Donald Trump ha confirmado una primicia de Teléfono Rojo: Roberta Jacobson deberá dejar la embajada de Estados Unidos en México el 20 de enero.
La información, publicada este viernes 6 de enero por el periódico The New York Times en su página de internet, fue adelantada en este espacio el 10 de noviembre pasado, hace casi dos meses.
Según el diario, el oficio entregado a Jacobson fue firmado el 23 de diciembre pasado, dos días antes de navidad y casi un mes antes de asumir la presidencia de los Estados Unidos.
Los lectores de Teléfono Rojo están servidos una vez más.
A continuación la columna del 10 de noviembre, bajo el título Roberta Jacobson es empleada de Clinton, no de Trump:
Seguramente Roberta Jacobson no lo dirá en público, y es entendible.
Pero ella siempre tuvo dos escenarios:
La posible victoria de Donald Trump, como sucedió para sorpresa del mundo y zozobra de los mercados bursátiles y cambiarios.
El peso mexicano, termómetro de esos temores, es el mejor referente.
La embajadora en México también tenía otra certidumbre:
Si se daba la victoria del republicano, sus días en la capital del país estarían definidos.
Hasta enero.
Lo confirmó los días finales de agosto pasado.
Mientras Luis Videgaray explotaba su relación personal con Jared Kushner, yerno de Donald Trump, para traer a Los Pinos al candidato, Roberta Jacobson, en particular, y la embajada, en general, eran ignoradas.
Nada nuevo: si hasta la canciller Claudia Ruiz Massieu fue sorprendida con todo agendado, no podía esperarse una cortesía elemental hacia Jacobson.
Ahora la suerte está echada.
Intenso programa y renuncia lista
Si algo debe destacarse de Roberta Jacobson es su institucionalidad.
Ante los temores sobre Donald Trump, ha promovido una agenda para dar firme y larga solidez a la relación bilateral.
Así seguirá, pero ya tenía lista su renuncia.
Si es normal la declinación al cambio de gobierno, en este caso más porque se prevé cambio de política.
Y un dato clave:
Ella escaló hasta secretaria de Estado adjunta al amparo de Hillary Clinton, la demócrata a quien Trump ha prometido llevar a la cárcel.
Si por Jacobson fuera, continuaría en México.
No lo ve en su destino, pero actúa con extrema institucionalidad y diplomacia, como muestra su mensaje de ayer:
“En ocasiones, el cambio puede generar ansiedad, pero como lo he dicho muchas veces, tengo la confianza en que nuestra relación posee raíces firmes en los valores e intereses que compartimos. Esta relación seguirá siendo sólida en beneficio de ambos países”.
La prioridad es “asegurar una transición del poder fluida” y “seguir adelante con nuestro trabajo para fortalecer los lazos entre México y Estados Unidos”.
A tapar omisiones preelectorales
Lo advertimos aquí antes de las votaciones: México descuidó el impulso de empadronamiento y promoción del voto en Estados Unidos.
Hoy, consumado el triunfo de Donald Trump y con la incertidumbre de la política hacia el país, la Cancillería deberá reforzar su trabajo con los méxico-americanos en triple vía:
Defenderlos si el republicano cumple la amenaza de aplicar un gran programa de deportación de indocumentados, entre quienes se encuentran once millones de mexicanos.
Fortalecer los lazos de entendimiento con las autoridades estadunidenses con miras a atenuar la persecución de ese conglomerado bajo riesgo.
Llegado el caso, coordinar las actividades de deportación para evitar envíos de migrantes a regiones distantes a su lugar de origen.
Un programa intensificado desde los tiempos de Vicente Fox y Felipe Calderón, en sentido contrario al acuerdo migratorio con enchilada completa incluida,