La cantante y actriz estadounidense Miley Cyrus abandonó a su ‘alter ego’ Hannah Montana a golpe de sutil provocación, espíritu roquero y un atrevido vestuario durante el concierto inaugural, en Quito, de Gyspy Heart (Corazón gitano), en su primera gira tras su separación de la factoría Disney.
La cantante, de 18 años, encendió a las 18 mil personas, en su mayoría niños y adolescentes acompañados de resignados padres, que asistieron al espectáculo haciendo gala de una más que óptima calidad vocal con temas como Who owns my heart, Can’t be tamed o The climb.
Miles de prepúberes, pues la media de edad rondaba los doce años, gritaron enérgicamente el nombre de la cantante durante el concierto.
Niños y no tan niños probaron que el espíritu »Montana», a pesar de que la actriz dejó la serie hace un año, perdura aun en el imaginario, y las televisiones, de los ecuatorianos.
«Estoy ansioso por ir a este concierto. Miley Cyrus es mi ‘dola’ pop favorita. Yo soy fan y seguidor de Miley Cyrus y Hannah Montana», exclamó Kevin, de 10 años, poco antes del concierto.
«Era fan de la serie, y mi marido me regaló la entrada para el concierto» , explicó Joana, de 22 años, una de las seguidoras más creciditas.
Con un significativo Liberty Walk dio inicio el concierto.
Una Miley Cyrus vestida completamente de cuero, con botas, »shorts» y top negro con lentejuelas, a medio camino entre la Cher más ochentera y una »dominatrix», expresaba así su deseo de dejar de jugar con muñecas y alejarse de la etiqueta Disney.
Incluso se atrevió con algunas versiones, como I love Rock & Roll, ante la atónita mirada de mucho niños que por su corta edad no conocían ni la versión que a su vez hizo Britney Spears del clásico, o una libre interpretación de Smell Like Teen Spirits de Nirvana, en la que la ex Hannah Montana emuló a Kurt Cobain.
Miley, consciente de que su legión de admiradores llevaba cientos de pancartas y camisetas de su época Disney no dudó en rememorar los grandes éxitos que la llevaron a la fama.
Party in the USA, 7 things o Fly on the wall fueron hípercoreados por el público, y en el tramo final, una combativa y azucarada The Climb llevó a las lágrimas a más de uno.
Pero fue Cyrus, precisamente, quien se llevó la corona a la más melodramática. Lloró en Every rose has its thorn y se abrazó emocionada a una bailarina en el siguiente tema para después explicar: «estoy llorando porque estoy tan feliz de estar con ustedes esta noche».
A pesar de la emotividad de algunos momentos, el espectáculo, con espléndidos bailarines pero algo sobrecargado de luces, no perdió la festividad ni la energía.
Más de seis cambios de vestuario, en los que abundó el negro, el plateado, las botas altas y los corpiños, probaron la voluntad de convertir la gira, que recorrerá latinoamérica, Filipinas y Australia, en un todo un espectáculo.
En su mayoría, Miley interpretó temas de su último álbum I can’t be tamed, y brilló tanto en baladas, Forgiveness and Love, como con las piezas más electrónicas, Who owns my heart.
Con esta última canción, y ataviada con un vestido rojo estilo »manga» japonés, puso punto final a más de hora y media de concierto.
Si una cosa quedó clara es que ganas e ilusión no le faltan a esta »teenager» para mantenerse en la brecha y no seguir la senda de las otrora estrellas de la Disney y hoy olvidadas, como Hillary Duff, o vapuleadas, rehabilitadas y presuntamente ludópatas, como Lindsay Lohan.
Demi Lovato o Selena Gómez, también surgidas de la factoría infantil, van pisando fuerte, pero a juzgar por el entusiasmo y entrega encima del escenario, la Cyrus no está dispuesta a ceder el trono de enésima princesita del pop.
Agencia El Universal