Lanzarote es una isla de volcanes, representante de esa otra Canarias menos concurrida y más genuina.
Un territorio de acantilados de lava petrificada, danzas islas y tortitas de gofio, en el que una gota de agua es un tesoro.
Además, esconde entre sus roques piedras basálticas y campos de tuneras, el secreto de César Manrique, el artista que luchó por preservar la identidad cultural canaria e integrar el paisaje, sin mancillarlo, en el desarrollo urbanístico.
La obra de Manrique (1919-1992) está repartida por toda la isla, pero una manera de empezar a descubrirla es salir desde Arrecife, la capital, hacia el norte y, a 13 kilómetros, parar en el pueblo de Guatiza.
Allí se puede visitar la primera de sus obras: el Jardín de Cactus, con más de 10.000 cactáceas traídas de todo el mundo.