Hace 10 días, Gonzalo Vega develó la placa por 100 representaciones de la obra No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, en la que trabajan sus hijas Marimar y Zuria.
Luego de la ceremonia correspondiente, el primer actor anunció ante los medios que desde hace más de un año padece mielodisplasia, un tipo de leucemia latente.
¿Por qué decidió hablar públicamente de su enfermedad?
Por varias razones. Se habían publicado muchas versiones infundadas acerca de mi estado de salud, había mucho asedio conmigo y con mis hijas por ese tema, y era muy notorio que había estado rechazando ofertas de trabajo, sobre todo en teatro. Me llamaron para Los lobos, para Todos eran mis hijos y para La retirada, y obviamente dije que no. Vino la invitación para develar la placa de la obra donde trabajan mis hijas, y pensé que era momento para aclarar las cosas.
¿Cómo se manifiesta la enfermedad?
Tengo rachas en las que me siento muy bien y otras muy mal. Te dan un tratamiento con quimioterapia light, subcutánea, que te lleva al infierno y luego te recuperas hasta el punto de sentir que no estás enfermo.
En este año me fui con mi esposa a ver corridas de toros a Bilbao, Santander y Nimes, y me sentí de maravilla. Si esto no acaba de funcionar bien, tomaré la decisión de aceptar una quimioterapia más fuerte. También existe la posibilidad de un trasplante de médula ósea, pero no soy un buen candidato por la edad.
¿Cómo ha enfrentado el reto de su enfermedad?
“Como toro me crezco en el castigo”, diría Miguel Hernández. Me contaba Marimar que la madre de una amiga suya se paralizó cuando le dijeron que tenía cáncer; yo no, hay que echar pa’ lante.
¿Qué ha aprendido en estos meses?
A querer todavía más a mi familia. También a valorar el tiempo; los humanos somos dados a pensar que seremos eternos, sobre todo cuando hemos tenido buena salud, como era mi caso. Ahora tengo la certeza de que la vida es breve. Como dicen la coplas de Jorge Manrique: “No se engañe nadie, no, / pensando que ha de durar lo que espera / más que duró lo que vio”.
¿Cuál es el origen de su enfermedad?
Hay muchas teorías, pero no se sabe a ciencia cierta. Tal vez sea genético, pero sucede que mis padres fueron muy longevos, los dos vivieron 94 años. Es un misterio.
¿El diagnóstico se lo dieron en la ciudad de Houston?
Fui porque me lo pidieron mis hijas. Me dieron el mismo diagnóstico que en México, sólo que en inglés y con un pago muy abusivo en dólares. Lo primero que te piden es un depósito muy fuerte con tarjeta de crédito; en una semana me dieron dos consultas y me hicieron tres análisis. Suficiente para que se quedaran con el depósito, no te devuelven ni un centavo.
¿Dónde lo atendieron?
En el MD Anderson, el centro de cáncer más grande del mundo. Un lugar un poco snob, donde casi tienes prohibido preguntar cuánto costará tu tratamiento; si lo haces, te voltean a ver como si les mentaras la madre… me trataron mejor en Cancerología, aquí en México.
¿Tiene más ganas de volver a las tablas o de visitar su ganadería?
Tengo el apoyo de los míos y mucha fe en mí mismo; sé que un día voy a regresar al teatro, pero creo que eso va a tardar un poco más. Es más factible que antes regrese a ver cómo están las cosas en mi rancho.
¿Su hijo no quiere ser novillero como usted?
Afortunadamente no, ja ja, lo mío fue una locura. La corriente antitaurina y ecologista de ahora hace difícil que los jóvenes se interesen en la fiesta brava… popularmente ya no interesa.
A Vargas Llosa sí le interesa.
Sí. Leí hace poco un texto suyo en defensa de la fiesta y me pareció muy brillante.
Agencia El Universal