Será cuestión de modas. O tal vez de paladares. Pero desde hace un tiempo, el gin-tonic se ha aupado como bebida favorita de una gran parte de la sociedad. Con pomelo o pepino, y servida o no en copa de balón, esta mezcla de ginebra y tónica ha sido la gran culpable de una extraña fiebre que ha conseguido revolucionar bares, consumidores y productores.
Lo extraño es que la fiebre por el gin-tonic nace en realidad de la mano de la medicina. En 1625, la cerveza y el vino eran las bebidas alcohólicas más consumidas. Sin embargo, un investigador de la Universidad de Leiden buscaba un producto que mejorara la función renal. Ya en aquella época se sabía que el etanol era un buen diurético, por lo que aquel científico, llamado Franz de la Boé, decidió añadirle bayas de enebro para que maceraran en el alcohol.
Así nació la ginebra, una bebida cuya producción era más sencilla que la del vino. Apenas cuarenta años después de su obtención, ya era popular en Reino Unido. ¿La razón? Económica. Los impuestos sobre la cerveza habían subido considerablemente, haciendo que buena parte de la sociedad se decantara por el consumo de ginebra.
Y si el nacimiento de la ginebra fue culpa de un médico, podemos decir que la producción de la tónica fue consecuencia de una enfermedad. En 1740, nace en Alemania Jean Jacob Schweppe. Con sólo 43 años, este joyero y científico aficionado describe el primer proceso industrial para obtener agua mineral carbonatada artificialmente.
Casi un siglo después, la bebida se populariza en las colonias británicas de la India, pues previene contra una terrible enfermedad: la malaria. ¿El motivo? La tónica contiene quinina, un alcaloide obtenido del árbol de la quina (Cinchona pubescens), capaz de eliminar los parásitos responsables del paludismo. Dado su sabor amargo, los británicos comenzaron a mezclarla con ginebra, que camuflaba el potente gusto del tratamiento antimalárico.
Info: http://alt1040.com/2014/10/gin-tonic-curiosidades-ciencia