Empezamos un nuevo año, para muchos un año de nuevas oportunidades, retos, desafíos, esperanzas, pero sobre todo de cambios. Y es que nadie parece estar satisfecho con lo que está sucediendo en México, al menos así lo dejan ver los discursos y mensajes de los precandidatos. Esta situación lo único que nos denota es el agotamiento de una etapa, sino es que el fin de la misma, y el inicio de una nueva que genera esperanza.
Estamos en un año electoral, con una elección presidencial que definirá el rumbo del país para las próximas décadas. Los mexicanos nos encontramos en la encrucijada, por ello la importancia de nuestra decisión. Pero son varios los factores en los que tenemos que poner atención.
El actual gobierno así como su partido respaldan y defienden –parece que a ciegas– las decisiones tomadas por el Ejecutivo federal; tal decisión se debe, quizá, a que mientras más se acerca el fin del sexenio más costoso resulta admitir que se cometieron errores. Sería utópico esperar que pidieran perdón a todos los mexicanos.
Con dicho comportamiento de los integrantes del actual gobierno, ¿qué nos haría pensar que de ese grupo político saldrían nuevas estrategias para reformular o cambiar el modelo de desarrollo seguido, para combatir los problemas que afectan al país? Sabemos que estamos viviendo el agotamiento del modelo económico, político y social. Estamos en el punto en el que se cambia el sistema o vamos a una crisis sistémica como la que atraviesan países europeos.
Aunado a ello está otro factor de vital importancia a considerar. En México la política no interesa a los jóvenes, a las nuevas generaciones, a esos cinco millones y medio de jóvenes que podrán votar por primera vez en una elección presidencial. La importancia radica en que este sector, por su fuerza, puede definir al próximo Presidente y darle mayoría en el Congreso al partido de su preferencia.
El problema radica en que de acuerdo con algunos estudios de opinión cuatro de cada cinco jóvenes no se sienten atraídos por la actividad partidista y prefieren otras formas de participación social. Ello se debe, entre otros factores, a que este grupo no reconoce o no se le hace atractiva ninguna oferta política, además de que, de acuerdo con especialistas los partidos han cooptado los espacios públicos de participación.
Nos guste o no reconocer los partidos políticos, los representantes de nuestra democracia, poco o nada están haciendo para incentivar la participación de las nuevas generaciones. Y no es un hecho menor, pues si se logra que este sector de la población tenga mayor activismo social y político, tendremos mayores posibilidades de transformar a México.
Como ciudadanos tenemos la responsabilidad de cuestionar a todos los políticos que aspiran a un puesto de elección popular, pero también es necesario que no demos nuestro voto a ciegas, hay que investigar, indagar, qué es lo que proponen los candidatos; cuestionarnos si están a la altura de la circunstancia política del momento o si están anclados en el pasado o sí anticipan un futuro imposible, un país irreal; hay que saber si los aspirantes van a contracorriente de la historia, si entienden el entorno internacional, si son insensibles al dolor y a la demanda social, si los creemos capaces de dirigir el rumbo que queremos para nuestro México.
Empieza un año electoral marcado por la incertidumbre y la decepción por la alternancia, empezamos la saturación de los mensajes y del discurso electoral, alejado de las necesidades y demandas de los mexicanos, mientras la violencia del crimen organizado y su combate no dan tregua. Es por ello que debemos trabajar, comprometernos, tanto la clase política como todos los sectores involucrados, desde cada una de nuestras trincheras, a tener un año electoral, sin violencia, sin calumnias ni descalificaciones, sin rumores infundados.
Tomemos nuestra decisión con responsabilidad y conciencia. Todos conocemos, vivimos y padecemos la realidad del país y lo que se requiere. Escuchemos con atención las propuestas y analicémoslas a conciencia para que nuestro voto influya, sirva para cambiar nuestra realidad. No dejemos que el desánimo, la apatía, el desinterés o la compra de conciencias nos quite la libertad de elegir, nos arrebaten los derechos democráticos que tanto trabajo nos ha logrado conquistar.