A la presidenta Dilma Rousseff, le preguntaron este martes en Washington sobre el espionaje que la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense realizó en 2013 de su teléfono. “Bueno”, dijo, “creo que a partir de ahora, si el presidente Barack Obama quiere saber algo sobre Brasil, me llamará directamente”. El presidente estadounidense sonrió. Las relaciones entre los líderes de los dos gigantes americanos han dado un paso adelante, olvidando, en apariencia, el enojoso episodio del teléfono pinchado -según nota de El PAÍS-.
En aquel momento, Rousseff canceló una visita que tenía programada, indignada por la afrenta. El martes, la víspera de la conferencia de prensa, Obama paseó amigablemente con la presidenta brasileña junto al monumento de Martin Luther King, en un gesto de deferencia que no tiene con todo el mundo. Rousseff, por su parte, invitó a Obama a los Juegos Olímpicos y le regaló una camiseta de la selección brasileña.
Además de estos gestos, las dos potencias firmaron un conjunto de acuerdos que van desde el sector de defensa al educativo, pasando por otro que prevé impulsar el comercio al eliminar trabas burocráticas, u otro que tratará de agilizar la obtención de visado para los brasileños que viajan con frecuencia a EE UU.
Ambos presidentes hicieron además hincapié en un pacto sobre cambio climático y reducción de gases de efecto invernadero. Los dos países aseguran haber reducido, en términos absolutos, más emisiones de CO2 que nadie. Y sus presidentes confían en ir más lejos.
«No podemos hacer todo solos”
El presidente estadounidense Barack Obama considera a Brasil, según aseguró ayer en la Casa Blanca, un líder global y no sólo regional. Añadió que la colaboración con el gigante suramericano es esencial para muchas cosas. Y lo explicó: “EEUU es muy poderoso, pero no podemos hacerlo todo solos”.
Y citó varios ejemplos en los que la colaboración es necesaria: “Terrorismo, calentamiento global y reducción de la pobreza y la desigualdad”. Por su parte, Dilma Rousseff razonó que Brasil y EEUU tienen muchas cosas en común. Y que una de ellas es el pasado compartido en relación a la esclavitud. “Los dos países tenemos una gran población negra”.
Con todo, la presidenta no pudo huir de los problemas domésticos que le acosan dese Brasil. La corrupción de Petrobras sigue goteando involucrados. Ante el presidente estadounidense, la presidenta brasileña, que viaja a EEUU a buscar inversiones, aseguró: “Petrobras no es una empresa sub judice, es una empresa que sigue avanzando”.
Obama prometió que EE UU, a partir de 2024, soltará a la atmósfera un 26% menos de Co2 de lo que hacía en 2005. Y Rousseff, que gobierna un país que acapara más del 20% del agua potable del mundo y que conserva espacios naturales inigualables y amenazados como el Amazonas, se comprometió a que de aquí a 2030 en su país se habrán reforestado más de 12 millones de hectáreas y se habrá acabado con la deforestación ilegal, una práctica que cada año arrasa con bosques enteros en zonas remotas, como la Amazonia, sin ir más lejos.
Tanto Obama como Rousseff se juramentaron para que la próxima -y según muchos científicos definitiva- cumbre que se celebrará en París a finales de año sobre cambio climático llegue a resultados efectivos.
Rousseff recordó a Obama el Plan de Infraestructuras que su Gobierno tiene pensado llevar a cabo en los próximos años y que prevé la construcción de autopistas, vías férreas y aeropuertos, entre otras cosas, por valor de más de 65.000 dólares. No por casualidad uno de los objetivos de la presidenta brasileña en este viaje es el de encontrar inversores estadounidenses que crean en ese plan y estén dispuestos a jugarse el dinero en él. Y que ese plan salga bien es necesario para que la alicaída economía brasileña -que este año retrocederá un 1,2%- remonte.
A este respecto, Rousseff aseguró que la reciente buena salud de la economía estadounidense es una buena noticia para toda América y, especialmente, para Brasil, que debe tomar a EE UU como modelo en eso. «EE UU superó su crisis de 2008. Nosotros vamos a superar la nuestra también. Estamos tratando de convertir el Brasil en un gran país de clase media después de haber conseguido sacar a mucha gente de la pobreza». La presidenta brasileña alabó también la iniciativa estadounidense de la apertura hacia Cuba: «Eso abre no sólo una nueva manera de relacionarse de EE UU con Cuba, sino con toda Latinoamérica».
Los dos presientes, pues, han recobrado la sintonía perdida. Sus momentos políticos no pueden ser más opuestos y divergentes: Obama disfruta de un éxito político considerable después de las dos sentencias favorables del Tribunal Supremo sobre su reforma sanitaria y sobre el matrimonio gay. De hecho, un periodista le preguntó al respecto sobre «the happy week» que vive.
Rousseff, por su parte, naufraga en un tormento político de recesión económica y de corrupción en la petrolera pública Petrobras. La última pregunta que respondió (después justo de la de la semana feliz de Obama) fue si pensaba destituir al último ministro involucrado en la trama oscura de Petrobras.