2005 en el rubro Incunables americanos. Libros impresos en México en el siglo XVI.
“El término incunable viene de cuna, cuando se inventa la imprenta en el siglo XV, los incunables son los primeros libros que salen de allí, el incunable es europeo porque la imprenta se inventa en Europa, estas producciones de Juan Pablos y De Espinosa no son incunables, son libros mexicanos antiguos”, dice Paez.
Agrega que la Biblioteca Nacional de México tiene la más rica colección de libros incunables en el país: 160 impresos desde 1467 hasta 1500, pero todos son libros europeos que llegaron a México.
Con todo, los impresos mexicanos del siglo XVI, incluidos los de Juan Pablos, son verdaderas joyas y orgullo de las instituciones universitarias e históricas que los resguardan, “son el orgullo de cualquier coleccionista”, dice Sanabria.
Incluso, Manuel Ramos Medina, director del Centro de Estudios Históricos Carso, afirma que son joyas que no es tan fácil que un coleccionista particular tenga, que ya no están al alcance de nadie.
Ellos cuentan con tres de las obras de Juan Pablos y un total de 17 impresos del siglo XVI, que son parte de sus joyas más preciadas y tienen tanto valor histórico que han hecho facsimilares de algunos.
Agencia El Universal