¿Has escuchado el término «obsolescencia programada»? ¿Ha pasado que justo cuando se termina la garantía de tu computadora, algo le falla? ¿Te arrepientes de haber comprado la primera generación del iPad porque seis meses después salió la segunda sólo con algunos «cambios»?
Aunque los fabricantes de tecnología no lo reconocen como tal, existe el término de obsolescencia «planeada» o «programada», o lo que es lo mismo, hacer que un aparato electrónico «caduque» luego de cierto tiempo, provocando que el usuario adquiera la nueva versión, lo que genera una cadena de consumo que se antoja eterna.
Para Andrea Cruz, de 20 años y usuaria de computadoras, el haber adquirido una iMac G5, que justo a los 2 años sufrió un desperfecto crónico y sin arreglo en el monitor, la tiene convencida de que todo fue un truco para hacer que compre una, por lo menos, cada 2 años.
«¡Es increíble! La compré a mensualidades y todo muy bien, me gusta mucho, pero empezaron a aparecer unas ‘rayitas’ verticales de colores: primero una, luego dos, y así hasta que había casi 20. El caso es que todo eso sucedió cuando la garantía expiró».
Ella tuvo que deshacerse del equipo y comprar uno nuevo, pero ya está en su mente la idea de que no le va a durar más de dos años.
Lo más seguro es que Apple no va a aceptar que «planeó» que el equipo de Andrea fallara en determinado periodo de tiempo. Sin embargo, y no por mezclar peras con manzanas, basta recordar el lanzamiento a mediados del año pasado del iPad y poco más de 6 meses después, la llegada del iPad 2. ¿Programación de llegada al mercado o aprovechamiento de tendencia? Sea lo que sea, habrá que ver a dónde van a parar las millones de tabletas de la primera versión.
La obsolescencia planeada es una política que involucra el diseño o la planeación de un producto para que tenga una vida útil limitada, de tal manera que se vuelva obsoleto o no funcional luego de un tiempo.
Las ventajas, al final de cuentas, son casi todas para el fabricante (el consumidor tendrá que adquirir un equipo nuevo), aunque si se es optimista podría tener una el usuario: cuenta con la última tecnología todo el tiempo.
EN CONTEXTO
El término obsolescencia planeada no es nada nuevo. En 1881, Edison vendió su primera bombilla que duraba mil 500 horas, luego hubo otras con duración de 2 mil 500 horas.
Un documental de Televisión Española revela que ya en 1924 un grupo de fabricantes europeos y estadounidenses (que oficialmente nunca existió) determinó limitar la vida «útil» de las bombillas eléctricas en mil horas. Este hecho se considera el inicio de una estrategia llamada obsolescencia programada, y que se extiende a los gadgets, como reproductores musicales y periféricos como impresoras.
De acuerdo con algunos analistas, esta estrategia está basada en el hecho de que se genera un volumen de ventas a largo plazo reduciendo el tiempo entre compras de un mismo tipo de producto. Los fabricantes creen que los ingresos por ventas que se crean compensan los costos adicionales de investigación y desarrollo de producto.
Sin embargo, esto puede representar un riesgo, ya que los consumidores podrían decidirse a comprar un producto de otros fabricantes al ver que tienen que cambiar sus equipos cada determinado tiempo.
De acuerdo con Brian Clark Howard, del blog The Daily Green, lo más molesto de la obsolescencia planeada son las baterías propietarias, en especial las de ion-litio que se integran en muchos reproductores MP3, computadoras portátiles o cámaras digitales.
«En muchos casos la batería no se puede sacar fácilmente por el consumidor, lo que los obliga a requerir un servicio más caro cuando se consume completamente», explica.
Al final, esto obliga a buscar desechar el equipo antes que adquirir otra batería, la cual generalmente es cara y está fabricada para funcionar luego de un determinado número de ciclos de uso, para luego dejar de funcionar.
MAQUINARIA DE PLANEACIÓN
Es una realidad, el avance tecnológico no se detiene, así que el tener la última computadora puede asegurar el uso de componentes y accesorios con desempeño mejorado. No obstante, aunque el usuario sea fanático de tener lo más nuevo, está participando en la maquinaria de planeación.
Serge Latouche, en el documental de Televisión Española, aboga por una revolución del decrecimiento, o la reducción del consumo y la producción para promover otras formas de riqueza, como el conocimiento. Claro, falta ver si el mundo capitalista deja lugar a este paradigma.
Y mientras la cadena alimenticia de los fabricantes de tecnología se beneficia, el perjuicio va para los resumideros electrónicos, generalmente países del Tercer Mundo que reciben tecnología vieja en aras de reducir la brecha digital, y que acaba regada a la intemperie.
Agencia El Universal