Hacia el año 220 a.C., el primer emperador Qin Shin Huang ordenó reunir los tramos de fortificaciones construidas anteriormente, a fin de crear un sistema de defensa coherente contra las invasiones de los pueblos del Norte.
Los trabajos de edificación de la Gran Muralla prosiguieron hasta la dinastía de los Ming (1368-1644), dando por resultado la obra de ingeniería militar más gigantesca de todos los tiempos. Su gran valor arquitectónico es comparable a su importancia histórica y estratégica.