Federico García Lorca contagiaba vitalidad y genio allá por donde pasaba, su magnetismo era por todos conocido, y prueba de ello fue el viaje que hizo a Buenos Aires y Montevideo en 1934, de donde volvió como una auténtica celebridad. El libro Lorca y Uruguay, paisajes, homenajes, polémicas recupera ese hito.
Escrito por los profesores uruguayos Pablo Rocca y Eduardo Roland, Lorca y Uruguay, paisajes, homenajes, polémicas, que publica ahora en España y próximamente en América Latina la editorial Alcalá, recupera este importante episodio en la vida del poeta, tanto en el ámbito personal como en el artístico y creativo por su alcance.
«Marcó para siempre a sus coetáneos, y es un recuerdo que sigue vivo en la memoria de quienes le conocieron, por las resonancias específicas que tuvo su obra» , según palabras de los autores, que ponen al servicio del lector toda la investigación sobre este viaje, la presencia del poeta granadino, la repercusión de su obra, sus polémicas y la larga sombra del autor, que se prolongó hasta hoy.
Todo ello narrado entre la crónica y el ensayo para contextualizar los 18 días que pasó Lorca en Montevideo, en 1934, después de estar en Buenos Aires.
Lorca desembarcó la mañana del martes 30 de enero de 1934 en un puerto donde le esperaban ya muchos periodistas, literatos y amigos, y la última de sus charlas la dio el 14 de febrero. Dos días después se volvió a Buenos Aires, desde donde regresaría, a mediados de mayo, a España, donde le esperaba Margarita Xirgù para estrenar en Barcelona Yerma.
«Ignorar a Lorca en Uruguay es algo difícil para quien haya cruzado por los estudios secundarios y aún primarios. Su obra está presente siempre, desde hace décadas. Desde antes de su muerte, y aún cuando este era un prometedor joven autor de Libros de poemas. Es uno de los pocos clásicos a escala contemporánea en lengua española, muy representado en el teatro uruguayo, tanto oficial como independientemente» , explica a Efe el profesor Pablo Rocca.
El libro aporta una importante perspectiva, algo diferente a la de Ian Gibson y Andrew Anderson, que analizaron la significación de Montevideo para Lorca, añade Rocca, y es que él y Eduardo Roland ponen su mirada sureña para buscar, «al margen de lo anecdótico y lo erudito, qué de Lorca entendieron los uruguayos, qué importaba, en qué medida su obra y su persona significaron algo para las polémicas, las estéticas y los alineamientos internos».
Y, algo fundamental para los autores, «por qué su obra y su imagen continuaron venerándose aún tantos años después de su muerte» , añade Rocca.
Días muy felices para el de Granada -que por aquel entonces era para los latinoamericanos «el gran dramaturgo en lengua hispana» – que se llenaron de homenajes, mesas redondas, charlas, cenas y comidas con múltiples amigos. Días de recitales con versos de El Romancero gitano, Cantares o los versos negros de su Poeta en Nueva York, aliñados con su risa y simpatía.
Un Lorca que se dejó querer y que levantó disputas por su persona entre los escritores de diferentes posiciones estéticas y políticas.
«Desde ‘La high society’ -argumenta Rocca-, que llegó a invitarlo a alguna reunión en algunos de sus elegantes salones, cosa a la que accedió gustoso; pasando por los sectores populares hasta la nada antipática acogida del régimen dictatorial muy singular que entonces se había instalado en el país, la llamada dictablanda de Daniel Terra, quien asistió a una de las conferencias que el poeta dio en el Teatro 18 de Julio».
En cuanto a sus asuntos sentimentales o su condición sexual, Rocca añade que no han encontrado ninguna mención, pero sí una un tanto curiosa por «lo errática» , y es que un cronista del periódico España Republicana le tildó de «seductor de señoritas».