Guadi Calvo*.
El último sábado 27 de julio, a media mañana un grupo de aldeanos fue atacado cuando regresaban a la aldea Badu Kuluwu, desde otra aldea cercana, Goni Abachari, en el distrito de Nganzai cerca de Maiduguri, capital del estado de Borno, después de haber asistido a un entierro, por miembros del grupo fundamentalista Boko Haram, que se movilizaban en varias motocicletas.
Según se conoció más tarde el ataque se produjo en represalia por un enfrentamiento a principios de julio, en el que aldeanos locales y fuerzas civiles de autodefensa asesinaron a once muyahidines, a los que además les incautaron 10 fusiles ligeros Kalashanikov (AK-47).
En el ataque del sábado que inicialmente se había contabilizado 10 víctimas mortales y 10 heridos, se constató más tarde que las bajas civiles llegaban a 65, después que se descubrieron más cadáveres en las cercanías del lugar de la emboscada. Muchos analistas coinciden en que este tipo de represaría apuntan fundamentalmente a intimidar a otras comunidades vecinas que pretendan conformar grupos de autodefensa.
El jueves anterior, por la noche, después de asaltar una base militar cercana combatientes de Boko Haram habían atacado el campamento de desplazados Dalori 1 ubicado a las afueras de la ciudad de Maiduguri, ocupado por unas 26 mil personas, donde mataron a dos internos y saquearon varios almacenes robando gran cantidad alimentos, medicamentos y otros insumos, además de incendiar varias carpas.
La guerra declarada por la organización wahabita contra el estado nigeriano, el último 26 de julio cumplió diez años. Una década en que los insurgentes provocaron más de 35 mil muertes y obligaron a cerca de dos millones de personas a desplazarse en búsqueda de lugares más seguros. Además de extenderse sus acciones a varios países vecinos como Chad, Níger y Camerún, El nacimiento de Boko Haram, quedó señalado aquel 26 de julio de 2009, cuándo a última hora de la noche, una serie de ataques simultáneos contra estaciones de policía en varias ciudades del noreste del país, liderada por Mohammed Yusuf.
La gran campaña comenzó en la ciudad de Bauchi, capital del estado homónimo, donde más de 50 personas fueron asesinadas y varias docenas resultaron heridas cuando varias decenas de militantes de la hasta entonces solo secta religiosa Jam? at Ahl as-Sunnah lid-Da wah wa l-Jih?d o sencillamente Boko Haram atacaron una estación de policía, tras la detención de varios de sus líderes. Pocas horas después de las acciones de Bauchi, se repetían en más de una docena de pueblos y ciudades de norte nigeriano, en la ciudad de Maiduguri, donde en esos días murieron más de mil personas.
A diez años de aquellos y a pesar de la operación del ejército nigeriano Lafiya Dole, en idioma hausa “bien hecho”, puesta en marcha en mayo de 2016, y que pareció en un primer momento que podía contener la escalada de violencia takfirista, está fracasando. En junio pasado las acciones del grupo wahabita, dejaron más de 353 muertos, de ellos 57 soldados tras una serie de asaltos a aldeas y puestos militares, 70 de las bajas se produjeron en Níger. Además hubo 60 secuestros extorsivos. Uno de los ataques más importantes fue el del 30 de junio donde un triple atentado suicida en el pueblo de Konduga, a 38 kilómetros de Maiduguri, que dejó treinta muertos (Ver: Nigeria: ¿Cuál es el plan?)
La mayoría de estos hechos fueron ejecutados por el sector de Boko Haram liderando por su jefe histórico Abubakr Shekau, ya que sus ataques no se diferencian de blancos civiles o militares, mientras que el otro sector escindido en 2016, conocido como Provincia del Estado Islámico de África Occidental (ISWAP), dirigido por Abu Musab al-Barnawi, hijo del fundador de la organización Mohamed Yusuf (Ver: Nigeria: Boko Haram a la deriva).
La perversidad de los ataques y la violencia sufrida por la población ha hecho que Boko Haram, sea llamado por las víctimas de sus acciones hamaji, por Haman Yaji, que fue un lamido (jefe tradicional Fulani) que se consideró así mismo como el Mahdi (el guiado) un mesías que llegaría al final de los tiempos, para completar el trabajo de Mahoma. Yaji de la ciudad de Madagali, al oeste de las montañas de Mandara, que desde comienzos del siglo XX hasta la década del cuarenta asoló esa área fronteriza entre Nigeria y Camerún, supo operar con el acuerdo de las potencias coloniales de su tiempo: Alemania, Reino Unido y Francia secuestrando, para vender como esclavos a miles de aldeanos no musulmanes, además de asesinar a un número desconocido de quienes intentaban resistir a sus “cacerías”.
Una guerra contra los chiís.
El gobierno del presidente Muhammad Buhari, además de tener como objetivo militar a Boko Haram, ha puesto en la mira a la minoría chií, a quienes las fuerzas de seguridad, han reprimido violentamente en Abuja, donde se manifestaban en protesta por la prisión ilegal del sheikh Ibrahim al-Zakzaky líder del Movimiento Islámico de Nigeria (MIN) detenido desde diciembre de 2015,cuando en un violento allanamiento a su casa en la ciudad de Zaria, donde también participaron fuerzas sauditas, en el estado de Kaduna al noroeste del país, en la que fueron asesinados tres de sus hijos, junto a unos 300 de sus seguidores. Hace unas semanas una resolución judicial había ordenado su liberación sheikh al-Zakzaky, lo que no ha sido cumplido por el gobierno, por lo que miles de chiitas han salido a protestar. El Tribunal Superior Estatal de Kaduna, aplazó el lunes hasta el 5 de agosto la resolución del permiso para viajar a la India para recibir atención médica presentada por Ibrahim al-Zakzaky y su esposa, Zinat.
Mientras, el domingo 21, otro tribunal concedido al gobierno del presidente Buhari, la autorización para que el MIN, sea designado como organización terrorista, lo que provocó nuevas manifestaciones en la ciudad de Abuja, la capital del país, terminando una semana en que se vivió una oleada de violentas protestas organizada por el MIN. La policía que utilizó municiones y gases lacrimógenos asesino al menos a veinte personas, la mayoría de ellos miembros de la organización chií.
El presidente Buhari, musulmán sunita, como la gran mayoría de la colectividad islámica del país, había advertido antes de la protesta: “Que nadie duden o pongan a prueba nuestra voluntad de actuar en el interés superior de la mayoría de nuestros ciudadanos. Los perpetradores del caos no quedarán impunes y ningún gobierno puede tolerar la violencia”.
Desde hace años una guerra no declarada contra la minoría chií de Nigeria se libra en las ciudades de Lagos, Zaria y Kano. Pese a la las campañas de los grupos antichiíes, cerca de nueve millones de personas se han convertido al chiismo, en los últimos años. El chiismo en Nigeria está teniendo un constante aumento de conversiones desde el triunfo de la Revolución Islámica de Irán, alcanzando desde 1979 hasta hoy un crecimiento de 500 creyentes poco más de 9 millones, convirtiéndose en el 5 % de la población de 190 millones. El 95 % de los chiíes nigerianos confesaban anteriormente de otra religión y fundamentalmente del sunismo.
El crecimiento de esta minoría no solo ha puesto en alerta a las autoridades de Abuja, sino y fundamentalmente al reino saudita, cancerberos del wahabismo la versión más retrograda del sunismo, y fuente de adoctrinamiento ideológico de absolutamente todas las organizaciones terroristas que dicen defender el Islam, desde los Talibanes afganos a los filipinos de Abu-Sayyaff, pasando por al-Shabab de Somalia y obviamente Boko Haram de Nigeria.
De mantenerse esta tendencia de crecimiento, en veinte años el número de los chiíes podría cambiar radicalmente la demografía religiosa y con ello la ecuación de fuerzas en el oeste africano pudiendo interferir en las políticas del nuevo colonialismo occidental que está sufriendo el continente. Ibrahim al-Zakzaky, a quien llaman el “Nasrallah africano”, por el mítico líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah quien protagoniza la lucha antinorteamericana del Islam.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.