México.- Hace un año Joaquín Cosío llegó al aeropuerto para viajar a Chihuahua, llevando en su brazo el premio Ariel que horas antes había ganado por su papel de Cochiloco en la cinta El infierno, pero no lo dejaron abordar.
Las razones que le dieron es que, al tratarse de algo metálico, podría ser utilizada como arma.
Sabían quién era yo, porque habían visto la película, les dije que lo acababa de ganar y ni así.
“Jamás los pude convencer y perdí el avión, pero eso sí, ¡todos los de la aerolínea me pidieron tomarme una foto con ellos!”, recuerda entre risas Cosío.
Lo que le pasó al famoso Mascarita de Matando cabos puede ser, diría alguien a quien le gusta ver señales en todo, una muestra de lo que significa el Ariel, premio entregado anualmente por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC, por sus siglas) a lo más granado del cine nacional.
Mientras los actores se enorgullecen de ganarlo (aunque algunos como José María Yazpik, aceptan haberlo tenido la puerta del baño), al gran público parece no importarle.
El problema se incrementa cuando, de acuerdo con los organizadores, es el desdén, pues los recursos otorgados por parte de las autoridades hacendarias desde el año pasado no habían sido liberados.
Todavía hace unos días miembros de la Academia estaban cooperándose para poder pagar las estatuillas, valuadas en 800 mil pesos, que se entregarán el sábado en el Palacio de Bellas Artes. “Dicen que están trabajando, pero nada más eso”, subraya Carlos Carrera.
Bruno Bichir, que fue invitado a formar parte de la Academia, opina: “El apapacho es importante, si no hay dinero, que se haga en el Zócalo y se entreguen abrazos a los ganadores, sería padre”.
Sin apoyo de la tv
En España, el premio Goya a lo mejor del cine ibérico es televisado en vivo por TVE, que a su vez es productora de varias cintas.
En México a las televisoras públicas no les atrae la ceremonia. Y cuando se les ha invitado, explica Carlos Carrera, piden quedarse con todo el dinero generado por publicidad.
“Ponen condiciones inaceptables cualquiera de las dos (Televisa y TV Azteca)”, dice el cineasta.
“Nos dicen que ellos organizan la ceremonia con sus artistas, prohibiendo la presencia de actores de la competencia (que podrían estar nominados); que ellos la comercializan, ponen sus cantantes, conductores y se quedan con todos los ingresos de publicidad ¿está chida su propuesta no?”, explica el también realizador de El crimen del padre Amaro.
Así, Canal 22 será, al menos todavía por este año, la única señal que difunda la ceremonia, aunque ya diferida.
Los problemas
La Academia se constituyó en 1946 para premiar a lo mejor del cine nacional.
Pero en 1958 se suspendieron por problemas con productores, restableciéndose en 1972.
En 1998, tras años de baja producción (registrándose, ese año, menos de una decena de filmes), la AMACC se reestructuró. Dos años después, el director Arturo Ripstein (El lugar sin límites y renunció a la misma por sentirse lejos de ella.
Después los productores de Y tu mamá también y El espinazo del diablo no las inscribieron por considerar que habían sido desairadas en el camino al Oscar y luego la cinta Al otro lado, de Gustavo Loza, con más de 30 premios internacionales y también elegida para buscar la estatuilla hollywoodense, no figuró en el Ariel.
En 2009 el actor Daniel Giménez Cacho leyó una carta en plena ceremonia, firmada por varios productores, pidiendo una refundación.
Este año la compañía Ánima Estudios decidió no inscribir sus películas Don Gato y su pandilla y La leyenda de la llorona, tras ser desairados antes.
“A la Academia la respeto, sus miembros tienen una trayectoria con respecto a hacer películas, pero no de animación”, dijo Fernando de Fuentes, director de la compañía.
Agencia El Universal