Durante cinco años de colaboración con Greenpeace, he sido portavoz de muchas causas, una de ellas la importancia de proteger nuestro maíz, ese grano que todos los días está presente en la mesa de millones de mexicanos y que ve amenazada su milenaria existencia por empresas trasnacionales que quieren sembrar maíz transgénico en nuestro país.
En este recorrido me he cruzado con una gran diversidad de personas y posturas diferentes alrededor del maíz y su modificación genética.
He conocido y escuchado detenidamente a quienes argumentan que los organismos genéticamente modificados son una solución para el hambre en el mundo, que son seguros para el medio ambiente y que además traen beneficios económicos. Pero sus razones no han sido suficientes para convencerme.
En este camino también he conocido y escuchado a gente como don Ángel Mendoza, un campesino que se ha organizado con otros agricultores para reunir desesperadamente -con tan solo unas hojas de papel y pluma – un millón de firmas que los ayuden a proteger el maíz nativo, herencia que recibieron de sus ancestros, y por el que han trabajado durante generaciones.
Ellos saben que de autorizarse estos cultivos en nuestro país deberán pagar por la semilla que hoy siembran libremente. Es simple: las semillas transgénicas son propiedad de las empresas que las crean, por lo que tienen derechos sobre su uso, comercialización y cultivo.
Esas corporaciones trasnacionales insisten en liberar en el campo mexicano sus semillas transgénicas pese a la evidencia científica de los impactos irreversibles para el medio ambiente y están destinando grandes cantidades de dinero para revocar la orden de un juez que ha prohibido la siembra de maíz modificado genéticamente.
Afortunadamente existen organizaciones civiles, campesinos y activistas organizados para impedirlo pero eso cuesta mucho dinero. Por esta razón se ha lanzado una campaña internacional de recaudación de fondos para reunir 14 mil euros en 50 días que serán destinados a la defensa legal del maíz nativo, si no lo hacemos perderemos nuestro maíz, y no habrá vuelta atrás.
Con esta dinámica demostraremos el poder de la organización ciudadana en todo el mundo para la defensa del maíz y con él, los derechos sociales, ambientales y económicos de los mexicanos. Ayúdanos a lograrlo con tu donación.
Gabriela Garza