Llamada por sus locales cariñosamente como Mainhattan, por el río que la recorre, Frankfurt es la gran sorpresa de Alemania. Esta ciudad europea, conocida principalmente por su aeropuerto o la banca, es capaz de engatusar al viajero mostrando sus dos caras: una parte moderna, llena de altos rascacielos, y un rico casco histórico. Su barrio financiero, donde se encuentra el Banco Central Europeo (Eurotower), le ha otorgado esa fama más seria que le ha hecho ganarse el nombre de Bankfurt.
A pocos metros está la bolsa, con el típico toro y el oso y, a su alrededor, grandes avenidas llenas de tiendas de marca y centros comerciales. Los altos edificios que rodean esta parte son algunos de los más altos de Europa. Desde ellos se obtienen algunas de las mejores vistas de la ciudad, aunque al anochecer no hay que perderse la estampa que nos regalan cualquiera de los puentes que cruzan el río Main.
En el centro lo que encontramos es su cara más clásica. Un casco antiguo que gira entorno a la plaza de Römerberg, donde se encuentra la oficina de turismo. Esta parte es la que más sufrió durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que la mayoría de los edificios de la zona tuvieron que ser reconstruidos. Lo más sobresaliente es la catedral de San Bartolomé, que hasta los años 50 fue el edificio más alto de la ciudad y, desde entonces, sigue siendo uno de los símbolos de Frankfurt. Igual que su ópera, cuyo edificio no pasa desapercibido para el viajero.