Los etruscos perpetuaron la memoria de sus difuntos, especialmente de las clases aristocráticas, mediante la construcción de túmulos monumentales levantados sobre el terreno con los que las generaciones posteriores podían honrar a sus antepasados. Con el tiempo, estos montículos artificiales se integraron en el paisaje.
En el siglo XIX todavía se podían contar alrededor de 600 túmulos en la necrópolis de Monterozzi, situada en una colina al este de Tarquinia, pero hoy la mayor parte han desaparecido bajo las niveladoras de las máquinas agrícolas. Los tombaroli o saqueadores de tumbas también han causado daños irreparables.
En Tarquinia se conservan cinco sepulcros monumentales: el Túmulo Luzi, Poggio Gallinaro, Poggio del Forno, el Túmulo del Rey y el Túmulo de la Reina.
Estos dos últimos, de época orientalizante, del siglo VII a.C., están situados en el sitio arqueológico de Doganaccia y son unos de los más antiguos e imponentes de Tarquinia.
«Estos sepulcros acogían los restos de personajes prominentes de la comunidad tarquinesa de la época, probablemente aquellos príncipes que las fuentes antiguas denominan lucumoni», explica Alessandro Mandolesi, de la Universidad de Turín, a Historia National Geographic.
Mandolesi y Alfonsina Russo dirigen las excavaciones en la necrópolis de Doganaccia, en las que también participan la Superintendencia para los Bienes Arqueológicos de Etruria Meridional y el municipio de Tarquinia. Las primeras campañas arqueológicas se centraron en el Túmulo de la Reina, que nunca había sido explorado de forma científica. Entre 2008 y 2011 se realizaron hallazgos relevantes.
Durante la campaña de este año, los arqueólogos localizaron una serie de piedras que seguían un desarrollo curvilíneo y que resultó ser el margen de un pequeño túmulo de seis metros de diámetro que había sido nivelado durante las labores agrícolas.
A casi tres metros de profundidad hallaron una losa de dos metros de alto y casi un metro de ancho que sellaba la entrada de una cámara funeraria excavada en la roca. «La tumba había escapado milagrosamente de la acción de los saqueadores», se congratula Mandolesi.
El hipogeo se remonta a comienzos del siglo VI a.C., es decir, su interior permanecía intacto e inviolado desde hace unos 2.600 años, sólo alterado por los estragos que causa el paso del tiempo.