Oaxaca…órgano barroco recobró sonoridad al cumplir 150 años

En el marco del IV Coloquio de Conservación de Órganos Tubulares. El órgano como testigo sonoro y documental que organizó recientemente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se presentaron los resultados de la intervención del órgano de la iglesia de San Matías Jalatlaco, Oaxaca, el cual recobró su sonoridad al cumplirse 150 años de su construcción.

Charlene Joyce Alcántara Bravo, una de las organizadoras del encuentro, señaló que en México existen diversos festivales de órganos barrocos e históricos, pero en el terreno de la investigación este es el único foro que reúne a especialistas de distintas disciplinas para discutir sobre su historia, musicología y conservación.

La restauradora, adscrita al Seminario Taller de Restauración de Instrumentos Musicales de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), sostuvo que el coloquio fue creado hace tres años por el INAH a través de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) y de la ENCRyM, como un espacio de diálogo.

A partir de las distintas disciplinas, el encuentro ha buscado generar un frente común que promueva la conservación de los órganos tubulares, no sólo en su dimensión funcional, sino también como artefactos del pasado convirtiéndolos en documentos invaluables de la historia musical.

Durante el coloquio, que se llevó a cabo en el Auditorio “Paul Coremans” de la CNCPC, se destacó el trabajo de restauración del órgano histórico de la iglesia de San Matías Jalatlaco, Oaxaca, que realizó el Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca (IOHIO), bajo la supervisión de especialistas de INAH.

Cecilia Winter, directora del IOHIO; Eric González, egresado de la ENCRyM y restaurador de bienes culturales, y Ryszard Rodys, organista e investigador del IOHIO, hicieron un recuento de la historia de este instrumento decimonónico construido por el oaxaqueño Pedro Nibra, así como del proceso de intervención en la caja (mueble) y del mecanismo sonoro.

La historia del órgano de la iglesia de San Matías Jalatlaco, refirió Ryszard Rody, se remonta a 1866, cuando el organero Nibra fue comisionado para construirlo y recibió un pago de 700 pesos, sin embargo, su funcionamiento no fue el óptimo por lo que cuatro años después de su entrega, su amigo Anastasio Sulaika lo reparó. Tiempo después volvió a fallar, por lo que su constructor efectuó una reparación general en 1880, y recibió un pago de 61 pesos. Tras esta nueva intervención se pintó de azul, como se encuentra actualmente.

En 1889, Pedro Nibra hizo un ajuste más, lo que le permitió que funcionara debidamente hasta 1945, cuando José Delgado, organero de Guadalajara, lo reparó nuevamente y dejó su inscripción dentro del instrumento. Posteriormente, llegó a Jalatlaco un órgano Hammond y, con ello, el instrumento tubular quedó en el abandonó en la década de 1970.

Ryszard Rodys refirió que Nibra estuvo relacionado con la familia Martínez Bonavides, destacados organeros oaxaqueños. “Tanto él como su amigo Anastasio Sulaika fueron aprendices de su taller, donde se especializaron en la organería.

“Nibra fue uno de los organeros más activos en la segunda mitad del siglo XIX, arregló diversos órganos oaxaqueños, desafortunadamente no existe documentación sobre la construcción de otros instrumentos, sólo el de Jalatlaco”.

Por su parte, Eric González, responsable de la restauración, indicó que para devolverle la funcionalidad al órgano se intervino en dos etapas: en la primera se atendió la estabilidad material y estética de la caja, y en la segunda el mecanismo sonoro.

Previo a la intervención se hizo un registro detallado de la pieza para documentar el estado inicial y su técnica de manufactura. Posteriormente se retiraron los elementos sonoros y se procedió a una fumigación de la caja y el fuelle que presentaban larvas de insectos xilófagos. También se realizó limpieza superficial y química para eliminar manchas y excretas de palomas.

El restaurador dijo que se restituyeron faltantes en las tallas caladas que decoran la parte alta del mueble, así como cinco tiras de madera afectadas por insectos en el lado izquierdo de la caja.

Asimismo, se resanaron las galerías provocadas por los insectos y se repuso un fragmento de la letra N del monograma de Pedro Nibra que se halla en la fachada a la altura de la consola.

Finalmente, se realizó una integración cromática con la técnica de rigatino en las lagunas visuales que presentaba, con lo que se logró restablecer el valor estético de la caja.

En la segunda etapa, efectuada de abril a julio de 2016, se trabajó en la mecánica sonora del órgano. Se desmontaron los tubos, fuelles, secreto y teclado. Se hizo la limpieza de todos los elementos y se aplanó el secreto (caja provista de un sistema de válvulas y canales de aire en la cual se apoyan los tubos del órgano).

Se remplazó la madera del fuelle, que también estaba afectada por los insectos, y se limpió el teclado; se restituyó más de 70 por ciento de los tubos faltantes y se afinaron para darle nuevamente sonido.

El órgano —de 2.40 metros de altura— cuenta con un teclado alargado y es de temperamento suave lo que ofrece más opciones de repertorio a los organistas.

Cecilia Winter, directora del IOHIO, señaló que el órgano se volvió a escuchar al conmemorarse 150 años de haber finalizado su construcción, según señala una inscripción que se puede observar en la caja (16 de julio de 1866) y la del nombre del organero Pedro Nibra.