Il Postino divide al público en el FIC

Guanajuato.- El público en el Teatro Juárez aplaudió. Algunos lo hicieron de pie. Otros gritaron “¡bravo!”. Sin embargo, hubo otros, como algunos críticos, que no volvieron al tercer acto, o directores de orquesta que miraban impávidos cómo el elenco recibía el júbilo de la audiencia.

La recepción de Il Postino, de Daniel Catán, en el Cervantino tuvo comentarios como: “¡Maravillosa, espectacular!” y “es linda…, sólo eso”.

Alrededor de Il Postino han girado muchas emociones. Es una ópera que se estrenó con éxito con la Ópera de Los Ángeles, teniendo como una de las voces principales a Plácido Domingo. Luego vino el anhelo del creador por presentarla en el país que lo vio nacer. Después, la muerte repentina del músico, en abril pasado, desde entonces el luto ha acompañado al montaje. “Pese a todo lo que se le puede criticar, es del maestro Daniel Catán y debemos celebrar su estreno en México”, dice un crítico.

La dirección escénica de Ron Daniels mezcla en la ópera conceptos teatrales, dada su amplia experiencia en la dramaturgia de Shakespeare, algo que resulta inquietante para el melómano que prefiere el concepto tradicional.

Sin embargo, se admira su toque cinematográfico, pues le da una nueva visión al montaje, pues hay elementos de transición muy rápidos -gracias a la escenografía de Riccardo Hernández-, y al uso de las nuevas tecnologías como los proyectores de 20 mil lumens, donde se reproducen imágenes, incluso algunas reales de conflictos policiales de hace muchos años en Chile, así como palabras de puño y letra, combinación que resulta única.

Pero hay algo que, coinciden algunos, no se puede dejar pasar: es la producción en México la única que no cuenta con la participación de Domingo como Pablo Neruda, sustituido por el español Vicente Ombuena. “No nos trajeron el elenco con el que Catán trabajó”, se comenta en los pasillos.

A la mayoría parece no importarle la sustitución e igual ovacionan al tenor; además, pocos reparan en su constante mirada clavada en el director de orquesta Israel Gursky, ni en su casi imperceptible resbalón al moverse la plataforma para cambiar de escena.

Mario y Beatrice

“¡Es azul, Beatrice es azul!”, exclama entusiasmado un joven durante el intermedio. La escena en donde Mario Ruoppolo (Israel Lozano) expresa su amor por la joven Beatrice Russo (Amanda Squitieri) ha logrado conmover a la audiencia. Sus interpretaciones son las más ovacionadas.

Beatrice forma parte del elenco original, Lozano no. Su actuación es también punto de discusión. Los más son atraídos por su frescura, por la inocencia del personaje que siente una profunda admiración por Neruda, y por la entrañable relación amorosa que logra construir con el poeta, a partir de una pregunta que logra dinamitar la curiosidad del chileno: “¿El mundo entero es una metáfora?”. Los menos, atajan: “Su voz suena cansada”.

Previo a la función que se desarrolló la noche de jueves y que repetirá hoy, Lozano confiesa su felicidad por participar en una ópera que entremezcla música clásica y contemporánea y elementos jazzísticos.

“Ha sido muy bonito cantar en español, aunque se use un castellano latinoamericano y particularmente mexicano, pensé que iba a ser complicado. En esta obra hay mucha alevosía, premeditación y nocturnidad, cada compás está muy bien pensado y lo que más me gusta es que mi personaje descubre, a través de la poesía, el poder de la palabra”, dice.

Lozano participó en la función en Viena, y luego lo hará en Chile. “Cada estribillo tiene su librillo. En el mundo del arte las comparaciones son horrendas, pero lo que puedo decir es que Vicente ha dado un Neruda muy interesante. Este elenco tiene una grandísima química y creo que eso se refleja. El músico siempre renace ante una nueva propuesta, este caso no es la excepción. Para nosotros ha sido una gran responsabilidad estrenar en México, el país del querido Daniel”.

Tercer acto

El sentido del humor se desvanece para dar cabida al dramatismo. Neruda vuelve a Chile, dejando a sus amigos que encontró durante su exilio en Italia. Mario y Beatrice esperan a su pequeño hijo. El cartero finalmente escribe su primer poema, convencido de que, como ha dicho Neruda, se debe dar voz a los desprotegidos, certeza que le costará la vida.

La música llega a su clímax, la escena en la que Mario decide enviar a su amigo una carta sonora gracias a un aparato de grabación, le brinda al espectador un ejemplo de la brillantez del compositor mexicano.

Es el tercer acto lo que, para muchos, resume lo mejor y lo más cuestionable de Catán: música y libreto. Como sea, el estreno de Il Postino en Bellas Artes y ahora en el Festival Cervantino es una de las mejores noticias que ha tenido la música mexicana.

Agencia El Universal