México, D.F.- Un entierro de más de 500 años de antigüedad, integrado por el esqueleto completo de un individuo, alrededor del cual estaban dispuestos más de un millar de huesos humanos de niños, jóvenes y adultos, fue localizado recientemente por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) en el Centro Histórico de la Ciudad de México, al pie de lo que fue el Templo Mayor de la antigua Tenochtitlan.
El hallazgo es único en su tipo, pues si bien con anterioridad se habían encontrado otros enterramientos múltiples de la cultura mexica, este es el primero en el que se observa el esqueleto de una persona adulta acompañado por piezas óseas humanas de diversas edades, destacó el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, responsable del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH.
Además de los restos óseos, informó, se encontró una estructura circular de tezontle que contenía un tronco, el cual por su ubicación, correspondería a uno de los árboles ‘sagrados’ asociados a lo que fue el adoratorio a Huitzilopochtli, y a la plataforma circular —descubierta en 2011— que se determinó es uno de los cinco cuauhxicalco (edificio ceremonial) que tuvo el recinto sagrado de Tenochtitlan.
Los descubrimientos ocurrieron durante las labores que se realizan en el predio denominado Plaza Manuel Gamio, para la creación de un vestíbulo de acceso a la Zona Arqueológica y Museo del Templo Mayor.
El entierro fue descubierto aproximadamente a cinco metros de profundidad respecto al nivel de calle, bajo un piso de lajas de basalto que corresponde a la etapa constructiva V del Templo Mayor, que abarca de 1481 a 1486, de modo que los especialistas estiman que las osamentas datan de ese periodo.
“Los huesos estaban depositados directamente sobre la tierra; el esqueleto completo se halló en el costado poniente del espacio funerario —de 1.9 m de largo y 65 cm de ancho—, en tanto que el resto de los huesos se encontraban alrededor de éste, algunos de ellos agrupados en pequeños conjuntos, caso de las costillas y los fémures”, describió el arqueólogo Raúl Barrera.
La antropóloga física Perla Ruiz, encargada de la excavación, abundó que el esqueleto completo corresponde a una mujer joven, lo que se ha determinado por la forma del cráneo y de la pelvis.
Indicó que tras concluirse la extracción de los restos se contabilizó un total de mil 789 huesos, entre los que se han identificado 10 cráneos, tres de niños y siete de adultos, así como algunas vértebras y esternones con posibles huellas de corte. Por la cantidad de piezas óseas, los investigadores creen que fueron exhumados en esa época de algún otro lado, lo cual se determinará con exactitud con estudios de fechamiento.
La especialista comentó que todos los huesos fueron enviados al Laboratorio de Antropología Física del Museo del Templo Mayor, donde serán sometidos a análisis osteológicos, para determinar aspectos como el número exacto de individuos que conforman la ofrenda, el sexo y edad de cada uno de ellos, patologías y marcas que determinen el tipo de actividades a las que se dedicaron en vida.
Por su parte, Rocío Morales, arqueóloga encargada de la investigación del entierro prehispánico, indicó que entre los objetos encontrados hay una pequeña olla de cerámica, que se halló del lado izquierdo de la osamenta completa, además de diminutos fragmentos de carbón.
“Asimismo, a 35 metros de distancia del enterramiento, se descubrió una estructura circular hueca de tezontle con recubrimiento de estuco —de 1.6 metros de diámetro—, en cuyo interior había un tronco de encino, que posiblemente data del lapso que va de 1440 a 1469, lo que se infiere porque el piso donde se localizó corresponde a la etapa constructiva IV del Templo Mayor”, destacó Raúl Barrera Rodríguez.
Dicha estructura se detectó frente a la plataforma con cabezas de serpiente (localizada en 2011), a dos metros de distancia aproximadamente, y con dirección a donde estuvo el adoratorio de Huitzilopochtli, dios mexica de la guerra, lo que sugiere que se trata de uno de los árboles ‘sagrados’ del recinto ceremonial de Tenochtitlan.
Lo anterior, dijo el arqueólogo, se infiere a partir de las crónicas de fray Bernardino de Sahagún y Diego Durán, quienes en sus textos Historia General de las cosas de la Nueva España e Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, refieren que había diversos árboles con significado ritual dentro del recinto sagrado, toda vez que “para las culturas mesoamericanas, sus ramas eran el sostén de la bóveda celeste y los conductos de los flujos cósmicos; en tanto sus raíces, los caminos hacia el inframundo o Mictlan”, explicó Barrera Rodríguez.
“Los mexicas creían que había cuatro árboles que ‘sostenían’ los nueve niveles de la bóveda celeste y eran los conductos del cosmos. A través de sus troncos huecos llegaban al mundo las influencias benéficas y dañinas que los dioses enviaban, quienes eran responsables de causar severos daños y, al mismo tiempo, de dar todos los bienes”.
“Dicho hallazgo confirma lo que las fuentes históricas describen, aunque por el momento ignoramos las funciones específicas de este tronco —de 2.2 metros de largo y 40 cm de grosor—, por lo que el arqueólogo Edgar Nebot García, del Museo del Templo Mayor, continúa la excavación e investigación de la estructura circular que lo rodeaba, con el objeto de dilucidar su relación con el cuauhxicalco y con lo que fue el adoratorio a Huitzilopochtli”, puntualizó el responsable del PAU.
“El tronco —dijo el arqueólogo Raúl Barrera— se descubrió por debajo del nivel de piso donde estaban depositadas 11 esculturas que fueron rotas en la época prehispánica, y que hallamos en una fosa durante 2010 y 2011. Debajo de estas, se observó un relleno prehispánico de tezontle, tierra y tepalcates que sepultaba una estructura circular de la que desplantaba un tronco fracturado en dos partes, que quizá se haya hecho de manera intencional, aunque por el momento ignoramos por qué motivos”.
Por su parte, Dara Valencia Hernández, responsable de las labores de restauración en la Plaza Manuel Gamio, señaló que los restos del árbol presentan buen estado de conservación, solo con algunos signos de ataque de insectos, por lo que es fumigado constantemente, como proceso de conservación preventiva.
“Una vez terminadas las obras de infraestructura del nuevo vestíbulo para la Zona Arqueológica y Museo del Templo Mayor, el tronco y su estructura circular, serán exhibidos en el espacio donde fueron encontrados para disfrute y conocimiento de los visitantes”, concluyó Raúl Barrera.