La nube negra

Vamos a contarnos una tontería. Tú te ríes y yo te miro; reír, vivir, conmigo

Salí del metro Hidalgo con mi comanche Rober (mejor conocido como “Pibe”, “Archi” o “Ente Surrealista”) rumbo al café del octavo piso del Sears que se ubica justito en frente de Bellas Artes; allí nos estaba esperando el conocido, afamado y reclamado Beto Juan junto con dos nuevos carnalotes del alma que nos presentó en ese momento: la Lucero y el Luis (los LL pues).

Una vez pagada la cuenta, descendimos a las turbulentas calles del Centro Histórico un viernes a las seis de la tarde. Nos encaminamos rumbo a la plancha del Zócalo para matar el tiempo, ya que nuestro rumbo final era la Arena México, pero faltaba todavía mucho para los trancazos.

Durante el trayecto a tan desgarrado recinto las conversaciones y silencios se entrelazaban por cada uno de los integrantes del quinteto. La única acción ininterrumpida era Rober jugando con una teibolera de plástico tamaño miniatura que compró afuera de la Torre Latinoamericana.

En esas andábamos cuando todas las personas comenzaron a voltear hacia atrás y señalar al cielo. Una nube negra estaba cubriendo la punta de la Torre Latino y se aproximaba venturosamente hacia el Zócalo, pasando por nuestras cabezas.

No puedo hablar por lo que hayan sentido los demás, pero a mí se me salió un pedo del susto; empecé a pensar los peores escenarios: un bombazo en algún punto de Reforma (posiblemente el Senado), una balacera y decenas de autos incendiados, Peña Nieto en un mitin en Garibaldi, otro Casino Royale pero ahora era el Teatro Hidalgo, lo peor de lo peor.

Sin embargo, proseguimos nuestra Caravana al Zócalo; de todas formas, si algo feo iba a pasar ya estábamos en el peor lugar, y si uno es lo mejor de lo peor, pues mejor que se disponga a disfrutar su poco de albedrío.

Una vez en la plancha el caos y la vida se encargaron de la trama. Una doña cantando mantras cristianos a la vez que su amante predicador gritaba quien sabe qué artículo de los estatutos del PAN; un ex militar ahora vagabundo gritando que ahora sí ya nos cargó la chingada y unos chavos como nosotros burlándose de él.

Seguimos caminando para después sentarnos a ver la nube alcanzarnos. El que nos alcanzó primero fue el militar chiflado, el cual encontró en la camisa verde olivo de Beto Juan el símbolo que necesitaba para quitarse sus lentes negros y confesarnos que había ido a la universidad, tenido una familia y sido paracaidista boina roja. Nos contó que dormía en frente de la Suprema Corte y que amanecía todos los días viendo a niños de la calle vender gelatinas a las cuatro de la madrugada. Cuando nos dimos cuenta él ya estaba sentado con nosotros y un silencio tristísimo nos invadió a todos.

No les contaré cómo se despidió, porque sería estúpido decir que esa mirada ya se fue.

Después fuimos a enajenarnos al magnánimo 78 Aniversario del CMLL, con la batalla campal de “10 cabelleras en juego en jaula”. De dicho evento solo les puedo decir que nunca creí ser capaz de decir tantas peladeces y albures; además de que ahora soy tremendo admirador de El Negro Casas y El Felino, todos unos hombres.

A la salida de las luchas Rober remató la noche diciendo que había vivido un día “Pocalíptico”, le preguntamos si no quiso decir apocalíptico y nos dijo que no, que fue un día “Pocalíptico”. Yo lo quiero.

La nube negra se debió a que se incendió el Wal-Mart de Buenavista, pero francamente, creo que las tinieblas llevan mucho tiempo encima de nosotros…

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