
Detallazo el de nuestro Felca querido al promulgar la “Ley sobre Refugiados” para recordarle al mundo que así como recibimos a los exiliados de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, y las Dictaduras Latinoamericanas; así, hoy seguimos siendo hogar para los desprotegidos y los ciudadanos que padecen la incomprensión de sus gobiernos autoritarios. Ojalá también hubiera hecho las recomendaciones pertinentes a los próximos exilados que quisieran venir a los Narco-Estados Fallidos Mexicanos.
Hubiera advertido que en caso de que quisieran echar una cascarita con sus cuates, no fueran a Ciudad Juárez porque les van a soplar, si bien les va, unos 180 balazos por cabeza: se le pasó comentar que una vez estando en territorio nacional ni se les ocurra pararse por Oaxaca o Chiapas, ya que los pueden secuestrar junto con todos los exiliados centroamericanos (los que no existen) y extorsionar a sus familias para que aflojen lana, y en caso de que no contesten sus familiares, pues ya se los cargó la Niña Blanca, ya que los partirán en cachitos y así medio muertos los van echar en un tambo con aceite hirviendo para que sientan la calidez con la que tratamos a los exiliados de otros países; no habría estado de más mencionar que en caso de que procrearan hijos, no metan a sus bebés a guarderías del IMSS, puesto que tienden a pasar percances menores; y por último, debió recomendar todas las ciudades del norte del país para los refugiados que deseen adquirir un inmueble, ya que por alguna extraña razón (que ciertamente desconocen en Presidencia) ¡hay miles de casas baratísimas!
Como podemos ver le faltó puntualizar muchas cosas a nuestro Felca querido, pero lo bueno es que todo lo que no dijo ya lo saben los millones de ciudadanos del mundo que han considerado venir a vivir (si es que a esto le podemos llamar “vida”) a nuestra narco-nación.
Pero por más que trate de no sentir celos al ver a mi Presi coqueteando con los exiliados de otros países, no puedo evitar que mis carencias emocionales hagan de las suyas.
Así, en un arranque de desesperación por captar la atención de mi Comandante Supremo, por este medio me declaro huérfano de cielo y tierra, exiliado de mi patria. Sí, exiliado. Me han sacado a balazos, granadazos, cubetadas de sangre, aventado cabezas, sesos, gritos y lágrimas de familias acribilladas por soldados drogados con cocaína y metanfetaminas, risas de una niña abortadas porque la subieron a una camioneta para usarla como chaleco antibalas en una balacera, discursos vacíos de un gobierno que se jacta de reducir la violencia atacando frontalmente al enemigo, cuando lo único que hace es radicalizarlo y no tocar las estructuras que de verdad lo derrumbarían.
Éste no es mi México, es una copia que huele a pedo aguado, a garnacha podrida, a colgados en los puentes flotando cual Voladores de Papantla, a políticos más interesados en ver qué nalguita se van a dar que por ayudar a su país, a una sociedad que no se ha dado cuenta del punto muerto en el que está cayendo.
Y sin embargo aún no tocamos fondo. ¿Será? Mejor le preguntamos a Kalimba…