El Papa Francisco desafió aquí a cientos de miles de jóvenes a proponerse cambiar el mundo, levantando puentes, destruyendo muros y construyendo fraternidad, ya que “no venceremos al terror con más terror”.
Francisco encabezó una vigilia festiva y de oración en el Campus Misericordiae, una explanada a las afueras de Cracovia, Polonia, prevista para acoger los eventos centrales de la Jornada Mundial de la Juventud.
Según los organizadores, los presentes superaron el millón de personas.
Antes de tomar la palabra escuchó los discursos de tres jóvenes, entre ellos un refugiado sirio de nombre Rand, quien imploró a la multitud no olvidar a su pueblo, sumido en un sangriento conflicto.
Este testimonio impactó especialmente al Papa, quien recordó la situación violenta en esa tierra.
Pidió a todos rezar por el sufrimiento de tantas víctimas de la guerra, de tantas familias sirias y de otras partes del mundo, para que todos comprendan de una vez que nada justifica derramar la sangre de un hermano.
“Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror”, aseguró.
“Nosotros hoy estamos aquí porque el señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia”, agregó.
Francisco cumple una visita pastoral a Polonia, que inició el miércoles pasado y concluirá este domingo.
Más adelante instó a los jóvenes a vencer el miedo que conduce al encierro y a su “hermana gemela”, la parálisis, por la cual se siente que en el mundo no hay espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes y, en definitiva, para vivir.
Ese “es de los peores males que se nos puede meter en la vida”, ponderó sosteniendo que la parálisis hace perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad, de soñar y caminar juntos.
Advirtió sobre otra parálisis “más peligrosa”, una que confunde la felicidad con un “sofá”, el pensar que para ser feliz se necesita un buen sillón que ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros, que garantice horas de tranquilidad para trasladarse al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora.
“La ‘sofá-felicidad’ es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, ya que poco a poco, sin darnPAPA FRANCISCOos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros”, apuntó.
“Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos, eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón”, añadió.
El Papa Francisco indicó que el mundo no se hizo para “vegetar”, pasarla cómodamente, hacer una vida de sofá que adormezca sino todo lo contrario, el mundo es “para dejar huella”.
Aseguró que es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella, pero sostuvo que cuando se elige la comodidad, el confundir felicidad con consumir, entonces “el precio que se paga es muy caro: perder la libertad”.
Precisó que Jesús es “el señor del riesgo”, no del confort, de la seguridad y de la comodidad; por eso para seguirlo se necesita “una cuota de valentía”, animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos para caminar senderos jamás pensados, nuevos horizontes capaces de contagiar alegría.
Llamó a seguir “la locura” de encontrar al hambriento, al sediento, al desnudo, al enfermo, al amigo caído en desgracia, al que está preso, al prófugo y al emigrante, al vecino que está solo. “Dios nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales”, apuntó.
Reconoció que actualmente es mucho más fácil fijar la atención en lo que divide y en lo que separa, porque cada vez más muchos creen que encerrarse es la mejor manera de protegerse del mal.
“Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros”, estableció.
Solicitó construir, en ese mismo momento, un puente de manos. Entonces invitó a todos los presentes a darse la mano, generando una impresionante cadena humana. “Es el gran puente fraterno, y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo”, ponderó.
Tras su discurso, que fue interrumpido numerosas veces por aplausos y concluyó con gran emoción, el Papa encabezó una adoración al santísimo antes de dar la bendición final. Francisco se retiró a descansar pero los presentes dormirán en el mismo campo para participar este domingo en una misa por la mañana.