Con 12 años de trayectoria musical, la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México (OSIM) salió de los foros acostumbrados para ofrecer la noche de este sábado 3 de agosto, un concierto magistral en el Teatro Fausto Vega en la Delegación Iztapalapa que marcó el cierre de su 22 Gira Nacional.
“Se eligió esta sede porque vamos a iniciar la creación y fortalecimiento de un sistema agrupaciones musicales comunitarias entre el Sistema Nacional de Fomento Musical del Conaculta y las autoridades de la delegación”, anunció Eduardo García Barrios, coordinador del Sistema Nacional de Fomento Musical y director artístico de la OSIM.
De acuerdo con el delegado de Iztapalapa, Jesús Valencia, se invertirán 7.5 millones de pesos en el recinto para que se convierta en sede de orquestas comunitarias y agrupaciones musicales.
“Iniciamos con esta actividad un proceso en diversas zonas de la delegación Iztapalapa para invitar a niños y jóvenes para que se sumen a este gran proyecto orquestal. Esperamos que a mediados del 2014 se esté presentando en este espacio como una realidad de buscar talentos en zonas marginadas”.
El delegado de Iztapalapa Jesús Valencia agradeció el apoyo del presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, a través del Sistema Nacional de Fomento Musical y explicó que uno de los objetivos es demostrar cómo una zona a partir de la descomposición del tejido social se recompone mediante estos proyectos y e ideas.
La solemnidad de una sala de conciertos se dejó de lado para dar paso a la algarabía y la fiesta de sonidos en la que más de mil personas que abarrotaron el Teatro Fausto Vega disfrutaron de un programa variado, lúdico y lleno de dinamismo y energía.
Eran casi las 19:30 horas cuando el concierto arrancó con la pieza Una noche en la árida montaña de Modesto Mussorgski que de inmediato encendió los ánimos de los asistentes por su atmósfera fantástica y por momentos macabra, al estar inspirada en la leyenda rusa de las brujas reunidas para danzar en la Noche de San Juan hasta que la campanada de iglesia las obliga a dispersarse.
Con micrófono en mano, el director Eduardo García Barrios fue el encargado de ofrecer una introducción a cada una de las obras en una interacción directa con el público que permitió un mayor disfrute de la música.
Tocó el turno de la Sinfonía No. 9 en mi menor, Op. 95, Del Nuevo Mundo de Antonin Dvorák, a la que el director de la OSIM se refirió como una pieza que fusiona el ritmo y la sonoridad de los indios americanos con el carácter bohemio de Praga, la ciudad natal del compositor.
En un salto de siglo y de continente, el programa continuo con Malambo, danza final de la suite Estancia del compositor argentino Alberto Ginastera que rinde homenaje a los campesinos y a la tierra.
En una especie de danza musical vertiginosa, 160 niños y jóvenes músicos de entre ocho y 17 años de edad provenientes de todo el país, interpretaron acordes relacionados con el folclor latinoamericano.
El director Eduardo García Barrios, seguía la cadencia de la música mientras agitaba los brazos, gesticulaba y daba pequeños saltos, ante la mirada atenta de familias, niños, jóvenes y adultos mayores.
El momento del romanticismo apareció con el preludio de las danzas sinfónicas de West Side Story, cinta estadounidense basada en Romeo y Julieta de Shakespeare que narra la historia de amor entre una puertorriqueña y un americano.
La orquesta se trasladó a un contexto mexicano y en esta ocasión, no fue el famoso Danzón No. 2, sino el Danzón No. 8 de Arturo Márquez el que se ejecutó en su versión orquestal siguiendo el ritmo montuno.
La música llena de sensualidad y nostalgia se convirtió en el preámbulo ideal para dar paso a los mambos más representativos de Pérez Prado. El ritmo latino hizo bailar a trompetas, trombones, tubas, percusiones, arpas, cornos, clarinetes, fagotes, oboes, flautas, contrabajos, violas, violonchelos y violines hasta culminar en una ovación de pie por parte de los asistentes.
El Huapango de Moncayo marcó el cierre de la presentación y uno de los momentos más emotivos de la noche al observarse en el aire estolas de color verde, blanco y rojo que portaban los jóvenes músicos, mientras su director Eduardo García Barrios agradecía los aplausos extasiado y bañado en sudor.
“Son chicos de un talento excepcional. Fue una gira sorprendente. El orden, la disciplina, la solidaridad, el equipo impresionante, el grupo de maestros, primeros atriles de las principales orquestas del país trabajando horas y horas con ellos, desde el punto de vista institucional no puedo estar más satisfecho”, concluyó el coordinador del Sistema Nacional de Fomento Musical.
Con el objetivo de fortalecer el aprendizaje musical y la práctica orquestal de talento musical sobresaliente y a partir de una convocatoria anual, la OSIM reúne a 160 niños y jóvenes provenientes de todo el país en un campamento intensivo de estudio de 80 horas de trabajo con profesores especializados en cada uno de los instrumentos sinfónicos.
Hasta diciembre del 2012, la OSIM realizó 24 giras, 21 nacionales y tres internacionales en las que ofreció 175 conciertos antes más de 216 mil espectadores, realizados en los foros más importantes del país y del extranjero.