Francisco…clamó por el fin de toda violencia absurda

El Papa Francisco clamó por que “cese el fragor de las armas”, por el fin de “toda violencia absurda”, y porque la comunidad internacional “no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria y los numerosos refugiados”.

En su mensaje de Pascua, en el cual hizo mención a las principales zonas de conflicto en el mundo, y ante más de 50 mil personas congregadas en la Plaza de San Pedro que no obstante el frío y la lluvia que se abatió durante toda la mañana, el líder católico recordó a los estudiantes asesinados por terroristas en Kenia y pidió libertad para todos los seres humanos.

“El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad”, afirmó el Papa, asomado al balcón central de la Basílica de San Pedro.

Precisó que la resurrección de Jesús muestra a todos el camino de la felicidad, un sendero que incluye la humillación para acceder a los “bienes de allá arriba” y precisó: “El orgulloso mira desde arriba hacia abajo, el humilde desde abajo hacia arriba”.

Estableció que el mundo propone la competencia, el hacerse valer, el imponerse, mientras los cristianos tratan de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Advirtió: “Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza”.

“Imploremos al señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz”, sostuvo.

“Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo y que son tantos”, añadió.

Entonces citó algunos conflictos en particular. Pidió rogar por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países.

Urgió a la comunidad internacional a no permanecer inerte ante la “inmensa tragedia humanitaria” dentro de esos países y “el drama de tantos refugiados”.

Imploró la paz para todos los habitantes de Tierra Santa y deseó que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

“Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación”, dijo.

“Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”, señaló.

Instó a encomendar “con esperanza al señor misericordioso” el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, refiriéndose al compromiso para evitar que Irán pueda construir la bomba atómica. Expresó su interés en que sea un “paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno”.

Llamó a todos a elevar una oración por los secuestrados, los desplazados y quienes han perdido la vida, especialmente los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia, a manos de terroristas islámicos.

Pidió orar también para encontrar la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo, así como de ucrania.

Solicitó la paz y libertad para los tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales; para las víctimas de los traficantes de droga, “muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana”.

Invocó el consuelo para los marginados, los presos, los pobres y los inmigrantes, a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; y a cuantos están de luto.

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