El secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, presidió hoy en la Plaza de San Pedro del Vaticano la primera misa litúrgica con oraciones especiales dedicadas al nuevo beato Juan Pablo II.
Poco después de las 10:30 horas local (08:30 GMT) una larga procesión de obispos y cardenales atravesó la plaza vaticana mientras un coro entonaba el himno oficial a Karol Wojtyla y se dirigió al atrio de la basílica, donde estaba montado el altar mayor.
Según datos de la sala de prensa del Vaticano a la celebración asistieron unas 60 mil personas, 800 sacerdotes, 150 obispo y 30 cardenales. Fue también expuesta ante los fieles la sangre en estado líquido del Papa, su reliquia oficial.
‘Por primera vez hoy celebramos la eucaristía en honor al beato Juan Pablo II, que todos hemos conocido, amado y reconocemos partícipe de la eterna beatitud’, dijo en italiano Bertone.
‘Iniciamos esta celebración abriendo con confianza nuestro corazón a la misericordia del padre: reconozcamos nuestros pecados e invocamos la gracia de la conversión para seguir el señor sobre el camino de la santidad’, agregó.
Durante la ceremonia se rezó en italiano, polaco y latín; en el momento de las ofrendas hasta el altar se llevó una copia de la estampilla dedicada por los correos de Polonia a Juan Pablo II, una bajorrelieve y un retrato del nuevo beato.
En la homilía de la misa el cardenal Bertone agradeció a Dios por haber dado a la Iglesia católica un Papa que la supo guiar no sólo una proyección universal y una autoridad moral a nivel nunca conocida, sino también una visión más espiritual.
‘Agradecemos al señor por habernos dado un santo como él. Era un hombre verdadero porque estaba inseparablemente ligado a aquel que es la verdad’, ponderó.
Además destacó que la santidad de Wojtyla fue vivida en total fidelidad a la misión que le había sido asignada, especialmente en los últimos meses, en las últimas semanas y hasta la muerte.
‘No se trató de un martirio verdadero, todos hemos visto como se ha verificado en su vida las palabras que hemos oído en el Evangelio’, aclaró.
‘Todos hemos visto como le fue quitado todo lo que humanamente podía impresionar; la fuerza física, la expresión del cuerpo, la posibilidad de moverse y hasta la palabra. Entonces más que nunca, confió su vida y su misión a Cristo, porque sólo Cristo puede salvar al mundo», sentenció.
Agencia El Universal