Filipinas: Ecos de la batalla de Marawi.

A casi nueve meses de finalizada la batalla por Marawi, donde cerca de 800 muyahidines de la banda integrista Abu Sayyaf, junto a miembros de lo que se conoció como la organización de los hermanos Maute, vinculados al Daesh, resistieron desde el 23 de mayo hasta el 16 de noviembre a la reconquista de la ciudad por efectivos del ejército filipino, el 31 de julio último frente a un puesto de control del ejército una camioneta cargada con artefactos explosivos improvisados (IED) detonó, en cercanías de la ciudad de Lamitan, en la isla de Basilan en la región autónoma de Mindanao al sur de archipiélago filipino. Esta región permanecerá bajo ley marcial hasta fines de 2018, para permitir el accionar de las fuerzas de seguridad, en procura de eliminar e impedir el reagrupamiento de los militantes fundamentalistas, vencidos en noviembre pasado.
En el hecho murieron un soldado, cinco miembros de la Unidad Geográfica de Fuerzas Auxiliares Ciudadanas (CAFGU) una fuerza orgánica para-militar, junto a tres mujeres y un niño de diez años y el conductor del vehículo, del que se sospecha era un terrorista extranjero.
El atentado no deja de ser sugestivo, tras ejecutarse a solo cuatro días de que el presidente Rodrigo Duterte, promulgara la ley que amplía la autonomía para la región, conocida como la Ley Orgánica del Bangsamoro (LOB) que permitirá a los musulmanes de Mindanao avanzar hacia un autogobierno para 2022, con el fin de aquietar las aguas en Mindanao, donde se concentra la población musulmana del país y que tras la larga batalla de Marawi, la capital de la provincia de Lánao del Sur, los miembros de la comunidad religiosa han quedado gravemente afectados.
Según fuentes del ejército el ataque no habría sido pensado contra ese puesto de vigilancia, sino que la camioneta estalló, cuando fue detenida para un control de rutina, cuando se dirigía, cargada de los IED, a la ciudad de Lamitan, donde se pensaba atacar diferentes objetivos
Se sospecha que la operación terrorista fue planeada por una facción del Abu Sayyaf, asentada en Basilan, dirigida por Furuji Indama, el sucesor de Isnilon Hapilon, líder de la organización wahabita, ejecutor del plan de la toma de Marawi y, hasta su muerte en esos combates, emir del Daesh para el sudeste asiático.
Según fuentes filipinas el grupo de Indama, están activando sus acciones dado que tras la derrota de Marawi, muchos de los militantes de Abu Sayyaf, se encuentran desmoralizados, lo que podría provocar una rendición masiva de los miembros en Basilan, además que tras la puesta en vigencia de la LOB, alcanzada tras los acuerdos de paz de 2014 entre el gobierno y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), el mayor grupo rebelde musulmán, no fundamentalista del país, de origen marxista, que históricamente a revindicado la autonomía de los musulmanes en el sur del archipiélago. La vigencia del LOB, sin duda le quitará al extremismo wahabí, base de sustentación política para sostener su ideología y métodos ultramontanos. El MILF ha condenado y combatido los procedimientos de Abu Sayyaf.
Por su parte Ebrahim Murad, el líder del Frente Moro de Liberación Islámica (MILF), declaró que con la vigencia de la LOB, muchos de los grupos escindidos del MILF volverán a la organización madre, eliminando la posibilidad de nuevas aventuras como la de Marawi.
La ley otorga a Bangsamoro, que en octubre habilitará a Duterte a nombrar a un grupo de 80 constitucionalistas para establecer un sistema parlamentario regional, que entregara poderes políticos y económicos a la comunidad musulmana, los que los sucesivos gobiernos católicos del país le han negado, lo que provocó un largo conflicto militar, que significó casi 150 mil muertos, dos millones de desplazados y ha dado la gran excusa a los radicales integristas a afincarse en la comunidad musulmana. Por otra parte la jefatura del MILF, ha anunciado que cerca de unos 40 mil de sus milicianos serán desarmados.
La región de Bangsamoro incluye parte de Mindanao, la segunda isla más grande de Filipinas y un archipiélago de unas doce islas menores, donde ancestralmente, se producen actos de piratería. Cerca de cinco millones de musulmanes viven en esa área, que históricamente ha sufrido los niveles más bajos de empleo, ingresos, educación y desarrollo económico del país dado la condición católica de los gobiernos filipinos que se sucedieron desde su independencia de los Estados Unidos en 1946.
Si bien se estima que son pocos los miembros del Abu Sayyaf y de los hermanos Maute, que aún quedan con cierto poder de combate, una facción también adscripta al Daesh conocida como Bangsamoro Islamic Freedom Fighters (BIFF), dirigida por Abu Misri Mama, con cientos de combatientes, separados del Frente Moro de Liberación Islámica en 2008, y que se mantuvo al margen de las acciones de sus hermanos en la operación de Marawi, anunció que no respetara al LOB, denunciando que solo benéfica al MILF, y advirtió sobre futuros ataques de su organización en respuesta a esos tratados, exigiendo más autonomía a los musulmanes en Mindanao.
Marawi año cero.
Marawi, una ciudad de 200 mil habitantes, a poco más de uno año del inició de los combates, que se extendieron durante casi 180 días, y según cifras muy oficiales, murieron solo 802 muyahidines, 160 miembros de las fuerzas de seguridad y 47 civiles, sigue siendo un perfecto testimonio del wahabismo, la que prácticamente la ha reducido a cenizas. Las ruinas que han permanecido de pie, como los de la mezquita verde Bato Ali de Gomisa Avenue, muestras en su cúpula, el minarete y las paredes, las consecuencias de las miles de balas, metrallas y bombas de hasta 250 kilos, que a lo largo de los meses de combate la han tenido como objetivo principal de los ataques del ejército. Las grietas abiertas permiten que la luz del día alcance los sótanos que durante semanas protegió a los terroristas juntos a varias docenas de sus rehenes. Miles de viviendas, locales comerciales, edificios estatales han sido destruidos, centenares de vehículos retorcidos y oxidados, alcanzados por los misiles y los bombardeos de la aviación, son el paisaje, prácticamente imperturbable desde el fin de la batalla.
Las autoridades han impedido que los vecinos vuelvan a sus casas por la cantidad de trampas explosivas, sembradas por los terroristas y artefactos como granadas y bombas, que todavía siguen activas. Los ingenieros militares estiman que por lo menos se necesitara un año y medio más para desactivar las municiones sin estallar, incluidas algunas bombas de 250 kilos lanzadas por los aviones de combate FA-50 de la fuerza aérea filipina.
En torno a la reconstrucción de la ciudad ya se erige el consorcio chino Bangon Marawi, como el gran candidato a hacerse cargo de los proyectos de infraestructura gracias a las gestiones de presidente Rodrigo Duterte quien desde su asunción en 2016 ha incrementado los lazos comerciales entre Manila y Beijing.
Marawi, no solo es una herida abierta en el inconsciente colectivo de los filipinos, sino que se ha convertido en un faro a seguir para los miles de muyahidines altamente entrenados y armados que han quedado a la deriva tras las derrotas en Sira e Irak, por lo que no será extraño que en algún lugar de las vastas y descontroladas selvas filipinas en cualquier momento resurjan los ecos de la batalla de Marawi.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.