Aunque parezca difícil de asimilar, hay personas en este mundo a las que no les gusta la música. Lo que para tanta gente es un bien indispensable en la vida, para otros no lo es para nada en absoluto. Lo realmente extraño es que sea un propio músico quien admita que no le gusta la música.
Tal paradoja la ha provocado Phil Collins. Se retiró de la música el pasado mes de marzo para dedicarse enteramente a su vida personal y familiar. Pero sigue hablando para los medios y dice cosas como éstas:
“En realidad no me gusta mucho la música, ni escucho música. Mi hija pequeña, Lily, me pone música de vez en cuando y yo digo “Guau, eso es genial, ¿qué es?”, pero, en serio, no me gusta nada”.
Es probable que se arrepienta en un futuro de estas palabras, especialmente si vuelve a tocar en directo. Aunque en verdad, a Phil Collins ya no le hace falta ocultar lo que piensa. Si siguiera dedicándose a la música seguro que habría sido más comedido en sus declaraciones, pero ahora no deja de ser un músico retirado.
Muchos se refugiarán en los tiempos en los que Collins tocó en la mítica banda Genesis, aunque otros se quedarán con la banda sonora de Tarzán. Sin embargo, la figura de Phil Collins fue apagándose poco a poco con el paso de los años. Quien sabe si su lesión en el cuello, la que le obligó a pasar por el quirófano y la que, después, le inhabilitó para tocar la batería o el piano, no fuese un favor que la vida le concedió a un artista que quizá componía y tocaba por obligación, sin pasión y con cierto dejadez.
Aparte de su lesión en el cuello, en los últimos años Phil Collins no era bien tratado en la prensa por versiones que grabó o incluso por su participación en la banda sonora de Tarzán. En cualquier caso, el ex-músico explotó en un comunicado su web oficial y aclaró que se retiraba de la música sólo y exclusivamente por sus dos hijos y no por la mala prensa que había cosechado, aunque en el comunicado se notó una gran molestia por esta cuestión.
Con información de lapatilla.com